lunes, diciembre 23, 2019

GREATEST HITS 235: MINIBAR, MINIBAR (LUIS MORO)

Quienes llevamos Londres en el corazón nos dejaremos absorber por estas imágenes. La música de Luis Moro ayuda a saborear un largo y hogareño trago de Londres: sus casas de dos plantas, sus calles residenciales, el metro, la niebla, el frío, las luces, los pubs, los lugareños anclados en un asiento desde que abre la puerta hasta que suena la campana. Minibar, minibar es uno de los mejores temas del disco El pacto. Los 'londoners' retornados lo celebramos.

Salud y saludos a todos los lectores. Buen año y hasta pronto.

LIVE IN 237: MIS DISCOS

Se agotan las ganas de viajar por las rutas musicales del año. Descansemos un poco, que nueva música habrá de esperarnos, como siempre. La cosecha ha sido más que sabrosa. Guardo muy buenas sensaciones, y más de una veintena de discos me parecen notables o sobresalientes. Entre ellos, unos cuantos saltarían hoy unas plazas adelante o atrás; otros cuantos merecen quedarse entre la selección suprema; y otros pocos son legado de lujo, imperecedero, de un año musical excelente.


MENCIONES (orden aleatorio)

Richard Hawley, Further
Michael Kiwanuka, Kiwanuka
Justin Townes Earle, The saint of lost causes
The Delines, The Imperial
Josh Ritter, Fever breaks
Nick Waterhouse, Nick Waterhouse
Purple Mountains, Purple Mountains 


HONORES (orden aleatorio)

Rising Appalachia, Leylines
David Gray, Gold in a brass age
Our Native Daughters, Songs of Our Native Daughters
Joe Henry, The Gospel according to water
Luther Dickinson, Solstice
Eilen Jewell, Gypsy
Devendra Banhart, Ma
Norah Jones, Begin again
The Black Keys, Let's rock
Calexico & Iron and Wine, Years to burn 



TRONO (orden aleatorio)

Wilco, Ode to joy
Glen Hansard, This wild willing
Van Morrison, Three chords & the Truth

viernes, diciembre 20, 2019

VOLUME ONE 519: WHO (THE WHO)

WHO (Polydor, 2019) no es un gran disco, pero sí un regreso digno. No mancha la historia, no estropea el presente. Daltrey y Townshend evitan el viaje trasnochado a la juventud, también el velo grave de la vejez. Su tronco es robusto, suena a hoy sin perder alientos de ayer. No disgustará, tampoco satisfará. Aplaudamos, eso sí, el eco que mantiene viva la vibración que todavía expulsa la música de The Who. Nuevas canciones trece años después del mediocre Endless wire, que juntaba de nuevo a los supervivientes tras 24 años sin verse en el estudio. Ahora (leo) ni siquiera han coincidido Roger y Pete en la misma habitación, los dos separados por la distancia y quién sabe si con roces o golpes por resolver. Veo a Townshend dando aire a los riffs que Daltrey engancha para elevar la intensidad. Algunas buenas canciones (Detour, Street song, Rockin' in rage) quedarán. Poco más.

Nota: 6/10

martes, diciembre 17, 2019

GREATEST HITS 234: BLACK MYSELF (OUR NATIVE DAUGHTERS)

Otra de esas canciones que ponen sonido a un buen año de música. De 2019, parte de uno de esos álbumes de los que pocos se acordarán en el resumen de diciembre, una joya de las que se rescatan con más memoria y gloria tiempo después. Son Our Native Daughters cantando que son negras auténticas, que se sienten negras, y que su música habla por ellas. Canta Amythyst, y Leyla, Alison y Rhiannon suspiran voces que dan músculo a la raza.

 

lunes, diciembre 16, 2019

GREATEST HITS 233: THE ONLY THING WORTH FIGHTING FOR (ROSANNE CASH)

De repaso por lo que me ha deparado el año en el capítulo musical se me cruzan discos y canciones de este y de otros años, bailan vínculos hacia un lado y otro, confundo sensaciones y no le pongo el esfuerzo suficiente aún a la confección de un listado con la mejor selección. Todo se andará, aunque solo sea por seguir la tradición de darle oficialidad a la crème de la crème al criterio de este cansado oyente. De pronto me viene a la mente una gran canción del año pasado, con la que Rosanne Cash arrancaba su último álbum. Escucharla de nuevo, con esa cadencia tranquila, desperezándose, afilada por la gastada guitarra de John Leventhal, engrandece The only thing worth fighting for.

 

miércoles, diciembre 11, 2019

SOUNDTRACK 244: EL MÉTODO KOMINSKY

La amistad no tiene edad. O las tiene todas. Las amistades largas deberían ser las mejores. Lo son. Sandy y Norman se conocen desde hace mucho tiempo. Son mayores y han vivido tiempos mejores. Están divorciados (tres veces) o se han quedado viudos tras un largo matrimonio. Sobreviven como pueden o se pueden permitir la vida sin trabajo. Sandy, un gran actor retirado, da su apellido a un método de interpretación en las clases que imparte a jóvenes promesas, el método Kominsky. Norman, un millonario productor, llora la muerte de su mujer y es incapaz de reconciliarse con su hija drogadicta. Sandy es Michael Douglas y Norman es Alan Arkin en El método Kominsky. Los dos, con dos trabajos excepcionales, hacen esta serie encantadora.

Chuck Lorre, con huella en The Big Bang Theory y Mom, está detrás de esta ficción con dos temporadas de pocos episodios, en la que el humor endulza los angustias de la edad y las amenazas de la vejez. Es un humor de acidez en el verbo cuando se habla de sexo o drogas o cuando juguetea con el amor, y que se manifiesta en gestos, silencios y diálogos brillantes entre dos actores en estado de gloria. Arkin y Douglas, unidos por un gran guion, en el invierno de sus carreras: maestros del método.

lunes, diciembre 09, 2019

VOLUME ONE 518: MINT CONDITION (CAROLINE SPENCE)

A lo largo de un año me satisface encontrarme con discos verdaderamente bonitos sobre los que no tengo ni siquiera expectativas. Música que se ofrece pura, sin artificios para venderse, que guarda honestidad y cariño. Este es uno de estos discos. Ella es Caroline Spence. Se asienta en Nashville y ha ganado premios en circuitos reconocidos de música americana. Sus letras hablan de ciudades de paso para almas sin rumbos firmes, lugares que merecen una canción. No recuerdo si he llegado a escuchar algo suyo anterior a Mint condition (Rounder, 2019), que veo entre los mejores trabajos en alguna lista de lo más notable del año circunscrita a variantes del rock-folk americano. Ahí encaja bien este buen disco, sin descarrilar en ningún momento entre la carrera y la melancolía. Advierto a veces a Whiskeytown entre sus sonidos (y al primer Ryan Adams, por tanto), a Sheryl Crow o a la Emmylou Harris más volátil, quien presta su voz en el último corte.

Nota: 7,5/10

domingo, diciembre 08, 2019

BONUS TRACK 217: BLESS ITS POINTED LITTLE HEAD (JEFFERSON AIRPLANE)

Con los álbumes en directo no me apaño. Si el repertorio es largo (un disco doble), me cuesta llegar a la despedida de la banda; si es corto (un solo disco con parte de un bolo o partes de varios), lo digiero mejor. Es que la música y a los músicos hay que sentirlos en carne y hueso, y por excelentes que sean sus directos grabados hay una distancia insalvable que me separa de sus autores, aunque los aprecie una barbaridad. Pero tomemos ejemplos de discos en vivo de los sesenta o setenta que no llegan a la hora, no necesariamente con sus temas más emblemáticos, y ofrecen las mejores esencias de sus músicos. Este vale, el primer directo de los Jefferson Airplane, de 1969, Bless its pointed little head. No se trata de un álbum deslumbrante, ni mucho menos obligatorio, pero sí es un trabajo que recoge el pulso auténtico que tenía aquella banda, el aeroplano que sobrevolaba los vapores contraculturales de los años finales de la década en San Francisco. Metiéndose en este directo, uno se deja azotar por los duelos vocales de Balin y Slick (en desbarajuste a veces), pero sobre todo se ve poseído por la hechizante capa sonora que tejen Casady y Kaukonen con el bajo y la guitarra, quienes enseguida formarían Hot Tuna desde una óptica más primitiva e igualmente adictiva.

BOOTLEG SERIES 82: REDESCUBRIENDO A NILSSON

Harry Nilsson es buen ejemplo de esto: el músico del que conoces dos o tres temas, del que te suenan otros dos o tres sin saber con certeza que son suyos, y del que desconoces su amplia trayectoria. Pues sí, Nilsson es mucho más que Without you y Everybody's talkin', el maravilloso tema (no suyo, precisamente) que inmortalizó en la película Midnight Cowboy. De la veintena de discos que grabó entre mediados de los sesenta y los primeros ochenta, solo había escuchado uno, Nilsson Schmilsson, del 71. Y bueno, no es que me haya interesado mucho por indagar algo más en él. Pero descubro un curioso tributo al autor repartido en dos volúmenes de versiones grabados en 2014 y 2019, cada uno con un par de nombres conocidos en la selección, nada más. This is the town. A tribute to Nilsson, se titulo. Y me dejo contagiar por unas canciones que demuestran lo versátiles que son las originales, lo bien que se prestan a ser revisadas de múltiples maneras: con sencillez, con rizos, con ternura, con gracia. Así redescubro a Nilsson, como lo merecen cientos de músicos notables de (las mal llamadas) categorías inferiores.

martes, diciembre 03, 2019

SOUNDTRACK 243: THE END OF THE F***ING WORLD (II)

Qué complejo es el amor. Qué misterio entenderlo, expresarlo. Decir o asumir un 'Te quiero' en el laberinto de nuestra mente, frente a la red de nuestras contradicciones. Alyssa y James se reencuentran dos años después tras su sangrienta separación. Esto no es el fin del puto mundo, aunque lo parezca. Y detrás de las venganzas, las huidas y el destino en un planeta incierto, entre lo absurdo y lo irreal, late de nuevo el amor.

Los fugitivos sobreviven en la segunda y última temporada de The end of the f***ing world y sus lucidos guionistas los enlazan con un rodeo argumental prodigioso a través de otro impagable personaje, Bonnie. Es imposible no querer a esta pareja: ella ausente y borde, insensible en apariencia; él débil y sentimental, encerrado en su timidez. De nuevo resisten entre lo que piensan y lo que dicen (oportuna siempre una voz en off que da en el clavo) y entre la banda sonora que se pincha en sus cabezas (qué acertado cada giro musical que los acompaña). "What?", repite Alyssa y se me pega cada vez que la veo delante. Serie para guardar.

domingo, diciembre 01, 2019

BONUS TRACK 216: CROSBY STILLS & NASH (CROSBY STILLS & NASH)

Rápido repaso contable a Crosby, Stills, Nash y Young. Desde 1969, sin contar los álbumes que cada miembro del cuarteto tienen por su cuenta ni las obras en directo ni recopilatorios, nos sale que: CSNY suman tres discos; CSN cinco; Crosby & Nash tres; y Stills & Young uno bajo el nombre Stills Young Band. La mejor de las asociaciones es, en dura pugna con Déjà Vü (1970), la primera, Crosby, Stills & Nash (1969), uno de mis discos favoritos de todos los tiempos.

Ahí los tenemos, tres tipos en un sofá (Nash, Stills, Crosby), en el exterior de una casa que probablemente se localizase en Laurel Canyon, donde en aquellos años vivían y se divertían, levitaban y se drogaban a lomos de una música que fundía el folk y el rock. En ese ambiente surgieron magníficos álbumes alrededor del cambio de década, y seguramente comenzaron a chocar los conflictivos caracteres de CSN. Sonaban perfectos en aquel tiempo, basta con escuchar este disco, inspirar sus sonidos, las voces cálidas de tres amigos exiliados de sus bandas, armonizadas en temazos irrepetibles como Guinnevere, Long time gone o Wooden ships.

jueves, noviembre 28, 2019

BOOTLEG SERIES 81: MUJERES QUE CANTAN A TOM WAITS

Supongo que no es fácil tomar prestado a Tom Waits y darle tu propia voz, tu propio estilo. Único en su género, entidad incomparable, el músico californiano dispone de un repertorio que cuesta imaginar interpretado por otros u otras artistas. Gritos, murmullos, quejidos, ritmos y variedad de sonidos inusuales y extravagantes son huella congénita en la carrera de Waits, ya digo, una institución a la que es difícil igualar, incluso parecerse. Por eso se me hace raro escuchar sus canciones en otros músicos y de las que conozco me quedo con muy pocas. Desde luego, no me quedo con ninguna de la docena que componen el disco Come on up to the house. Women sing Waits, un trabajo tributo que acaba de publicarse y del que solo un par de cortes salen airosos entre un conjunto anodino y desganado.

No querer acercarse a Tom Waits en un álbum de covers me parece respetable, pero enfocar el homenaje sin tan siquiera esforzarse en expulsar algo de la autenticidad de su música, de su valiosa suciedad en las versiones, no lo admito. Una lástima, porque hay algunos nombres de importancia (Rosanne Cash, Aimee Mann, Patty Griffin) que no acaban bien parados, otros (la mayoría) son totalmente insustanciales. Salvemos al trío Joseph al frente de Come on up to the house y sobre todo a Corinne Bailey Rae, la única triunfal con Jersey Girl. Un desperdicio.

miércoles, noviembre 27, 2019

BONUS TRACK 215: ELEPHANT MOUNTAIN (THE YOUNGBLOODS)

Otras recopilaciones, sin ir más lejos la imprescindible banda sonora del film Forrest Gump, contienen ejemplos de grupos de corta trayectoria y perdido recuerdo que han dejado para la eternidad una canción especial, la referencia sonora de un tiempo o un lugar. Conocerlos un poco más allá de ese tema nos regalan bandas cuya calidad supera la escasez de un buen single. Let's get together, por ejemplo, se hizo popular en la voz y la música de The Youngbloods, fue sintonía de los humos contraculturales de Woodstock, y sus intérpretes ya se habían disuelto en 1972. Entre su breve legado se halla el álbum Elephant Mountain (1969), un excelente trabajo que se abre con la sinuosa Darkness, darkness, versionada con la misma atmósfera décadas después por Robert Plant. El disco curiosea entre las raíces del folk-rock y se empapa de ondas psicodélicas con espontánea frescura. Tras la separación del grupo, su líder, Jesse Colin Young, prosiguió el camino en solitario que había iniciado antes con estimables obras hasta la actualidad.

domingo, noviembre 24, 2019

VOLUME TWO 100: BECK

Hay que reconocerle a Beck su capacidad para no repetirse, para ponerle distintas caras a su música sin estar nunca perdido ni caer en el ridículo. En tres décadas no se ha desgastado ni el respeto ni la credibilidad. Sin embargo, no acabo de entenderme con él. Ocurre desde siempre. Desde cuando las radios (qué lejanas parecen) pinchaban Loser y celebraban el genio de su creatividad. ¿Qué es Beck? ¿Cómo es su música? Cambiante, desde luego, y juguetona, inquieta. Pero a mí unas veces (pocas) me resulta sabrosa y otras (las más) no me sabe a nada. Su mente maneja pop y electrónica, funk y soul, indie y rock alternativo, algo de folk, un poco de psicodelia y no pocas fusiones de estilos dignas de escuchar pero fáciles de olvidar. En suma, no consigue deslumbrar.

Y ahí sigue Beck Hansen, a punto de cumplir los 50 años, aquel chaval multiinstrumentista de Los Angeles al que pronto le colgaron la medalla de genio. En los noventa grababa mucho y en las décadas siguientes espació más sus trabajos. Acaba de sacar al mercado Hyperspace, una entrega electrónica con empuje retro y cierta nostalgia en su eco, de nuevo fácilmente olvidable. Perdura de su obra algo de lo que contenía Mutations (1998) y Midnite vultures (1999) y si debo guardarme algo me quedo con Guero (2005) y Modern guilt (2008). Ahí se acaba para mí Beck.

BONUS TRACK 214: THE MIRROR (SPOOKY TOOTH)

En alguna compilación rockera de los años setenta te encuentras con algún grupo cuyo nombre te suena, sin que sepas si lo has escuchado antes, porque no tienes discos suyos y su historia fue breve, como las de cientos y miles de anónimos músicos, y hace mucho tiempo que nunca más se supo de esa banda. Spooky Tooth, por ejemplo, que entre 1968 y 1974 grabaron siete álbumes, material cargado con rock áspero y caliente, en un paso previo a lo incendiario. Británicos. ¿Alguien los conoce? ¿Alguien se acuerda de ellos? ¿Algún aficionado, de algún modo, tuvo a Spooky Tooth entre sus predilectos? ¿Algún músico se inspiró de alguna manera en el estilo burbujeante de este banda? ¡Cuántos como ellos en este océano ilimitado del rock! Pruébese con The mirror (1974) para iniciarse, o para reengancharse. El grupo iba a disolverse pronto, decenas de músicos habían pasado por sus filas. Pero hay arrebatos fantásticos (Hell and high water) de un rock que dejaba rezagada su alma blusera y se adentraba en los delicados terrenos de la experimentación progresiva. Veinticinco años después el grupo grabó un último disco y organizó alguna esporádica gira. Para revivir la modesta gloria de su música.

jueves, noviembre 21, 2019

¿EL ROCK ES DE MAYORES?

Tengo 46 años. Soy mayor (o tirando a ello). Y me encanta el Rock, con mayúsculas. Así me presentaría en el Club de los Rockeros Anónimos.


Una entrada reciente del blog Being Vain me dejó pensando sobre el gusto y el disfrute de la música a determinada edad... cuando somos jóvenes, cuando nos hacemos mayores, cuando llegamos a mayor. El texto vierte unas críticas que veo acertadas contra quien pregona que el rock, hoy, ya no es cosa de jóvenes, que el rock se ha enquistado en el gusto oxidado de quienes han vivido para contarlo y peinan no pocas canas. Quienes vemos algo lejos aquellos días en que el rock se nos abría de piernas para que nos derramásemos entre ellas sentimos ahora el daño de la nostalgia.


Entre mis 15 y 25 años consumía pop y rock, básicamente; empezaba a aprender y a memorizar, a obsesionarme un poco, a comprar y a querer completar las discografías de mis favoritos. En los últimos veinte años creo haberme convertido en un melómano abierto y generoso que recibe y absorbe los vientos de la música que le llega desde casi todas partes. Me seduce el jazz, me gusta el blues, el country me hace cosquillas, el folk me derrite, el soul y el funk me ponen caliente. Hay buena música electrónica que escucho sin prejuicios y las gotas que me mojan de música de otros mundos ajenos a aquellos donde hemos crecido me refrescan. A todo esto le hemos añadido e inventado en los últimos años prefijos y adjetivos (indie, post, neo, hard, prog...) que han transformado las raíces en propuestas apetecibles. De todo hay en el campo del señor, bueno y malo. Busca, curiosa, elige y disfruta.

Sí, vale, el rock admite hoy (y siempre) todos esos mismos complementos en su nombre, y ni tú ni yo somos los que sabemos cuál es la combinación que mejor se ajusta a lo que suena. Y el rock sigue siendo la música que me vuelve loco. Los Beatles y los Stones siguen aleccionándome más que todos sus alumnos, de los que, no lo dudo, también he aprendido y aprenderé. Ojalá a mi hijo le apetezca acudir a ellos. Llamadme mayor, a mucha honra. Tengo 46 años y me encanta el Rock.

lunes, noviembre 18, 2019

SOUNDTRACK 242: DE NIRO, PACINO, SCORSESE, THE IRISHMAN (II)

Pantalla en negro. Directed by Martin Scorsese. Corren los créditos y sube la intensidad de una pieza instrumental compuesta por Robbie Robertson. Estás sentado en la butaca aún, digieres las tres horas y veinte de película que acabas de ver: 40 años en la vida de un asesino vinculado a la mafia, su gloria y su ocaso, los viejos tiempos de la amistad y la apagada luz de la soledad. Y dices: "Esto es una película grande". Entre otras razones, por un señor llamado Martin Scorsese.

Te quedas un rato largo, ya en casa, pensando en la grandeza de las películas que te arrastran con ella y te hipnotizan. Entras en su profundidad, magnetizado por un guión, una puesta en escena y un trabajo de sus actores fuera de lo común, lo más parecido a la perfección. Tú eres un elemento más de esa película. The Irishman (El irlandés) tiene eso: rigor, tensión, nostalgia, un libreto preciso y complejo, un director de oro en su trono, un reparto inigualable.

La obligación de ver esta película está justificada. Joe Pesci... déjate ver más, por favor. Al Pacino es Pacino, en lo bueno y en lo malo, también grande. Robert De Niro rescata al inmenso actor que fue. Scorsese exhibe un magisterio con el que todo su equipo eleva The Irishman a la categoría de cine colosal.

viernes, noviembre 15, 2019

BONUS TRACK 213: JOHN WESLEY HARDING (BOB DYLAN)

Cumplir con la cita 'bootleg' anual de Bob Dylan me lleva esta vez a álbumes por los que ha pasado justo medio siglo, John Wesley Harding (1967) y Nashville Skyline (1969), paradas en suelo country sobre el que Dylan se refugió para recuperarse del accidente de moto sufrido en el 66 y exiliarse en el sótano con el grupo aquel que pronto se harían llamar The Band. El paréntesis sacó al músico de la fiebre de su popularidad y lo introdujo en espacios musicales que huían de la psicodelia imperante. El autor no quería la fama y se escondía en los parajes naturales de Woodstock; era un hombre de campo de aspecto humilde, un ser anodino que cambiaba el aspecto y la voz. Daría un nuevo paso en otra dirección, también admirable.

Me paro en John Wesley Harding. El disco toma el nombre de un forajido del siglo XIX al que se le añade la 'g' final en el título y retrata con Polaroid en la portada a Dylan sin el alboroto de sus rizos rodeado de dos músicos de Bangladesh y un carpintero del lugar. Produce Bob Johnston, un hombre apegado a Nashville y al country, y solo tres músicos refuerzan al autor: el baterista Kenny Buttrey, el bajista Charles McCoy y el guitarrista Peter Drake, que apenas compartieron nueve horas en tres sesiones con Dylan. El álbum no ha perdido para mí la acústica frescura misteriosa que intuyo tuvo cuando apareció y que sentí cuando lo escuché por primera vez. Me encantan temas como I pity the poor immigrant, The wicked messenger o I dreamed I saw St. Augustine. No olvidemos que en este disco flota la mágica All along the watchtower, poco antes de que empezase a ser electrificada para la inmortalidad.
 
(Las versiones distintas de algunos de estos temas que aparecen en Travelin' Thru: The Bootleg Series vol. 15, no desmerecen de las originales).

jueves, noviembre 14, 2019

VOLUME ONE 517: SANTA CRUZ (PARDO)

Y ahora, a tirar para casa. El bueno de Pardo saca de Santa Cruz (Acaradeperro, 2019) la energía y la añoranza (nuestra morriña) que convierten los discos en retratos íntimos de uno mismo. Cuenta que en Santa Cruz recuperó su vida cuando se le escapaba y de allí creó canciones que entrega para la "adopción, interpretación y cariño" de quienes las reciben. Se agradecen. Cuando su voz gastada y callejera se enciende, entramos en terrenos de blues y rockabilly bien pulidos; cuando se modera, escarba en los recuerdos para ofrecer preciosas baladas (Si te vas de mi vida, Desde que existimos tú y yo, con la emocionante voz de apoyo de Nuria Luiz). El álbum, descarnado y liberador, salpicado de gotas latinas, crece siempre y mejora la anterior entrega del autor, Libélula. El tema Mi garganta rubrica el negocio de la autenticidad, y de ello entiende Pardo.

Nota: 7,5/10

 

miércoles, noviembre 13, 2019

LIVE IN 236: LO ÚLTIMO DE COLDPLAY... NO ESTÁ MAL

Permiso (breve) para recuperar a Coldplay. Pensé que nunca más pasarían de nuevo por este blog, que después de sus penosos álbumes de esta década (Mylo Xyloto y A head full of dreams, sobre todo) no volverían a merecer mi atención, y que con nadie iba yo a mantener una conversación sobre este grupo desinflado, ahogado en una mediocridad cómoda y acaudalada, triste despojo de una banda que en la década anterior, y me reitero, sí firmó discos excelentes. Que hoy, tras los recientes descalabros, hayan acabado un disco decente, es para mí noticia.

Debió de ser una tímida corazonada lo que me ha hecho concederle una oportunidad de gracia a Everyday life, sí, lo nuevo de Coldplay. Este es el trabajo más desconcertante del grupo, que se olvida de pobres canciones empalagadas de noñería y buenismo, cargadas de versos y coros para el babeo de los grandes estadios, y camina esta vez en distintas direcciones, no sé bien con qué criterio. Esto es lo que choca del disco, con muy pocas concesiones y escasamente comercial, que se permite breves piezas casi desnudas y arrimadas al gospel y al blues, introduce voces en otros idiomas y fragmentos ajenos y se permite un interludio de medio minuto (trinos en la naturaleza) dividido en seis cortes. Y aunque hay un par de temas que se dejan afectar por el buen rollismo azucarado del grupo que debilitan el final del álbum, hay otro par deslumbrante (Trouble in town, Arabesque) y un resto de repertorio digno. Quizá no se han perdido por completo.

lunes, noviembre 11, 2019

BOOTLEG SERIES 80: THE PAINTED HORSES

Mis viajes por el vasto territorio americano son cada vez más contados. Pesa el kilometraje y el bólido ya no está para trayectos generosos. Alguna vez, esporádica, caigo en una parcela bonita y tranquila en la que detenerse un rato, cerrar los ojos y escuchar solo la música que sale de las raíces de ese terreno. Esto me ha pasado ahora con The Painted Horses. Lo justo sé (leo) de esta gente. La cosa surge hace unos años porque Denys Kozakis y Natosha Wengreen tienen mucho en común, allá en la montañas californianas de Santa Cruz. En directo tocan en formato trío o en banda con más personal, y tienen un par de discos. Los descubro con The Painted Horses (2019) y algo de su agradable música me recuerda al primer Ray LaMontagne, un Ryan Adams reposado y a The Milk Carton Kids. Tocan lo que hay que tocar, sin florituras y con concisión. Un poquito más de ímpetu no les haría mal, pero gustan. Oportunidad.

viernes, noviembre 08, 2019

SOUNDTRACK 241: DE NIRO, PACINO, SCORSESE, THE IRISHMAN (I)

El cine y sus mitos, sus dioses. Con los que crecimos. A quienes veneremos una vez, no tanto después. La mafia, el crimen. Un asesino, un sindicalista. El poder, la corrupción. Robert De Niro, Al Pacino y un largo elenco, en The Irishman, de Martin Scorsese.

Hace mucho tiempo que no me ilusiono con una película. Me refiero a una ilusión previa a verla, ilusión y fe en ella, en que me entusiasmaré con lo que cuente y con cómo lo cuente. Ahora recupero aquellas viejas emociones que tuve antaño, no recuerdo bien cuándo por ultima vez, con El irlandés, o The Irishman, y aquellos actores y cineastas que me encantaron desde siempre (en sus tronos y en sus caídas, en lo celestial y en lo insignificante) me dicen de nuevo que el cine es una maravilla de nuestras vidas.

Las últimas grandes actuaciones de De Niro quizá sean Being Flynn y Luces rojas, las dos de 2012, y se echa en falta su excelencia, desde luego. El último gran papel de Pacino, uf, Insomnio, y me tengo que ir a 2002. Y aunque aún me asombro con joyas como La invención de Hugo (2011), añoro al Scorsese magistral de Taxi Driver, Toro Salvaje, Uno de los nuestros o La edad de la inocencia. Os espero, juntos, con los brazos abiertos. Si tiene que ser en casa, pues vale; si fuera en una sala, mejor.
 

martes, noviembre 05, 2019

GREATEST HITS 232: GIMME SHELTER... AROUND THE WORLD

Otra canción universal sobre las voces, instrumentos, ritmos y almas de las culturas a través del mundo. Nadie bate a Jagger (ni a Merry Clayton en los aullidos) a lomos de Gimme shelter, pero la jamaicana Roselyn Williams me encanta en esta maravillosa versión que universaliza el tema aún más.

sábado, noviembre 02, 2019

VOLUME ONE 516: KIWANUKA (MICHAEL KIWANUKA)

El tercer álbum de Michael Kiwanuka está bien, bastante bien. Pero... Vaya, cuando comenté por estos lugares el segundo disco del británico hace tres años apunté el mismo pero... Mi reparo principal se debe a lo que impide que Kiwanuka (Interscope, 2019) sea un trabajo grande por si mismo, por el alma de sus entrañas y por sus méritos naturales, y que no es otra cosa que la huella marcada de su producción. Da la impresión de que Kiwanuka, el autor, ha dejado a Danger Mouse e Inflo la tarea de decidir cómo suene su disco, seguramente porque, como en Love & Hate (2016), la elección fue acertada, esa mezcla de arreglado soul setentero y recargada psicodelia contemporánea, y apostar por repetir la fórmula garantizaba, o debía de asegurar, las mismas sensaciones. Más o menos.

Como digo, el disco se disfruta. Suena a viejo y a nuevo, a antiguo y a moderno. Posee un clima que imprime calor a la escucha. El soul se apoya en un eco lejano de sensuales voces femeninas y la psicodelia, en guitarras estrujadas y teclados esponjosos. Hay temas con gancho y seguridad (el inicial You ain't the problem y las dos partes de Piano Joint y de Hero), y los hay más leves (Hard to say goodbye, Light), que en vez de explotar se diluyen. Y de nuevo me pregunto: ¿vamos a saber algún día cómo el propio Michael quiere que suene su propia música? Creo que en el fondo desea otra cosa, y sería también elogiosa. La respuesta, en el próximo álbum, veremos con quién al otro lado del cristal.

Nota: 7,5/10

 

viernes, noviembre 01, 2019

SOUNDTRACK 240: KEN LOACH

Una breve entrada de admiración por Ken Loach, cineasta agudo y cruel, retratista amargo del ciudadano castigado y crítico puñal del sistema opresor y desalmado que desfigura la sociedad inglesa. Autor necesario (me atrevo a decir), cuyas obras, en distinto grado, reposan a la larga en mí. Películas de tinta invisible y trazo eficaz que ahora y siempre, con sus discursos realistas y cercanos sobre el paro, la precariedad laboral, la inmigración, la intolerancia y la integración social, habremos de agradecer.

Sorry we missed you, que se acaba de estrenar en salas, es de las mejoras películas de Loach, capaz de enfadarte e incomodarte, de hundirte en la desesperanza pero también de arrimarte a la salvación. Me faltan un par de filmes de sus comienzos, hace más de cuarenta años, y uno de los más recientes. Pocas veces él y su guionista habitual, Paul Laverty, se han puesto tiernos y graciosos, pero al hacerlo se han lucido como nunca (Buscando a Eric y La parte de los ángeles). Me gustan mucho Yo, Daniel Blake, En un mundo libre..., Lloviendo piedras, Felices dieciséis y Ladybird, Ladybird. Duelen las vidas que Loach agarra y pone a prueba con sus problemas y miserias. El cineasta más alejado de la ficción.

jueves, octubre 31, 2019

VOLUME ONE 515: THE ONLY ONES (THE MILK CARTON KIDS)

Los únicos, más o menos. Joey y Kenneth vuelven a servirse solo de las guitarras acústicas para agarrar a ellas sus voces delicadas en su nuevo trabajo, una especie de apéndice sin banda del hermoso álbum All the things that I did and all the things that I didn't do (2018). The only ones (Milk Carton Records, 2019), con siete temas en 25 minutos, abriga las canciones desnudas de este dúo folk que protege el género con mimo y melancolía. Hay mucho que me conmueve en la forma de cantar y cruzar las cuerdas de los Milk Carton Kids: la calma etérea de las voces que descansan en un fondo de tristeza y el eco liviano de las líneas de guitarras, que se relajan y se agitan para perfilar canciones de fina belleza. Pasa en I meant every word I say, My name is Ana o I was alive. Con o sin otros músicos a su lado (creo advertir las voces de Gillian Welch y David Rawlings en un par de temas), los repartidores de leche refuerzan mi fidelidad a ellos.

Nota: 7,5/10

domingo, octubre 27, 2019

VOLUME ONE 514: THREE CHORDS & THE TRUTH (VAN MORRISON)

Ha ocurrido alguna vez que al terminar de escuchar un disco supremo, una obra grande de un artista grande, he sentido el fulminante impulso de dar todo por acabado. Hasta aquí hemos llegado, ¿para qué seguir escuchando más música cuando he alcanzado la cima que roza los cielos?, me pregunto. Algo parecido me ha pasado ahora con Three chords & the truth (Caroline, 2019), el trabajo de un hombre que nos hace creer en las divinidades, al que debemos elevar allá tan arriba, a los cielos.

Van Morrison no para. Ni se agota ni da muestras de agotamiento, estado que otros parecen incapaces de admitir (Springsteen, Cave, Young). Seis discos en cuatro años de paseo por el blues, el jazz y el soul, siempre a caballo entre géneros con ejemplar naturalidad. En la sexta obra de esta serie The Man vuelve a las composiciones propias y se planta en cinco estudios a uno y otro lado del Atlántico para culminar un trabajo sublime. Todo suena impecable en este disco, todo encaja sensible y poderoso en canciones redondas de las que sobresalen un puñado: Dark night of the soul, You don't understand, Up on Broadway, Three chords and the truth y la espiritual Days gone by.

A dos meses del fin del año me acuerdo de unos cuantos álbumes estupendos desde enero tan buenos o mejores que estos tres acordes de Van Morrison, pero quizá este es el que me deja más satisfecho, el que convierto en mi disco del año. Cuestión de fe, o de emoción.

Nota: 9/10

jueves, octubre 24, 2019

VOLUME ONE 513: COLORADO (NEIL YOUNG WITH CRAZY HORSE)

Queda una amarga impresión de desgaste al terminar de escuchar Colorado. La segunda vez, después de que tras la primera sientas que te has tragado una de las peores obras de Neil Young con sus Crazy Horse. Tampoco es que mejore demasiado la cosa al acabar la siguiente sesión. Bueno, te dices eso de que a Neil le perdonas lo que no admites de otros. Y que el tiempo hace daño, o suele hacerlo.

Una pena. Porque Colorado (Reprise, 2019) empieza y termina bien, risueño con Think of me y crepuscular con I do. En estos dos temas, tranquilos y acústicos, es cuando mejor funciona el regreso de Mr. Young con su eterna banda; también pasa con Green is blue y Eternity, otros dos cortes pausados. La reunión, por supuesto, auguraba cuerdas nerviosas y distorsión, algo de furia sobre letras contra el poder, el consumo y los daños medioambientales. Y ahí, en esa sonora onda de NY y CH que es marca de la casa, cada vez más tosca, es donde falla el asunto.

El largo tema de rigor, She showed me love, carece de gancho y parece un cosido de otras largas piezas de Neil mucho más memorables. Las demás canciones cañeras, alguna aceptable (Shut it down) y otras con algún momento inspirado, se pierden en espesura guitarrera y voces débiles que no dan mucho de sí. Me duele el suspenso.

Nota: 4/10

lunes, octubre 21, 2019

SOUNDTRACK 239: BLINDED BY THE LIGHT... CON BRUCE DENTRO

A los que sabemos que un músico nos acompañará siempre, quienes una y otra vez (aunque no siempre), en las duras y en las maduras, seremos alumbrados por su voz y el aura que desprenden sus palabras, nos gustará Blinded by the light. No es una película extraordinaria, pero sí tiene dos o tres momentos de extraordinario poder que nos juntan con la fuerza evocadora de la música. Sí, una de las primeras canciones del Boss da título acertadamente al último film de la autora de aquel otro entrañable largometraje, Quiero ser como Beckam. Gurinder Chadha se inspira en las vidas reales de un chico inglés de origen paquistaní y de su familia y amigos a partir del momento en que descubre las canciones de Bruce Springsteen.

Estamos en Luton, a mediados de los años ochenta, estancados por los estrictos rigores de una familia apegada a la tradición de su país, recelosa de quienes la acogen y con el dinero como único norte. No hay mucha esperanza afuera: el paro destroza carreras y vidas y la población rechaza a los extranjeros. Y en esto que Javed escucha al Boss, y sus canciones hasta la fecha, allá por la época del disco Born in the USA, empiezan a conducir su vida, le ayudan a luchar, a tener valor, a sentirse libre y a crecer. Como decía, hay algunas escenas magníficas (el alumbramiento con Dancing in the dark, el flechazo romántico con Thunder road, la alegría de correr en libertad por la ciudad cantando Born to run) que compensan la endeblez de otros aspectos más simples y manidos del guion; son momentos que convierten la vida en un musical, que nos fusionan con la esencia del rock and roll y hacen revivir a aquellos adolescentes que fuimos cuando creimos encontrar en Bruce la respuesta a todo.

Un apunte: al final te enteras de que el joven en quien se inspira la película se convirtió en un hombre que ha visto en vivo a Bruce unas 150 veces en su vida. Apuesto a que en uno de ellas yo también estaba allí.
 

domingo, octubre 20, 2019

VOLUME ONE 512: SOMEBODY'S KNOCKING (MARK LANEGAN BAND)

Si hay un grupo seguidores en el que se juntan los desencantados con Mark Lanegan, me sumo. Más que desencanto, diría cierto desapego. Libre e impredecible como es, hoy a Lanegan el viento le peta de lado y se inclina desde hace un tiempo hacia climas turbios cubiertos por distintas capas de abrigo electrónico que lo alejan bastante de aquel solista enigmático que se escondía en Whiskey for the Holy Ghost y Field songs. Desde Blues funeral (2012) se advierten inquietantes ruidos de fondo, con más resalte tecnológico en Somebody's knocking (Heavenly, 2019), álbum crudo y áspero que guarda más bien desarreglos sobre atmósferas misteriosas.

Admito los rumbos impulsivos que va dando la carrera de Lanegan desde hace una década y generalmente me gustan sus decisiones cambiantes, unas más que otras (sí a los discos con Duke Garwood o con Isobel Campbell, no a Imitations o Phantom Radio). Pero a este último álbum no consigo enchufarme. A veces me parece feo, a veces tosco, y en cambio otras veces su música se inyecta de una extraña sutilidad. No es el Lanegan que apruebo, de todos modos.

Nota: 4,5/10

jueves, octubre 17, 2019

VOLUME TWO 99: CARAVAN

Alguna vez buceo por las aguas embarradas de ese género poliédrico en el que el rock se fusiona (con más o menos intenciones artísticas) con la psicodelia, el jazz o el folk para producir una música que bebe de la experimentación y apunta al desconcierto. Me gustan otros híbridos menos ambiciosos que el llamado rock progresivo, pero el poder de seducción que tienen algunas de esas fusiones me resulta enriquecedor. Caravan lo consigue. Cuando descubro sus discos, básicamente los de su primera etapa, en la década que va desde 1968 a 1976, es fácil que su música me sumerja en un estado de relajante levedad.

De las bandas surgidas en aquella época en torno a la británica escena de Canterbury, donde confluían diversas inquietudes artísticas y musicales (y mucha droga), Caravan es la que más me gusta. Quizá porque la encuentro más accesible, laberíntica aunque con salida al final del trayecto, menos oscura y compleja que la de Gong o Soft Machine, grupos en los que me pierdo, con los que, a la postre, acabo saliendo enseguida de Canterbury para asomarme mucho más adelante. Caravan, hoy seguramente tan olvidados como la mayor parte de sus contemporáneos, se apoyó en la persistencia intermitente de sus miembros más duraderos, Pye Hastings y Richard Sinclair, aunque con el paso de los años del equipo hubo migraciones a otras formaciones. En Caravan, psicodelia y jazz se agarran de la mano para crear una atmósfera de niebla en la que el rock se hunde y sale a flote en vaivén. Se advierte en los mejores trabajos del grupo: If I could do it all over again, I'd do it all over you (1970), In the land of grey and pink (1971) y For girls who grow plump in the night (1973), con los que uno descubre el excitante misterio de su rompecabezas musical.

martes, octubre 15, 2019

SOUNDTRACK 238: SENTIR EL CINE DE WOODY ALLEN

Día de lluvia en Nueva York. Sentir la humedad, las gotas que golpean el paraguas y se deslizan hacia las aceras. Y el olor intenso de la piel mojada que rozan los cabellos. Sentir también la fugacidad del tiempo, las flechas revoltosas del amor y la incerteza del destino.

Me gustan más otras películas de Woody Allen, tanto aquellas por las que han pasado décadas como las que aún tengo frescas en el recuerdo. Pero hay películas suyas que, aunque me presenten a personajes con los que no sintonizo, con los que poco o nada tengo en común, y situaciones que me resultan ajenas o lejanas, me atraen tanto que me invitan a atravesar el celuloide para habitar en ellas, como le ocurría a la espectadora desencantada con su vida en La rosa púrpura de El Cairo.

La sensación que me produce entrar en la sala para ver una película de Woody Allen, seguir la proyección y marcharme a casa pensando en su desenlace y sus numerosas ideas y reflexiones es incomparable; no me la proporciona la obra de ningún otro gran cineasta. Expectación, ilusión, esperanza, una fe auténtica en que la vida no es tan dura como parece... todo esto se conjuga. Día de lluvia... me lleva a un tiempo irreal, o suspendido entre el sueño y los deseos. Me anima también a que me caiga un chaparrón encima.

(Juicio al artista por sus obras, no por sus actos (¿probados?). ¿Hacía falta recordarlo?)

domingo, octubre 13, 2019

ALGO FALLA

Vuelves después de mucho tiempo a ese lugar que solías cerrar, donde la música te agarraba del abrigo y no te soltaba, donde te sentías como en casa e invitabas a todos a entrar. Antes le dabas la mano a Rod Stewart y a los Stones, con Otis Redding y Janis... pero esta vez te sientes extraño ante La Casa Azul y Los Fresones Rebeldes, ni siquiera reconoces al Elvis que ha sonado antes. No hay más que mirar a tu alrededor: estás fuera de lugar, aquí no encajas, ya no te aceptan, tu edad no te permite entrar. Qué haces aquí, te preguntas. Ya no perteneces a este tiempo, ni a ninguno en realidad. Qué cojones está fallando.

martes, octubre 08, 2019

VOLUME ONE 511: ODE TO JOY (WILCO)

La sorpresa es el antídoto contra la indiferencia. Wilco no dejan de sorprenderme. No me gustaron sus dos discos anteriores, Star wars y Schmilco; contenían una o dos cápsulas luminosas entre material grisáceo, lo menos inspirado de su producción. Me encanta en cambio Ode to joy (dBpm, 2019), su undécimo álbum (sin contar una entrega en directo y los trabajos cofirmados con Billy Bragg para honrar a Woody Guthrie); es una de esas obras que te desconciertan en la primera sesión, te encadenan en la segunda y te absorben en todas las siguientes. Wilco me parece una banda fuera de lo ordinario, un prodigio único en su especie.

Ode to joy cocina música cruda y la calienta a fuego lento; al masticarla encuentras la excelencia de su sabor en el fondo del paladar, cuando la digieres despacio, entregando la atención a multitud de detalles: la armonía que alcanzan fragmentos rotos de sonido (Bright leaves), las hábiles percusiones que acompañan los ritmos machacones sobre los que laten las canciones (Citizens, Quiet amplifier), el lejano eco de acordes y sonidos que estremecen las atmósferas (White wooden cross), los espamos asombrosos de ese guitarrista de otro planeta que es Nels Cline (We were lucky, la maravillosa Love is everywhere (Beware)), la voz triste de Jeff Tweedy... A veces creo volver a Being there, otras nado sobre las olas de Summerteeth y A ghost is born. Qué lujo este grupo de músicos tremendos, sublimes cuando están juntos. Qué buenos de verdad.

Nota: 9/10

 

lunes, octubre 07, 2019

EL RUIDO DE GINGER

Una reflexión sobre la vida y la muerte (así sin pensar mucho en cómo darle orden a mi cabeza) a propósito del fallecimiento de Ginger Baker. Con música de fondo.

Este hombre siempre me dio miedo, un loco con el tambor: su aspecto endemoniado, la agresividad con las baquetas, la furia con la que tocaba en un supergrupo tan poderoso y venenoso, Cream, que me atraganta. Hace unos años vi un documental sobre su vida y su carrera en el que Ginger se regodeaba en su personaje, explotaba su mal humor y se dispersaba en la complejidad de su música en las formaciones que creó o por las que pasó en las últimas décadas.

Desde la posición de quien es torpe con los palos, discuto las cualidades de Ginger Baker. Me aburre el exceso y la filigrana y al escuchar su batería me convenzo de que me parece tosca y fea, y cuando hace solos es abrumadoramente aburrido. Siempre antepondré el cálculo sobre la floritura, las notas y sonidos que no se oyen sobre los que saturan.

Murió a los 80 años (de Cream resiste solo Clapton). Tiene 85 John Mayall, a quien hace unos días saludé cuando me entregó un disco que le compré justo antes de un fantástico concierto. Su aspecto es saludable y Mayall siempre me ha parecido una persona cercana y amable. ¿Moriremos sobre un escenario, inclinados sobre las teclas con una armónica en los labios o sentados ante la batería aporreando cajas y platos?

viernes, octubre 04, 2019

BOOTLEG SERIES 79: LAS HERMANAS WOLFF

Hermanos (los Allman, los Felice, los Avett, los Van Zant dentro de Skynyrd, los Goldsmith en Dawes...) y hermanas (las McGarrigle, las Secret -Lydia y Laura Rogers-, las gemelas Watson, Rising Appalachia, Larkin Poe...) tiene la música americana para dar y tomar, algunos y algunas dignos y dignas de exaltación en este blog. La puerta sigue abierta, ahora para promover el trío de las hermanas Wolff. Rebecca toca la guitarra acústica, Rachael la eléctrica y Kat los teclados; las tres cantan también y un bajista y un baterista las acompañan. Empezaron a tocar en la escena musical de Boston, nos cuenta la Bio de su página web, y ademas nos dice que, cómo no, Dylan y Springsteen alimentaron sus inquietudes musicales, pero también los Dawes, mira tú. Las descubrimos con su álbum Queendom of nothing, de este año, corto, con ocho temas. Y a uno le deja contento su escucha. The Wolff Sisters no van a cambiar nada ni causar asombro; no huyen de los moldes de la mejor música americana, pero el apego con que se abrazan a ellos les siente muy bien. Probablemente sigan dignificando la fraternidad musical desde su humildad. Y Springsteen (el mejor Boss, me refiero) flota en sus canciones, y The Band también, y (de nuevo, vaya) Dawes. A seguir.

BONUS TRACK 212: NEON BLUE BIRD (OLLABELLE)

No encuentro el recuerdo de cómo ni cuándo tuve mi primer contacto con Ollabelle. El folk, country, bluegrass y rock que cruzaban y entrelazaban me atrajeron entonces, con sus cálidas voces masculinas y femeninas como elegante hilo. Había una limpieza contemporánea en su música que depuraba raíces sin desprenderse del polvo. Se inspiraban en el campo aunque tenían la base en la parte más bohemia de Manhattan, el Village. Empezaron como sexteto y derivaron en quinteto, pero en 2011 se dieron una pausa que no se ha roto para traer más discos. A los dos primeros acabo de sumar el tercero y último, tras media hora de inmersión en una de esas tiendas de discos que guardan tesoros y resisten la cruel amenaza del cierre. Neon blue bird (2011) reúne a Amy Helm, Byron Isaacs, Glen Patscha, Tony Leone y Fiona McBain con más temas originales que en los trabajos anteriores, canciones irresistibles en un disco de gran viveza y belleza, testamento o no de una banda a descubrir y reivindicar.

jueves, octubre 03, 2019

LIVE IN 235: JOHN MAYALL, A CORUÑA, 2019

Entro en el teatro Colón y en el hall, sentado tras una mesa, como si esperase a que alguien le trajese un café, nos mira John Mayall. Un tipo normal ahí sentado, tranquilo, dejándose fotografiar, firmando discos, ofreciendo la mano, dando las gracias, vendiendo su música.

Termina el concierto y vuelvo al hall. Somos más quienes ahora nos agrupamos ante la misma mesa, donde solo un minuto después de haber bajado del escenario nos esperan de pie John Mayall y sus tres músicos para firmar, hablar, agradecer, sonreir, vender su música.

Entre un encuentro y otro con este señor de casi 86 años (este mentor, este maestro, esta leyenda, esta institución) han pasado dos horas de éxtasis de blues universal, de música que no tiene edad y te envuelve para no dejar que te sueltes. Cuatro músicos formidables, por momentos de otra galaxia, el bajista Greg Rzab, el baterista Jay Davenport, la guitarrista Carolyn Wonderland y un John Mayall alegre y jovial, entregado a su pasión por el blues. Con esta gente el oficio de músico se eleva a lo más alto del firmamento. Sobresaliente. Para siempre.

martes, octubre 01, 2019

VOLUME ONE 510: SINEMATIC (ROBBIE ROBERTSON)

Apuesto a que no pocos de quienes tienen (tenemos) a The Band en un pedestal dejan a Robbie Robertson en último lugar. Su ruptura con Levon Helm, la separación de sus amigos y el olvido en que los dejó, sus ansias de protagonismo y los asuntos legales que le convirtieron en el máximo beneficiario de las ganancias de la banda no han jugado a favor de Robbie desde la despedida en The last waltz, y ya han pasado cuarenta años. Sus malogrados compañeros dejaron mejor recuerdo, y él, el único superviviente con Garth Hudson, parece hoy una persona ajena a aquella extraordinaria formación, de la que fue, sin duda, una de sus almas y mayores talentos. Sus discos en solitario (seis desde 1987 sin contar unas pocas bandas sonoras, casi siempre junto a Martin Scorsese) en nada recuperan las esencias de The Band, ni de lejos, aunque no son nada despreciables. Como Sinematic (Universal, 2019).

Robbie abre su último álbum con un dueto con Van Morrison más que aceptable, para adentrase de inmediato en texturas atmosféricas que su guitarra y el habla de su voz arenosa estiran y encogen. Otras cuerdas, las de Doyle Bramhall y Derek Trucks, enriquecen ese clima disperso que cubre un disco de estilo esquivo pero seductor, al que Glen Hansard y Laura Satterfield prestan voces en los temas más excitantes. No sé muy bien qué desear de su autor. El pasado ha quedado muy lejos, y no siempre es acertado regresar.
 
Nota: 7,5/10

lunes, septiembre 30, 2019

VOLUME TWO 98: RARE EARTH

Esta sección dedica a veces unas líneas a músicos o grupos que por distintas razones han pasado de refilón por las páginas sensibles de la música. Algunos gozan hoy, habiendo corrido demasiado tiempo desde su aparición o habiendo sido reivindicados más tarde por recuperadores de tesoros, de cierta condición de culto; otros se han perdido en el olvido sin adoradores. ¿En qué categoría encaja Rare Earth? Quizá en cualquiera de las dos. Qué importa. Solo vivieron poco más de una década, del 67 al 78. Fueron una de esas grandes bandas dignas de merecer mejor recuerdo.

Por un par de razones. En Rare Earth conviven sin conflictos ni desvíos el rock, el soul y el funk, unas veces dejándose entregar a raíces bluseras; otras, llevar por largos éxtasis jazzísticos que construyen canciones siempre excitadas e intensas. El grupo salió de Detroit y emergió de la Motown, así que con tales enlaces y atributos no deberían de fracasar en conjugar ingredientes musicales con las dosis apropiadas de pasión. En sus años unidos, aunque con cambios de formación, dejaron una decena de discos, de los que un manojo (Get ready, Ecology, Ma) rozan las cinco estrellas. Pero el exceso de versiones de otros artistas (unos cuantos en la nómina de Motown), el poco calado de sus temas propios y las luchas internas entre miembros acabaron por enterrar a Rare Earth. Hasta que alguien haya que quiera devolverlos a la superficie.

miércoles, septiembre 25, 2019

GREATEST HITS 231: THE WEIGHT... ALREDEDOR DEL MUNDO

No necesita presentación. Una cumbre de canción. Una obra maestra y punto. The Weight.

He visto algunos vídeos con canciones interpretadas por distintos intérpretes aquí y allá, en el primer mundo y en el tercero, en una habitación de casa y en los rincones más alejados del planeta. Gestos por buenas causas, la gente unida por el cambio. Razas, costumbres, culturas que se cruzan, un lenguaje único. Cada fragmento se enlaza y toda la mezcla suena de maravilla. Es la unión de la música en torno a un tema que convierte el encuentro en algo universal. Robbie, Ringo, Lukas, Larkin Poe y todos los demás a quien no tengo la ocasión de conocer hacen todavía más enorme The Weight. Emoción suprema.


lunes, septiembre 23, 2019

BOSS 70

Cierro los ojos y me veo entre la multitud. Me siento dentro de una esfera infranqueable y la música es mi aire. Río y lloro por igual, abrazo a mi amor. ¿Qué más puedo pedir? Felicidades. Yo seguiré a tu lado.

Hoy, si tengo tiempo, pincharé este programa: Spirit in the night, Incident on 57th street, Jungleland, Prove it all night, Stolen car, Atlantic City, Downbound train, Two faces, I wish I were blind, If I should fall behind, Youngstown, Further on (up the road), Maria's bed, Terry's song, The wrestler, Wrecking ball, High hopes, The wayfarer... y nos iremos al río y en él nos sumergiremos.

viernes, septiembre 20, 2019

VOLUME ONE 509: MA (DEVENDRA BANHART)

En música, me atrae la indefinición: no saber con lo que te puedes encontrar, desde vanguardia osada a vueltas de tuerca a los géneros tradicionales. Los artistas sin etiquetas a las que ajustarse, sin estilos delimitados ni de fácil suscripción, en algún momento firman una obra fiel a su carácter inquieto y explorador que sobresale entre su discografía. Creo que lo acaba de hacer Devendra Banhart con Ma (Nonesuch, 2019), su trabajo más completo y satisfactorio, un álbum verdaderamente bello.

Este hombre, una de esas almas de artista libre e impredecible a caballo entre culturas (al que las revistas ubicaron hace una década bajo el paraguas de una corriente fugaz denominada freak folk), me suele dejar frío. Hay hallazgos en sus obras y uno o dos buenos temas por entrega, pero ninguna deja eco. Ma, en cambio, es un disco cálido, de sonidos finos y elegantes arreglos, cantado en inglés y en castellano, para descansar y desconectar. Con composiciones de apariencia frágil pero muy bien trazadas que oscilan entre suave folk de fragancia latina y recogido pop de tranquilas armonías (o no), siempre con la voz mansa del autor. No sé bien lo que exprime Devendra, y no me importa. Este disco (y canciones como Ami, Abre las manos o Memorial, donde parece Leonard Cohen quien recita) me gusta mucho.

Nota: 8/10

martes, septiembre 17, 2019

SOUNDTRACK 237: WILD ROSE

Cine y música en comunión. Los sueños dorados, la realidad oxidada. Un idea estimable, un guión cojo, una actriz (y cantante) excelente. Wild Rose

Rose-Lynne Harlan ama la música country. "Tres acordes y una verdad", reza el tatuaje de su brazo, que toma prestada las palabras del compositor Harlan Howard para sintetizar el alma de country. Pero Rose no nació ni vive en Nashville, sino en Glasgow. Acaba de salir de la cárcel y debe cuidar de sus dos hijos pequeños, que en el último año han estado al cargo de su madre. De nuevo en libertad, Rose-Lynne quiere cumplir sus sueños: cantar, grabar, convertirse en una artista de la música country... sin dinero, como único soporte de sus hijos, sin banda, a caballo de sus impulsos, no siempre convenientes. Porque Rose es un torbellino, una inconformista cuyos sueños chocan con las barreras de su vida, cubierta por el asfalto y la lluvia, sin mullidas alfombras sobre las que caminar.

Si por algo puede guardarse en el recuerdo Wild Rose es por la magnífica presencia de Jessie Buckley, cantante y actriz irlandesa que hace funcionar el film y compensa sus debilidades (argumento esquemático, secundarios simples, buenismo de manual). Cuando Jessie canta, sola o con grupo, baladas tristes y canciones festivas, luce la pasión que su personaje entrega a la música que ama y el poderío emocional de su intérprete. Lo demás, poca cosa.