martes, septiembre 30, 2008

LIVE IN 62: REINA SIN TRONO

No debería darle más vueltas, lo sé. Han vuelto y punto, están en su derecho y no se lo voy a reprochar ni mucho menos a prohibir. Aunque me preguntó por qué o para qué lo han hecho. El placer de tocar nunca se agota, quiero suponer, pero, ¿qué nos puede ofrecer Queen ahora?

Estas reflexiones completan las que hace poco y hace algo más de tiempo expuse sobre el regreso a los estudios y a los escenarios de bandas que llevaban largo tiempo inactivas y que (realmente, la verdad) no eran añoradas. El rock sobrevive a las mareas con sus esquemas vacilantes, azotado a veces por periodos de mediocridad o aburrimiento hasta que asoman de nuevo a la superficie atisbos de frescura y brillantez. Muchas genialidades están aún por descubrir. Queen, en cambio, dejaron de ser geniales hace mucho tiempo, si es que alguna vez lo fueron. Marcaron unos cuantos años de una década, quizá dos, con su brutal despegue (desde el 73 al 76) y una consolidada madurez (del 84 al 86). Freddy Mercury traspasó las fronteras del liderato escénico para convertirse en un incansable y divertido ‘showman’ y un póstumo icono sexual. Irremplazable él tras su muerte en 1991, el grupo vivió de reediciones y recopilaciones hasta que, descabalgado el bajista, John Deacon, decidió unir a un excelente vocalista como Paul Rodgers, torrencial cabecilla de Free y Bad Company pero sin el carisma de Mercury. Grabaron un directo y ahora acaban de publicar un disco de estudio con material nuevo, The Cosmos rocks (Hollywood, 2008).

Queen, para mí, se agotaron fulminantemente, envejecieron enseguida y perdieron una chispa que los volúmenes históricos del rock, en cambio, van a dejar siempre encendida. Ahora, con canciones originales, no es más que un grupo de oficio incapaz de entusiasmar. Su blando rock duro actual lo sitúa en ninguna parte, sin que parezca Queen un viejo grupo que se adapta a los nuevos tiempos ni tampoco una vieja banda fiel a los primitivos patrones. Doy un bocado y sus espirales guitarrísticas, su entramado rítmico o su refuerzo vocal no me saben a nada.

Punto final a este asunto.

sábado, septiembre 27, 2008

GREATEST HITS 56: THE NIGHT THEY DROVE OLD DIXIE DOWN (II, by JOAN & JOHNNY)

Esta canción la destaqué en el blog hace tiempo, aunque no la pinché con su correspondiente imagen. Entonces me refería a la versión original de The Band que tanto nos encanta. De paseo entre vídeos y viejas actuaciones se planta de nuevo Old Dixie ante mis oídos, demostrándome que las buenas canciones, las grandes canciones, las canciones enormes, no se pueden estropear de ningún modo.

Joan Baez y Johnny Cash fueron también seducidos por la pócima mágica que fluye por The night they drove old Dixie down. Ella la interpreta abrigada por su guitarra y su canto de ave en un programa de televisión. Él la murmura en una sola estrofa al calor de una hoguera cual temible hechicero de la noche que narra sus conjuros a una tropa de soldados.


SIEMPRE VIVO

Hay gente que nunca se muere.

Hay gente que no puede morir.

Pero hoy se ha muerto algo dentro de mí.

Gracias por todo, GIGANTE. Gracias por Butch Cassidy, Billy el Niño, Frank Galvin, Sully, Rocky, Lew Harper, Brick, Luke, Hud, Roy Bean, Eddie Felson…

Hasta siempre. Siempre vivo.

miércoles, septiembre 24, 2008

VOLUME TWO 41: NEKO CASE

Aunque no estén en mi selección de favoritos hay músicos que me agrada visitar de vez en cuando, más bien tarde que pronto, pero que en cada una de esas veces desprenden un halo casi imperceptible que me ata a ellos contagiosamente. Busco ejemplos antes de llegar a la protagonista de este post: Buddy Miller, Nick Drake, Laura Nyro, Stephen Stills, Gillian Welch. Y Neko Case también. En su caso encuentro vigor en su expresividad, una huella profunda en su manera de cantar, prolongando el eco metálico y retumbante de su voz americana en la madeja formada por su country alternativo.

Me pasó al conocerla. Tuve que escuchar su música más de una vez para descansar en su tirante calidez con comodidad. Una vez conseguida esta sensación reconocí hermosas canciones, fascinantes acordes y una espontánea emoción en su puesta en escena, en su interpretación.

Nació en Virginia hace 38 años y se movió por varios estados antes de su adolescencia; abandonó el nido para probar fortuna en círculos artísticos y tocó la batería en bandas menores canadienses; saltó sin red de la escena punk a la country y adoptó en sus versiones y en sus propias composiciones un estilo personal, una refrescante y modernizada recuperación de los esquemas country-folk-rock americanos. Quedó adoptada al norte de los USA, por eso prestó su voz dominante a The New Pornographers mientras comenzó a grabar por su cuenta junto al grupo The Boyfriends. En 1997 publicó su primer disco, The Virginian, al que siguieron trabajos más corpulentos: Furnace Room Lullaby(2000) y Blacklisted (2002), su obra casi redonda (¡qué enorme canción Deep red bells!), grabado en tierra de maestros, Tucson. Repitió en la ciudad de Arizona con Fox confessor brings the flood (2006) bajo el techo del sello Anti.

Os dejo estos ejemplos, los que despiertan cada cierto tiempo mi admiración por Neko Case.

domingo, septiembre 21, 2008

VOLUME ONE 157: CARRIED TO DUST (CALEXICO)

Me gusta pensar que Burns, Convertino y el grupo de estupendos músicos que reclutan son como unos amigos que nunca te fallan, y que cada vez que los invitas a comer o a cenar en vez de presentarse con una botella de vino o unos pasteles te entregan una bandeja de hermosas canciones para saborear a la hora de cualquier postre. Carried to dust (Quarterstick, 2008) es otro sabroso colofón a la velada.

No encuentro mejor forma de referirme a este disco que como en este otro blog ya lo ha hecho otro cronista, otro gran oyente con un oído más fino… otra víctima del embrujo de Calexico.

Noya: 8/10

sábado, septiembre 20, 2008

BONUS TRACK 57: BRING IT ON (GOMEZ)

Diez años no son nada. O son muchos. Según. Hace diez años publicaron su primer disco los británicos Gomez, Bring it on, que en su décimo aniversario han reeditado con el añadido de otro cd de versiones diferentes, descartes y rarezas. Llevaba tiempo sin escuchar a esta peculiar banda, su imprevisible música, laberíntica y juguetona, capaz de irritar o enfadar al más intransigente y de conmover al más delicado. Bring it on, de nuevo hoy, me sigue pareciendo su mejor álbum.

Es curioso aún que no sepa bien cómo describir lo que sale de los instrumentos variados que combinan los cinco componentes de Gomez. Quizá son listos de más o genios modestos; no dan el coñazo en cualquier caso, pero cada vez que hablan lo hacen con unas cuantas joyas musicales bajo el brazo. Bring it on las tiene (esa pesadilla inicial que es Get miles, Tijuana lady, Free to run, Rie’s wagon), envueltas en efectos, giros imposibles, despistes asombrosos, frivolidades y sabia inventiva. El pop, rock, blues o lo que sea que hacen Gomez me ha sonado esta vez más psicodélico que nunca.

jueves, septiembre 18, 2008

VOLUME ONE 156: SEX & GASOLINE (RODNEY CROWELL)

Los resúmenes biográficos de Rodney Crowell lo presentan como un forajido musical del country rock americano muy bien rodeado. Tuvo buenas amistades (Townes Van Zandt), prestó su guitarra y unas cuantas canciones a figuras de cabecera del movimiento (Emmylou Harris) y se unió a familias legendarias (Rosanne le hizo suegro de su padre, el gran Johnny Cash). Además tuvo sus propias bandas, su propia carrera y su propio estudio, en el que produjo a algunos músicos de generación a lo largo de un par de décadas, entre otros a su esposa. Yo descubrí su faceta en solitario después de quedarme con su nombre en los créditos de algunos discos, un poco tarde, cuando ya había superado la decena de álbumes al publicar Fate’s right hand (2003). Ahora entrega un nuevo trabajo, Sex & gasoline (Yep Roc, 2008), material de primera para un autor con apariencia de segunda.

Joe Henry produce, y esto es una garantía mayor. Me encanta Henry desde que me fijé en sus tareas de producción y luego en sus discos en solitario (comentado alguno en este blog). Canta en un tema con Rodney y aporta su guitarra. No sólo eso, también dota al disco, con el apoyo de músicos de altura como Greg Leisz o Doyle Bramhall III, de dulzura acústica y sutileza ambiental. Las pocas cuerdas eléctricas producen un efecto escalofriante, son un ideal acompañamiento para la voz y el tono crepuscular de un Rodney Crowell gastado pero conmovedor (Sex & gasoline, Who do you trust, Funky and the farm-boy).

Nota: 8/10

lunes, septiembre 15, 2008

VOLUME ONE 155: ONLY BY THE NIGHT (KINGS OF LEON)

Estos chavales me despistan. Cuando los escuché por primera vez me parecían unos discretos vástagos surgidos de la tradición sureña de rock, impresión apoyada por la imagen desarrapada que lucían. Pero si se les afeita, se les corta el pelo y se les despeina cuidadosamente el flequillo, podrían pasar por el último grupo explotado por una multinacional con dos o tres sencillos programados para vender más de lo habitual. Pero no, no son tal, aunque ahora parezcan colegas de los Strokes o Jet, formaciones ramplonas con las que irrumpieron en el mismo pelotón a comienzos de esta década. Podrían llamarse The Followill (Brothers), pero los tres hermanos de Nashville y un primo con el mismo apellido son los Kings of Leon, que no sé aún muy bien ni por dónde caminan ni hacia dónde se van a dirigir.

Pero no está mal, eh. Su debut, Youth & young manhood (2003), me pareció superfluo, insignificante. Pasé por alto su continuación dos años después, y en 2007 me encontré con que Because of the times borraba todo rastro de aquellos críos melenudos huidos de su padre evangelista y embarcados en la caravana de bandas enraizadas en el blues rock americano; ahora sonaban más limpitos, experimentales y atmosféricos, más modernos (o modernillos), en definitiva.

Aquel tercer disco terminaba de manera magistral con un tema titulado Arizona y el cuarto recién terminado, Only by the night (Columbia, 2008), se pone en marcha del mismo modo con un no menos soberbio corte titulado Closer. Lo que sigue viene a ser una aproximada continuación de Because of the times, un trabajo que descubre equilibrismos sonoros y variadas piruetas climáticas cuanto más se escucha para desnudar sus atractivas capas. Van un poco deprisa, seguro que dispuestos a dar otro giro en cualquier momento.

Nota: 7/10

sábado, septiembre 13, 2008

LIVE IN 61: ¿SE LES ECHABA DE MENOS?

¿Echamos de menos tanto a un músico o a un grupo musical como a un ser querido? En mi caso, no. Es un sentimiento simplemente, único e intransferible. Incluso cuando se trata de uno o más artistas por los que la admiración se puede llegar a confundir con la devoción. Si Neil Young, por ejemplo, se toma un descanso de cinco o más años sin publicar nada de nada, creo que no lo voy a echar de menos. ¿Jeff Buckley? Claro que lamento su prematura muerte. ¿Lo echo en falta? No, al fin y al cabo puedo resucitarlo cuando quiera.

¿A qué viene esto? A que al leer una reciente crítica negativa del disco de regreso de un grupo que llevaba once años sin juntarse, el cronista se quedó a gusto al comentar que su retorno le parecía vacío e insignificante, movido por las necesidades alimenticias (¿qué tiene de malo?), que “nadie los echaba de menos” y que “su regreso no aporta nada”. Comentarios respetables, claro. Por mi parte, creo que en realidad a nadie, a ningún grupo, se le echa de menos y que, además, todo lo nuevo que pueda ofrecer, a estas alturas de caminata musical en el panorama rockanrolero, va a aportar muy poco.

The Verve y Metallica, dos bandas bien opuestas, han vuelto a grabar. Los primeros, once años después de su tercer álbum; los segundos no han tardado tanto desde el anterior trabajo de hace cinco. ¿Y? Me ciño al final del segundo párrafo. No hay revolución (ni se pretende), no hay bruscos cambios, no hay frescura. Dentro de unos meses intuyo que muy pocos se acordarán de que estos grupos han vuelto a la batalla y que las revistas no los incluirán entre los mejores de este año. Por cierto, que el disco tan maltratado era el de The Verve, titulado Forth, un regreso nada sobrenatural de la banda de Richard Ashcroft, pero sí por momentos gratificante. De Death Magnetic, obra de Metallica, no se puede ser tan halagador; su intento de volver al pasado se queda sin gasolina a mitad del camino, ahogado en un mar de cargante virtuosismo.

miércoles, septiembre 10, 2008

GREATEST HITS 55: STILL IN LOVE WITH YOU (THIN LIZZY)

Desde una pequeña tribuna del Porterhouse de Dublín, el refugio en miniatura de cuatro músicos cualesquiera, el sábado pasado una banda irlandesa interpretaba uno tras otro clásicos del rock mientras su público le vitoreaba desde los balcones de la segunda y tercera planta. Un tal Ditch Cassidy y su grupo, eran. Le sobraban años pero no voz ni pasión al ‘front man’, y le faltaban aún muchos por recorrer a su joven e intenso guitarrista. La actuación alcanzó su cumbre, entre la improvisación y la fidelidad generosa de minutos, cuando Phil Lynott volvió de entre los muertos entre las notas y palabras de Still in love with you, incluida en el disco Nightlife de 1974. Las canciones de amor con los títulos más sencillos alcanzan alturas místicas como esta.

martes, septiembre 09, 2008

LIVE IN 60: LA ALEGRÍA DE BEBER

No figura entre mis consumiciones, mas no he necesitado probar de nuevo el peculiar sabor que una vez me desagradó para dejarme convencer por sus efectos en el humor. He sido testigo en vivo, esta vez en la tierra de origen, a unos minutos de la fábrica desde donde fluye hacia todos los rincones de la tierra. La Guinness (o cualquier otra cerveza helada con el tostado, el claro o el negro como color)… una forma de ser feliz, una filosofía de vida.

Me quedo sobre todo con ese buen rollo: con los amigos que ríen cada uno agarrado a una pinta, con jóvenes y mayores girando sobre sí mismos al son de una pieza tradicional o pletóricos de voz como coristas de un guitarrista anónimo que comparte su pasión desde la esquina de un bar… y qué bar, un laberinto interminable de áreas y habitaciones donde la falta de espacio para avanzar o encontrar un hueco en el que pedir algo de beber mantiene unidos a los joviales camaradas.

Me quedo con esa alegría vetada a los borrachos crónicos (y con la paz de St. Stephen’s Green, las mareas de gente en Grafton Street, la paz de Howth, Dalkey y esos pueblos hermanos, los adoquines del templo, las rubias bonitas, la estatua de Phil y el aire que huele a U2).

sábado, septiembre 06, 2008

GREATEST HITS 54: WINDOW IN THE SKIES (U2)

Me escapo unos días. Un visto y no visto. Quizá sea suficiente. Necesito contemplar un cielo distinto, un mar diferente, cargar de kilómetros estas piernas, oír otras voces, cruzarme con rostros extraños, sentirme un desconocido en otro rincón del mundo… abrir la ventana aunque luego haya que volver a cerrarla y todo vuelva a ser lo mismo.

miércoles, septiembre 03, 2008

BOOTLEG SERIES 14: EVEN COWGIRLS GET THE BLUES

Otros cuadros americanos encuentran compañía sonora en la voz calmosa de algunas vaqueras de la tierra abrazadas a una guitarra. Hay muchas, muchísimas, que empiezan a cantar sus poemas un año y no reaparecen hasta mucho más tarde; que componen desde la soledad de un bungaló montañoso; desde las plazas más tranquilas de una ciudad bulliciosa… Un grupo de casi una veintena de estas chicas se puede escuchar en Even cowgirls get the blues, una recopilación del sello Fargo que me acabo de encontrar y que no debe confundirse con el espantoso film de Gus van Sant con el mismo título, desde luego que no.

Son éstas las voces del ‘alternate country’ del siglo XXI, de ese ‘americana’ a veces tan insulso a veces tan gratificante. Dawn Landes, Jesse Sykes y Sera Cahoone ya han pasado por este blog y aquí se dejan escuchar tiernas y flotantes junto a otras compañeras de escena cuya música parece radiografiar la melancolía para fabricar hermosas canciones. Entre Cat Power y Joanna Newsom como límites, cabe de todo en esta colección fechada el año pasado, descubrimientos de chicas que van a merecer más de una escucha: Lauren Hoffman, Liz Durrett, Bosque Brown, Sarah White o Mariee Sioux.

martes, septiembre 02, 2008

SOUNDTRACK 66: FAT CITY

Repasando el disco de 1971 Me and Bobby McGee, el eco abandonado y el acento acrobático de Kris Kristofferson me empujaron de inmediato al ambiente deprimente que recorre prácticamente cada fotograma de Fat City, la obra maestra que John Huston dirigió un año después. De hecho, el tema Help me make it through the night, incluido por Kristofferson en aquel álbum, abre la película durante sus créditos, detalle que había olvidado. Con el film en la cabeza durante unos minutos me recreé en escenas que de pronto empezaron a sucederse sin lagunas de memoria y me reafirmé en la última impresión que dejó en mí esta gran película.

Creo que los años hacen más dura Fat City, más fatalista. Si la ves cuando aún eres un chaval que se quiere ver todas las películas de Huston quizá te lleves una decepción, como me pasó a mí. Vista de nuevo años más tarde, cuando te has cansado de leer críticas sublimes hacia este film y la vida te va enseñando aspectos con los que nunca quisieras tener que lidiar, puede que Fat City te parezca una dolorosa maravilla, un puñetazo directo en los riñones.

De puños va la cosa. Y de mucho más: de soledad alcoholizada, del vacío estancado en ninguna parte, de voluntades perdidas y talentos malgastados, de un futuro sin esperanza. El boxeador en decadencia que interpreta Stacey Keach, mucho antes de que se convirtiera en el televisivo detective Mike Hammer, es un tronco a la deriva incluso cuando se acerca a la orilla, y el novato púgil al que da vida un imberbe Jeff Bridges es un ingenuo desibucado. El primero no tiene remedio, por mucho que trate de salvar su carrera hundida y quiera sentirse una persona digna parece condenado a que su vida caiga en un pozo sin salida; gana un combate y la ducha le deja maltrecho mientras que su contrincante sale erguido del pabellón. Para el segundo el boxeo no es en realidad lo suyo y más real todavía es que, aún tan joven, va a iniciar con su pareja un largo camino en una dirección no demasiado estimulante.

La dirección fría y sin concesiones de Huston (en su salsa al pincelar a sus personajes favoritos, los perdedores) el naturalismo descarnado con el que trabajan los actores, la fotografía luminosa de Conrad L. Hall y esos desoladores paisajes de campo y urbe decoran una Ciudad dorada que ha perdido cualquier huella de brillo.