miércoles, enero 30, 2008

VOLUME ONE 113: JUKEBOX (CAT POWER)

La tenemos en el regazo y le pasamos nuestras caricias, le gustan los mimos y se deja mimar. Cuidado, que las gatas también arañan. Quién pudiera lamer las heridas de Cat Power.

Ha encendido su máquina de discos y ha reinventado unas cuantas canciones. Eran de otros, las desnudaron otros (Frank Sinatra, James Brown, Billie Holiday, Hank Williams, Bob Dylan, Joni Mitchell, Janis Joplin, George Jackson, Jessie Mae Henphill, The Highwaymen) y ahora las viste ellas, son suyas en su voz arenosa y cansada (¿a quién le importa la técnica si el corazón no entiende de ella?), en el eco metálico de la guitarra y los lamentos vocales, en labana atmosférica de una música latente en la madrugada y en el albor de una aventura. Jukebox (Matador, 2008) es el segundo disco de versiones de Chan Marshall y los músicos que la arropan. Su calor seco cubre un ‘set list’ que huye de sus raíces y se acomoda en las fronteras del soul, el folk, el blues, el rock y la magia de Cat Power.

Nota: casi 9

VOLUME ONE 112: FIREPROOF (DAWN LANDES)

Un rostro bonito, o morboso al menos, nos acerca a lo desconocido. Jenny Owen Youngs, Kaki King, Rachael Yamagata… la (pen)última es Dawn Landes, del Midwest ella, aunque asentada en el corazón de Brooklyn. Una doncella más de las que estrujan los géneros genéricos para pintar de ‘indie’ su música, lo que no es malo. Ahora folk, ahora pop, ahora indie puro y duro. Fireproof (Cooking Vinyl, 2007) refuerza el sonido de las cuerdas, lo sobrepasa a veces y le quita el polvo al banjo. Alguna serenata campesina apacigua las emociones, pero después del séptimo tema se cansa uno de tanto método retorcido y dice que ya es suficiente. Qué tarde esconde en la cola del metraje una versión tan tierna de Tom Petty, I won’t back down. Cat Power está llamando a la puerta… Nota: 6/10

martes, enero 29, 2008

LIVE IN 49: DISPAREN AL CRÍTICO

Nos cuentan las revistas, las de fuera antes casi siempre, que surgen grupos de música en todas partes. Abandonan su primitiva clandestinidad para asomar sus rostros y sus obras con disimulo a veces y a lo bestia cuando más se atreven. Si lejos empiezan a acaparar amables párrafos o loas en página entera, raro es que reciban menos bendiciones cerca, en la revista que venden en el quiosco de toda la vida. Así que venga, nos lanzamos a conocer nuevos artistas con tarjetas de presentación tan prometedoras…

Lo malo es que te tienes que encontrar con engendros de todo tipo como Two Gallants, The Fiery Furnaces, Clap Your Hands Say Yeah, Babyshambles, The National, Yeasayer, Triángulo de Amor Bizarro, Cocorosie o My Chemical Romance… que vienen a tomar ahora el sitio de Slint, Flaming Lips, Songs: Ohia, Will Oldham, Julian Cope, Deluxe, The Shins, Rufus Wainwright o The White Stripes de no hace mucho tiempo.

domingo, enero 27, 2008

SOUNDTRACK 55: SONG TO HEATH

Me caía bien. Lo lamento. Lo encajé como si fuera un amigo al que se pierde para siempre. Me caía bien. Heath de Australia. Descansa en paz y no te deprimas, Ennis del Mar.


sábado, enero 26, 2008

VOLUME ONE 111: LIVERPOOL 8 (RINGO STARR)

El ‘beatle’ feo saca un disco guapo, salvo por un espanto de canción titulada Pasodobles (qué manera de desentonar, qué barbaridad). Liverpool 8 (EMI, 2008) y su tema del mismo nombre es un canto de morriña a su ciudad, un lugar que alguna vez tendrás que dejar, pero nunca abandonar. No sé qué pasa que cuando un ‘beatle’ publica un nuevo disco, ahora Ringo Starr, la mayoría de sus composiciones parece seguir un patrón similar, un molde que las convierte en canciones muy de los Beatles.

Liverpool 8.

Nota: 7/10

viernes, enero 25, 2008

SOUNDTRACK 54: ONCE

Algunas de las películas que he visto hace poco tienen la música como importante componente. La irlandesa Once (John Carney, 2006) es otra más. La mencionó primero el ascensorista, quien alabó su sencillez por encima de cualquier virtud, defecto o todo lo contrario; después la vio Red Stovall y compartió impresiones, aunque con un grado más alto de entusiasmo. Fue buena idea suya la de que nos reuniéramos seis amigos delante de su gran televisor para asistir a una sesión nocturna de Once, recién adquirida desde el otro lado del Atlántico.

No es difícil encontrarle a este film similitudes acertadas. Uno se acuerda de Breve encuentro (David Lean, 1945) y también de Antes de amanecer (Richard Linklater, 1995). El marco no se parece al de ninguna de estas dos películas, sólo sus puntos de partida; aquí el Dublín de nuestros días reúne a un músico callejero con su guitarra a la espalda que trata de olvidar una frustrada relación sentimental y a una inmigrante checa con hija y madre de la que se hace amigo y que la ayudará a grabar una maqueta musical en pocos días. Conversaciones sencillas y canciones intensas unirán por poco tiempo a estos dos personajes, sin enredos ni complicaciones en sus vidas tranquilas en busca de un refugio para la felicidad.

La espontaneidad de todos los actores no profesionales que intervienen en Once la acerca con íntima complicidad al espectador. El músico Glen Hansard, líder de los irlandeses The Frames (banda de la que formó también parte John Carney) y su ahora compañera musical Markéta Irglová inyectan de naturalidad a los seres que interpretan, ellos mismos en realidad, dos personas cualquiera de las que uno se hace amigo sin conocerlas y quiere saber más de ellos al cierre de la película. Once alarga demasiado algunas canciones (bonitas, por otra parte) y pinta su segunda parte como una especie de apresurado cuento de hadas un poco increíble, pero se disfruta por su sencillez máxima a la hora de presentar, narrar y querer una simple historia y sus confortables personajes. No da para más y tampoco lo pretende.

jueves, enero 24, 2008

BONUS TRACK 39: SHE’S SO UNUSUAL (CINDY LAUPER)

Como ahora es tan fácil y tan rápido acceder a la música (y al cine), por muy descatalogada que se encuentre a efectos comerciales, estoy llevando a la práctica un experimento que hace pocos años hubiera considerado inimaginable. Consiste en escuchar discos de pop-rock de la década de los 80, esa que tanto daño hizo a muchos músicos que llevaban ya años de carrera y de la que algunos, por fortuna, consiguieron enderezarse en las décadas posteriores. El sobreempleo de sintetizadores y unas desfasadas técnicas de producción han estropeado mucho aquella música hasta el punto de dudar que alguien hoy escuche gran parte de aquellas canciones si no es una reunión de antiguos compañeros de instituto. A mí concretamente me ha resultado difícil encontrar música decente entre grupos de aquella década que antes poco o nada había escuchado: Depeche Mode, The Church, The Sisters of Mercy, Kate Bush, Talking Heads, Echo & The Bunnymen... Buf… En cambio, tropecé con un disco del que había escuchado algunas canciones cuando era niño y cuyo reencuentro ahora me ha servido para recordar con dulce nostalgia aquellos días de la infancia, los juegos y los partidos de fútbol en el jardín y las tardes de sábado viendo una y otra vez la película Los Goonies. Es She’s so unusual (Portrait, 1984), de Cindy Lauper.

Pese a lo hortera que era la Lauper con su vestuario, peinado y maquillaje, la música de She’s so unusual, su primer disco y todo un superéxito de ventas, era más jovial que estrafalaria. La alegría con que la cantante se expresaba, el eco artificial de su voz, los juegos de teclados y el encanto de sus estribillos no sólo permanecen hoy reconocibles sino que no han perdido una pizca de luminosidad. Ahora parece una música muy ‘naive’, pero para mí conserva el poder de los recuerdos imborrables. Su perfecta manera de empezar (Money changes everything, esa joya que es Girls just want to have fun y la balada Time after time en cuarto lugar) me deja incluso vislumbrar lo que habría sido un gran disco rock pero es un buen trabajo pop.

martes, enero 22, 2008

SOUNDTRACK 53: I’M NOT THERE

Llevo dos días dándole vueltas a la cabeza para asimilar esta película, para tratar también de exponer una valoración correcta (y cuán difícil me parece) de este esperado film que el cineasta británico Todd Haynes ha dirigido con las canciones y la figura de Bob Dylan como fuente de inspiración. No se trata de un biopic, eso tiene que quedar muy claro, pese a que se reproduzcan algunos pasajes exactos de la biografía del genial autor; se trata más bien de un experimento que poco difiere del que Haynes ya probara en la estimable Velvet Goldmine en 1998, aunque desde un punto de vista más complejo, y que requiere del esfuerzo del espectador paciente… si es que la impaciencia no le vence enseguida, lo cual es probable. Creo que el principal defecto que tiene I’m not there es que es exclusivista: me refiero a que si uno conoce bien la vida y obra de Dylan no se pierde en la sucesión real y simbólica de situaciones, pero si sólo sabe de ellas una parte elemental entonces se va a confundir en un laberinto sin salida y es muy posible que salga cabreado de la sala.

I’m not there no es un film corriente, no tiene una estructura sencilla, sino caprichosa aunque inteligente. Varios intérpretes dan vida a distintos personajes que vienen a representar una etapa vital o musical de Bob Dylan o a ofrecer una personalidad que el cantante y compositor adoptó y exhibió (a veces premeditadamente) en alguna etapa de su existencia. Las canciones y los ambientes que le inspiraron en sus comienzos y las décadas completas de los sesenta y setenta aparecen recogidas en la película, así como su brutal salto del acústico al eléctrico, su rechazo a la fama, sus devaneos con las drogas y su frustrado matrimonio con Sara, que vendría a interpretar la actriz francesa Charlotte Gainsbourg; también incluso, a modo muy simbólico, el germen de la Rolling Thunder Revue.

Uno termina de ver la película y sigue sin saber muy bien quién demonios es Bob Dylan, un tipo que quizá, como el título del film, “no está ahí”, nunca ha estado en ninguna parte en concreto. En ese sentido creo que al propio Dylan la habrá gustado que la obra de Todd Haynes esconda las claves y misterios sobre su figura y ofrezca un retrato suyo muy esquivo. De los seis actores y actrices que enseñan un perfil del cantante, Cate Blanchett, Christian Bale, Marcus Carl Franklin, Richard Gere, Heath Ledger y Ben Wisham, sobresalen el pequeño Marcus y la actriz australiana, simplemente arrebatadora como el auténtico Dylan que se enchufó por primera vez a una guitarra eléctrica.

Quienes pasáis por aquí sabéis lo mucho que adoro a Dylan, ¿verdad? I’m not there me gusta por su enfoque innovador, pero deseaba que me gustase más. No me entusiasma por lo distanciado que muestra al personaje, pero me sigue animando a escuchar después del último crédito Idiot wind o Like a rolling stone, o…

lunes, enero 21, 2008

RELATOS DE SHEPARD (EL GRAN SUEÑO DEL PARAÍSO)

No está de más abrir un pequeño paréntesis literario entre tanta música y cine. Me gusta leer más de un libro al mismo tiempo para repartir mis lecturas a lo largo del día. Si es posible, prefiero alternar una obra larga, una novela, con otra obra corta que tenga a mano. Por eso me conformo también con leer relatos o cuentos, un género con mucho por explorar y cargado de auténticas joyas. En una de las siempre productivas charlas que mantengo con el ascensorista de cristal le oí comparar los relatos de un libro de relatos con las canciones de un disco. La idea conlleva matices y salvedades, pero me parece acertada. “La primera canción de la cara B es buenísima, el resto es prescindible… ninguno de los ocho buenos relatos alcanza la grandeza del tercero”.

Los relatos pueden omitir las explicaciones para darnos mucho más que pensar. Las ideas que apuntan y los pedazos de las vidas que narran nos permiten imaginar lo que no nos ha contado más allá de las páginas que abarcan. Dicen que un buen relato es aquel en el que tiene más valor lo que no se cuenta, lo que está detrás de los que se cuenta. Si leyera más no tendría tanto tiempo para dedicarle a escuchar discos y ver películas, pero entre mi modesto número de lecturas acabo de incluir un breve libro de relatos del autor dramaturgo (dramaturgo, músico, actor y director de cine también) Sam Shepard, una fascinante personalidad de la cultura norteamericana de finales de siglo XX.

Me permito recomendar una publicación reciente suya titulada El gran sueño del paraíso, poco más de 150 páginas y casi una veintena de piezas cortas que describen con palabras y silencios el universo presente en casi todas sus obras, el que componen seres solitarios, personajes traumatizados, parejas rotas en la busca de sí mismas, moteles tristes, emociones a la deriva, los Estados Unidos. La pluma clara, precisa y sencilla de Shepard revela en esta colección de relatos situaciones desoladoras y desenlaces sorprendentes con una amarga sobriedad, sin el fatalismo de otros relatadores como John Cheever o Raymond Carver. Ya ha conseguido que siga comprando más libros suyos.

jueves, enero 17, 2008

VOLUME ONE 109 & 110: PAISAJES CON KRIS Y OLLABELLE

Las emociones aún frescas del concierto de Iron and Wine parecen impregnar mis siguientes escuchas, a las que les encuentro la siempre bien recibida condición de dibujar paisajes físicos con sus pinceles sonoros. No son iguales a los que surgen de la música de la banda de Sam Beam, aunque no andan lejos. Eso mismo he advertido en el último disco de Kris Kristofferson y el primero de Ollabelle.

Tenía conservado en la nevera desde hace tiempo This old road (New West, 2006), un sencillo trabajo del autor y actor texano Kris Kristofferson once años después de su anterior entrega de canciones originales. Decidí agenciarme primero un par de trabajos antiguos del músico, pertenecientes a los primeros setenta, de cuando el film Pat Garrett y Billy the Kid, antes de comprobar si el tiempo lo ha revitalizado o desgastado. La comparativa no es válida porque para This old road Kristofferson aparece casi desnudo, con la ocasional compañía del productor de la obra, Don Was, Stephen Bruton y Jim Keltner en otros instrumentos además de la guitarra del firmante. El disco, simple y llano, se limita a retratar las vivencias sencillas con un halo de nostalgia y de su sonido pacífico se propagan las imágenes de los forajidos crepusculares a caballo (como el propio Kristofferson), los caminos viejos y desiertos, las leyendas habladas y la jubilación al atardecer.

Nota: 7/10

Más vitalista y pictórico es Ollabelle (DMZ/Columbia, 2004), de Ollabelle, una banda de esas que descubres porque una consulta en una web de compra de discos te remite a un grupo o artista que el o los que conducen la página intuyen que si te gusta uno, te gusta también el otro. Este sexteto de New York que acabo de conocer, del que forma parte la hija de Levon Helm, Amy, me demuestra que en el fondo la buena música depende de la buena música y no de la calidad o el contenido de sus letras. Porque a lo largo de este primer álbum del grupo predominan las alabanzas al Señor, la exaltación de Jesús y la comunión de los fieles alrededor de su fe creyente (temas de los que me distancio un mundo). A ritmo de gospel arranca Ollabelle para irse transformando en una caja de dulces con sabor a folk-rock genuinamente americano, a blues rústico y tradición oral. Iglesias evangélicas, áridas llanuras, calor, pobreza y devoción componen el paisaje de su música exquisita.

Nota: 8/10

miércoles, enero 16, 2008

LIVE IN 48: FLOTANDO EN LAS NUBES… CON IRON AND WINE

Me voy a dejar llevar por las sensaciones. Uno, dos u ocho músicos sobre un escenario son capaces a menudo de compartir con su hipnotizada audiencia el efecto purificador de su música. Tú estás enfrente, a cuatro metros de la voz tímida de un anónimo norteamericano con más barba que rostro que fotografía ambientes con el susurro y los moldea con el entramado armonioso de sus instrumentos, cuerdas entrelazadas y percusiones conjugadas, batidas en una pócima mágica. Sientes que los pies se te levantan del suelo y te elevas, no hasta las nubes pero casi. Tú y un público de mil personas que rinden tributo al silencio cuando Iron and Wine interpreta lo más parecido a la música que suena en el cielo.

Me voy a dejar vencer por las emociones. Creo que hoy me siento mejor persona y que este mundo, por muy perro que sea muchas veces, hay que tratar de disfrutarlo al máximo… sobre todo si tienes un disco de Iron and Wine a mano.

En la fenomenal compañía de Dufresne me embarqué en un viaje relámpago a Barcelona para presenciar el único concierto de Iron and Wine en España, en la sala Apolo el lunes 14 de enero. La larga espera previa, amenizada con las obligadas visitas a las tiendas de discos, y la no más corta resaca de cansancio posterior en plena madrugada y en la extraña quietud del aeropuerto bien merecieron la pena.

sábado, enero 12, 2008

SOUNDTRACK 52: RUSSELL CROWE

Después del repentino desprecio que me causó una de las primeras actuaciones de Russell Crowe en el cine americano, la del film Virtuosity (Brett Leonard, 1995), y de lo poco afortunado que fueron sus trabajos del mismo año en Rápida y mortal (Sam Raimi) y Hechizo en la ruta maya (Clare Peploe), el recital de interpretación que brindó al año siguiente en su papel de agresivo policía en L. A. Confidential (Curtis Hanson) me resultó tan inesperado como excepcional. Disfrutar de su labor en este magnífico film supuso para mí un borrado automático de consideración. Tan radical fue el cambio de parecer cuando el actor neozelandés encadenó a continuación un repóker de actuaciones magistrales en El dilema (para mí una de las supremas interpretaciones de la historia del cine), Gladiator, Una mente maravillosa, Master and Commander y Cinderella Man.

No parece que Crowe caiga muy bien entre los profesionales de Hollywood y la prensa (seria o amarilla) ya ha sufrido sus desplantes e incluso violentos arrebatos pese al respetable poder de convocatoria que tiene en la taquilla (aunque siempre ha estado bien acompañado en el apartado estelar del reparto). Le va en la imagen, comparada con la de un joven Robert Mitchum con menos estatura, serio, hosco, fuerte, distante, de encanto viril e impredecible, perverso si es necesario. Mitchum fue un grande y Crowe lo es y debería serlo más. Incluso antes de patinar como un pelele en sus pésimos inicios en Hollywood se transformó asombrosamente en el líder de una banda de skin heads en el impactante film australiano Romper Stomper (Geoffrey Wright, 1922). La estampa de un Crowe pelado lleno de tatuajes repartiendo hostias aventura la estela de un actor con mucho que avanzar y que ganar.

Otra razón por la que Russell Crowe goza de mis simpatías es su faceta de cantante. De vuelta a casa lidera la banda de rock 30 Odd Foot of Grunts, un grupo que él y un amigo pusieron en pie a comienzos de los noventa en Nueva Zelanda. La formación tiene tres discos y ofrece un rock and roll de perfecta factura aunque algo funcional, nada novedoso. Un hobby fantástico para un actor que sigue ganando duelos (American Gangster, Ridley Scott, 2007) entre los gigantes del cine.

Aquí tenéis una muestra rockera de Russell Crowe con una canción grabada durante el rodaje de esa película tratada a palos por la crítica pero digna de encantos que es Un buen año.

jueves, enero 10, 2008

SOUNDTRACK 51: MIS ACTRICES FAVORITAS, TAMBIÉN

Cada cierto tiempo enchufo una sesión de cine clásico. Matizo: veo una de esas películas americanas en blanco y negro de la década de los treinta, cuarenta o cincuenta, a veces una obra secundaria en la filmografía de un director importante cuya fama y calidad no la convierten forzosamente en lo que se conoce como un clásico del cine. El caso es que en esas películas me gusta advertir el cambio de costumbres en los comportamientos de los personajes con respecto al cine de décadas posteriores o el de nuestros días; así como la evolución del ritmo narrativo impuesto por el montador y el director o las técnicas de interpretación de los actores y actrices (en ocasiones incluso provocan el sonrojo las actuaciones de entonces, desfasadas y hoy en día inadmisibles). Me detengo aquí precisamente porque en esas sesiones que escojo cada dos o tres semanas distingo la enorme huella dejada por actrices que solían ser consideradas estrellas antes que intérpretes y a las que se les prestaba muchas veces más atención por sus vidas privadas que por sus poderosos trabajos ante las cámaras.

Joan Crawford, por ejemplo. Todo un animal de la escena y de las alcobas, con una vida traumática a cuestas y una carrera titánica de casi cien películas desde el cine mudo. Sus rudas líneas faciales la encasillaban en papeles de mujeres peligrosas y desalmadas, sus ojos enormes y el gesto asqueado de sus labios causaban terror, aunque también supo transmitir compasión y una impropia fragilidad. Me guardo sus papeles en Susan y Dios (George Cukor, 1940), Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1945) y por supuesto ¿Qué fue de Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962).

Barbara Stanwyck. Otra mujer que asustaba cuando torcía su labio superior. Fea pero ardiente como mujer fatal, un torbellino en las comedias y ambigua en los dramas. En un mismo film la amabas y la odiabas. Cuando el cine empezaba a hablar le sirvió a Frank Capra como musa y con él y con otros grandes filmó obras sublimes como Stella Dallas (King Vidor, 1937), Bola de fuego (Howard Hawks, 1941) y, cómo no, Perdición (Billy Wilder, 1944).

Claudette Colbert también vale, con su cabeza de patata y el cursi rostro de algodón. Fue la actriz mejor pagada de los treinta y se retiró en los albores de los sesenta tras un equilibrado legado de risas y lágrimas. Vivaracha e incontrolable en deliciosas comedias como Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) o Medianoche (Mitchell Leisen, 1939) y conmovedora en dramas magníficos como Desde que te fuiste (John Cromwell, 1944) o Regresaron tres (Jean Negulesco, 1950).

Ninguna de estas tres actrices del dorado y perdido Hollywood era guapa (no como Rita Hayworth, Gene Tierney o Ava Gardner). Aquellos peinados que ahora vemos ridículos y el pomposo maquillaje que aligeraba el blanco y negro no las favorecían mucho. Pero las tres (con Kate Hepburn y Bette Davis aparte) me parecen actrices como la copa de un pino.

lunes, enero 07, 2008

VOLUME ONE 108: DIVE DEEP (MORCHEEBA)

Pues el primer disco esperado del nuevo año ya les pone muy difícil a todos los demás que le sucedan la posibilidad de superarle. Haga o no un ‘top ten’ personal dentro de doce meses, apuesto a que Dive deep (Pias, 2008) va a estar dentro. Los próximos, para empezar, tendrán que conseguir en menos de una semana que los escuche cuatro veces seguidas en mi reproductor. Morcheeba, ahora sin vocalista única al frente y con el liderazgo total de los hermanos Godfrey, desvela su sexto álbum, una mina de oro que no se emparienta con ninguno de sus predecesores pero que tiene en la música que fluye por sus arterias un poco de cada uno de ellos.

Dive deep empieza en terrazas de verano e inmaculados locales de clase alta para terminar en los bajos fondos británicos y en seducciones al amanecer. Reaparecen las texturas vaporosas de Big calm (1998), pero también las confusas instantáneas urbanas y nocturnas de Who can you trust? (1996). Morcheeba ‘bucea (bien) profundo’ en su inmersión sonora, plagada de ritmos finos, toneladas de detalles creativos y arreglos exquisitos.

Tres cortes son instrumentales y los otros nueve se los reparten cinco voces: las del rapero neoyorkino de origen oriental Cool Calm Pete; la veterana cantante británica Judie Tzuke; el compositor noruego Thomas Dybdahl; Bradley (del que desconozco datos); y la desconocida francesa Manda, que se ofreció a la banda directamente a través de MySpace y aporta un encanto delicioso con un tema en inglés y otro en su idioma. Entre toda esta torre de Babel Tricky o Massive Attack no habrían desentonado, pero tampoco las dos vocalistas anteriores del grupo inglés, la sedosa Skye Edwards y la vibrante Daisy Martey. Con los que están y pese a los que no están, Dive deep y sus atmósferas hechizan las emociones.

Nota: 9/10

viernes, enero 04, 2008

SOUNDTRACK 50: ACROSS THE UNIVERSE

Seguro que siempre hay una canción, o varias, para cada historia, y una, varias o un montón de las de los Beatles, por ejemplo, sirven para contar una historia, por simple que sea aunque no lo parezca. Eso piensa también la directoria de cine norteamericana Julie Taymor y su par de guionistas, que a lo largo de un largo proceso de rodaje y post-producción han puesto en pie, con la habitual colorida grandilocuencia que caracteriza a la cineasta, el film Across the universe, uno de los primeros estrenos en salas de este año. Me encanta salir del cine con una sensación intensa, una emoción desbordante, y cuando abandoné la sala después de ver esta película me dije un par de veces para mis adentros: “¡Qué grande es la música y cuánto la necesitamos!”.

No se deben lanzar cohetes para evaluar Across the universe, aunque sí agradecerle a Taymor que haya bañado su film con canciones de los Beatles reinterpretadas por los actores y algunas estrellas de la música rock (como ocurría en la encantadora Yo soy Sam) y presentadas en unas cuantas coreografías y otras tantas inventivas puestas en escena. Con esta fórmula envuelve un argumento escueto y bien sencillo, como quizá lo sean en realidad todas las historias de amor. Esta se enmarca durante los propios años de vida de la banda de Liverpool, entre 1963 y 1970, y en la Nueva York reaccionaria que protestaba contra la guerra de Vietnam. Allí llegan a parar un indeciso obrero de Liverpool, precisamente, y una joven yanqui de familia rica, rodeados ambos por personajes llamativos y protagonistas de alguna que otra situación estrambótica.

La trama es tan simple, esquemática y previsible, inocente incluso, que todo el atractivo de la película reside en la ingeniosa labor visual de la directora. Uno desea más que suene la próxima canción y los actores se pongan a cantar, la cámara a dar vueltas y las imágenes a entrelazarse, que las vivencias de los protagonistas sigan su curso. El elenco de actores no está mal, pero tampoco bien: Jim Sturgess cumple sin florituras y la virginal Evan Rachel Wood sigue siendo un caramelo, aunque al contrario que en otras intervenciones, esta vez no sabe a nada. El jukebox monotemático de The Beatles, por fortuna, sostiene la acción con estupendas interpretaciones de temas conocidos y no tan populares, todos ellos con arreglos diferentes y algunos fabulosamente visualizados, en especial Come together, I want you, Let it be, Strawberry fields forever, Happiness is a warm gun y una psicotrópica I am the walrus.

(Dos estrellas y media, le pondría, casi tres, je je)

(Y qué grandes y necesarios son los cuatro de Liverpool, ahora, antes y siempre)

jueves, enero 03, 2008

LIVE IN 47: THE GUTTER TWINS

Y a todo esto… ¿qué es de Mark Lanegan? Desde 2004 no tiene disco propio, aunque no ha estado desocupado en este tiempo. Con amigos variados (Queens of the stone age, The Twilight Singers) se deja ver en las actuaciones que le apetecen y con otros músicos (Isobel Campbell, Soulsavers) se atreve a probar estilos y proyectos que en principio no cuadran con sus marcas de identidad, pero en los que al final no desentona. Para el año que despega avanza más asociaciones, aunque no nuevas. Bajo el nombre The Gutter Twins se asocia con otro truhán como Greg Dulli (otro asiduo por estas líneas), con el que se ha acostumbrado tanto en directo que ahora van a tener disco en común, Saturnalia, bajo el sello que fue cuna del grunge, Sub Pop, y anunciado para finales de marzo. En los primeros meses estaremos también atentos a las novedades de Morcheeba, Cat Power, REM o ese aún postergado tributo carnal de Scarlett a Tom. Ya empezamos a esperar discos en este 2008.

Vaya dos, qué tipejos. El de la derecha, Dulli, sería el payasete del dúo en un local de copas, pegado a sus cigarrillos y al sudor de su grasa, con la labia como táctica para hurgar en el cuello de sus presas esquivas. El colega, Lanegan, sería el feo cachondo, hosco y taciturno, el que no necesitaría fanfarronear sino esperar a que la primera vampiresa se le acercase a pedirle fuego. Sus sombríos pero excitantes precedentes en escena prometen, esperemos que no caiga en el saco de la decepciones.

martes, enero 01, 2008

GREATEST HITS 37: BOUNCING OFF CLOUDS (TORI AMOS)

Para comenzar el nuevo año echamos la caña atrás y pescamos uno de los mejores temas del año que acabamos de despedir. Esta mujer es un embrujo de sensualidad, un dechado de provocadora excitación. Ahí sentada ante sus pianos, mimando las teclas a un lado y a otro, Tori Amos entra en un tibio éxtasis interpretativo y su mirada de muñeca se revela tan santa como pecaminosa. Bouncing off clouds pertenece al disco American Doll Posse, uno de esos buenos discos que habrían entrado en mi inexistente lista predilecta de 2007. Tori entra también en mi lista íntima e ilusoria de mujeres abordables a cualquier hora del día y… mejor, de la noche.