martes, julio 29, 2008

BONUS TRACK 52: BOY (U2)

Muchos años después he vuelto a escuchar de un tirón Boy (Island, 1980), el primer disco de U2, cuya reedición con añadidos, para deleite consumista de los fans y perpetuo enriquecimiento de la banda, acaba de entrar en el mercado. Otro buen oyente como Dufresne me acompañó en la experiencia con la carretera de por medio en un breve viaje. Boy desgastó la aguja de mi estropeado tocadiscos y ahora, aunque también se ha vuelto a editar en actualizado vinilo, regresa a mis oídos con la limpieza digital que los puristas aborrecen y que al mismo tiempo permite descubrir nuevos matices de fabricación.

Desde el ahora, no desde hace veintiocho años ni desde hace veinte, cuando me lo fui a comprar a la tienda de toda la vida, Boy es un disco tan irregular como refrescante. Su lavado remasterizado anula cualquier huella de caducidad en su sonido, esa mezcla un tanto alocada de punk con rock y un punto glam con la que se inició una de las carreras musicales más relevantes y brillates del rock, pese a quien le pese. Ni el trabajo de maquillaje sonoro oculta que Boy es un álbum de debut de una banda con mucho por aprender. Sin embargo, guarda temas que el grupo ha sabido revestir de fuerza juvenil en sus giras más recientes como I will follow, Out of control o Stories for boys. Otros como Twilight, The Electric Co. o Another time, another place revelan sin tapujos el entusiasmo que acompañaba a Bono y compañía en aquellos días tan lejanos. También es cierto que A day without me o Shadows and tall trees son patochadas desfasadas.

El disco adicional con temas inéditos y otros cortes y rarezas muestra que las primeras tomas de aquellas canciones eran bastante defectuosas, así como un par de piezas o más garabateadas por cuatro novatos que llegaron, con empeño, suerte y talento, a conquistar el mundo.

domingo, julio 27, 2008

VOLUME ONE 149: I, FLATHEAD (RY COODER)

Ry Cooder aparece como protagonista recurrente por estas páginas digitales porque a este blog siempre le ha interesado la dirección de sus pasos. Ocupado en varios frentes, el compositor norteamericano no ha dejado de trabajar en los últimos años tras un largo periodo centrado en las bandas sonoras para películas, bien produciendo a otros músicos, bien firmando discos para alargar su propia producción. Su cuarto disco en seis años es I, Flathead (Nonesuch, 2008), otra demostración de la admirable habilidad de Cooder para mezclar con envidiable sencillez y naturalidad su siempre inquieta paleta de tonos y estilos, aires y sonidos, raíces y progresos.

El nuevo disco del californiano despega con dos fantásticos temas rockeros tallados con las cuerdas metálicas y afiladas de su guitarra, se desliza sigilosamente hacia el swing, el blues, la música latina (para este blogero su faceta menos apreciada) y los sonidos mariachis sin renunciar a caminar de nuevo por tierras ya pisadas. I, Flathead consigue edificar una sensación desconcertante, la que me produce casi siempre Ry Cooder: sus discos nunca me entusiasmarán, pero me agrada encontrar en ellos momentos de genialidad, la de un autor grande que se divierte con detalles pequeños.

Nota: 7/10

LA MAYOR PARTE DEL TIEMPO

La mayor parte del tiempo… el tiempo pasa. Ellos pasan y se van. Ellas llegan y ya no están. Quedan los recuerdos hasta que se van borrando por completo. La mayor parte del tiempo.

¿Dónde estarás? El lugar, allí está, lejos del alcance, cerca de la ilusión. Sin marcha atrás. Gira el vinilo sin detención. Que gire, que gire, canta el trovador, el que escucha observa y siente pasar el tiempo hacia ningún lugar.

La mayor parte del tiempo pienso en ti, aunque no sepa quién eres. Tampoco tú sabrás de mí, ése que te observa y te sueña, ése que hoy se acuesta contigo y mañana se despierta sin ti… la mayor parte del tiempo.

viernes, julio 25, 2008

BONUS TRACK 51: IN THE CLEAR (IVY)

Seguimos encontrándonos con paisajes y ambientes sugeridos por la fuerza y magia de la música.

El rock and roll es de puta madre, desde luego. Su descarada actitud, su rebeldía y trasgresión, toda su caña, el sudor, la sangre en el escenario, las entrañas… Y el pop también mola, ¿por qué no? No necesita romper cristales con la distorsión de su sonido. Sus trajes limpios, su diseño, su engañosa inocencia, su fragilidad… El variado y buen gusto musical de los hermanos Farrelly, los directores de cine de escabrosas comedias, me permitió descubrir hace tiempo al grupo Ivy, aunque hasta ahora no le había prestado más que una o dos canciones de atención. Este disco, el quinto de la cosecha de este trío de New York, In the clear (Nettwerk, 2005), invita a asomar la cabeza por su ventanilla para sobrevolar las atmósferas que contempla: cocktails en las cubiertas de los yates; veranos de Armani; pasarelas de alta costura; vacaciones permanentes y fiestas de madrugada; cuerpos esculturales; ocio caro y vicio sano.

¿Rock? No, ¿Pop? Sí. ¿Pop-rock, rock-pop? Vale. Una maravilla de puta madre.

miércoles, julio 23, 2008

BONUS TRACK 50: STEPPENWOLF (STEPPENWOLF)

Steppenwolf. Born to be wild. Easy rider. La marca está incrustada con fuego en la piel del rock and roll y en los raíles de la cultura popular. Por razones sin explicación especial no me he decidido a escuchar un disco completo de la banda californiana hasta hace muy poco. Llegaba un poco más allá de Born to be wild, pero ya digo, no acierto a justificar la tardanza. Al fin y al cabo, Steppenwolf y otras bandas contemporáneas y vecinas nunca serán imprescindibles (pero no olvidables), aunque sí lo sea la canción inmortal por la que la historia, en gran parte gracias a la película de Dennis Hopper, siempre se acordará de ellos.

Me alegra comprobar que Steppenwolf (MCA, 1968) contiene más calidad que la que ya recoge su tema principal, esa bomba de innata rebeldía con sus fogonazos guitarreros. Aquel año el grupo tradujo su efervescencia en dos lanzamientos, éste el primero, un álbum de cuerdas que carraspean y teclados que aletean, a los que acompaña la voz chulesca de John Kay. No sorprende que el grupo tuviese el blues como raíz cuando entre su primera colección de canciones se incluye una versión de Hoochie Coochie Man y otros temas como Your wall’s too high o The Pusher transcurren bajo su influjo. Steppenwolf, como tantos grupos de la época, unos olvidados otros aún reivindicados, duró poco más de cinco años y otros tantos discos. Nacieron para ser salvajes, no eternos.

Ahora le estoy haciendo la autopsia a este ‘lobo estepario’.

domingo, julio 20, 2008

PÁJARO LIBRE

Qué más puedo añadir. Nada. Sólo desplegar las alas y volar hacia donde nadie me encuentre. La gente llegará y se marchará, pero la música no se moverá, sólo nosotros podremos huir con ella al lugar al que pretendamos. Con plena libertad, como pájaros sin cadenas, con una o más guitarras en nuestra espalda y cientos de deseos más allá de las nubes.

BONUS TRACK 49: YELLOW MOON (THE NEVILLE BROTHERS)

Algunos discos desprenden radiaciones sensoriales. El oyente puede cerrar los ojos y notar el calor o el frío que propaga una voz o un sonido. Otras veces, con o sin la vista operativa, quien escucha siente que la música de esos discos especiales lo transporta a un lugar determinado muy lejos de donde está. Con lecturas y películas me he hecho una idea de lo que es Nueva Orleans, uno de los focos musicales más ricos de los Estados Unidos, un cruce de caminos en el que se juntan muchas raíces y tradiciones de la música americana; blues, jazz, cajoon, bluegrass, country, rock, funk... todo pasa por New Orleans. Nunca he estado allí, algún día quizá. Me hago una idea con Yellow Moon (A&M, 1989), el disco que Daniel Lanois produjo para The Neville Brothers cuando la carrera de los dispersos hermanos se encontraba más empantanada.

De casualidad me tropecé con el único ejemplar de este álbum en un bloque de ofertas de una gran superficie comercial en la que no acostumbro a comprar música. Allí estaba tan solitario y tan barato el disco a la espera de que alguien le quitase el plástico. Ése fui yo, quien no tardó en cerrar los ojos contagiado por el puré de estilos en que la producción inquieta e inconformista de Lanois convierte las canciones interpretadas por los hermanos Neville. Yellow moon tiene góspel electrificado, blues purificado y soul celestial de ecos místicos al alcance del iluso más soñador. Los Neville, temibles negros de apariencia peligrosa, tocan y cantan como ángeles en ascensión. Un disco soberbio.

miércoles, julio 16, 2008

VOLUME ONE 148: MODERN GUILT (BECK)

Lo que no me gusta de Beck, al margen de los vaivenes que experimenta el curso de sus propuestas musicales, es que sobre él caiga y recaiga un favor crítico que enfatiza sus cualidades más de lo que merecen. Oyó que le llamaban “genio” cuando sobrepasaba el límite de la adolescencia y no sé si le sentó bien conjugar su juventud con el peso del calificativo. Por eso me ha dado casi siempre la impresión de que en cada nuevo disco Beck ha querido irse un poco de listillo, se ha cambiado continuamente su piel de lagarto pero el disfraz no siempre ha sido divertido. Ello no me impide reconocer que la mayor parte de sus trabajos tienen elementos interesantes. El último de ellos, Modern guilt (Interscope, 2008), su décimo disco cuando acaba de cumplir 38 años, también. Es distinto a los grabados últimamente, no tiene parecidos con el soporífero Sea change ni con el entretenido Guero; se aproxima, por la singularidad de sus ritmos y sonidos, a los primeros discos, cuando hacía cosas prometedoras como Mellow gold y otras cosas infumables como Stereopathetic soul manure.

Modern guilt es algo difícil de tragar. Se suma a la producción Danger Mouse, una de las mitades de Gnarls Barkley (ninguna garantía), y sea o no culpable de la batidora sónica que mueve todo el material, Beck consigue que el disco tenga un pulso indefinible, que oscila entre la psicodelia y la electrónica, con cajas de ritmos, ruidos, teclados y pocas e inadvertidas guitarras. Algún tema parece salido de la BSO de Death Proof, otro le toma prestado el ritmo de algunos versos al tema Mr. Soul, de Neil Young (que apuesto a que no presenta demanda) y Cat Power asoma tímida por dos cortes. Si a la primera no entra, entonces desiste; si te deja algo aturdido, en la segunda oportunidad te gustará más.

Nota: 6/10

martes, julio 15, 2008

VOLUME ONE 147: LIFE DEATH LOVE AND FREEDOM (JOHN MELLENCAMP)

Hoy desembarca en las tiendas Mr. Mellencamp, el vaquero de Indiana con casi una veintena de discos a sus espaldas. El año pasado se marcaba una fantástica descarga rockera de fondo combativo con Freedom Road, ahora cambia de acera de manera inesperada, sin experimentos frustrantes como los de hace diez años con su álbum homónimo, sino con un retorno a una música que parece más enraizada en la tierra y un sonido más despejado y atmosférico. Live death love and freedom (Hear Music, 2008) suena sin parecerse en nada al trabajo anterior, ni siquiera al anterior, ni al anterior. Pero sigue siendo Mellencamp en puro estado bajo un abrigo de sonido que se encarga de tejer el productor T Bone Burnett.

Aún no me he detenido en las letras, que vuelven a tocar la patria y la guerra, la pareja y la fe, todo lo que abarca la amplitud que representan los vocablos del título. Es la música esta vez desnuda y profunda del veterano Johnny Cougar la que se te mete dentro sigilosamente (Jena, County fair, Troubled land, If I die sudden), pausada y bella pidiéndote que no tardes en volver a escucharla. Sólo My sweet love, el primer tema y el más flojo, sonará en las radios yanquis. No es una mala noticia.

Nota: 8/10

domingo, julio 13, 2008

GREATEST HITS 50: COLD COLD GROUND (TOM WAITS)

Hoy estuvo Tom por aquí, caminó el suelo de estas naciones, el que sus zapatos nunca habían pisado. Le llamé unas setenta veces y no me contestó. No importa, no le voy a guardar rencor. Lo quiero igual. Voy a imaginarme que yo también estuve allí, hace veintiún años o ahora mismo, no importa. Otros vecinos con más suerte me lo contarán.

sábado, julio 12, 2008

GREATEST HITS 49: A CHANGE IS GONNA COME (SAM COOKE)

Cedo un espacio en este blog humilde a uno de los más grandes artistas de la música popular de todos los tiempos. Las alabanzas que merece Sam Cooke sí que no son nada humildes. Los pelos de mis brazos y piernas se erizan y un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando escucho ciertas canciones de Marvin Gaye, Curtis Mayfield, Janis Joplin, Carole King o Sam Cooke, de éste último en especial A change is gonna come, un modesto éxitos comercial en su larga lista de ‘hits’, pero uno de los principales temas que fueron música de fondo de la lucha por los derechos civiles durante la década de los sesenta en los USA. Contagiado por el eco social y mediático que alcanzaron las canciones protesta a raíz de las revueltas callejeras y la reivindicación de igualdades, Sam Cooke ilustró en aquellos primeros sesenta y en muy pocos versos los ataques de inferioridad de los que fue víctima su raza a lo largo de la historia.

“Hubo veces en que pensé que no duraría mucho, pero ahora creo que soy capaz de soportar. Llevará mucho tiempo, pero sé que vendrá un cambio”.


A la música le basta tantas veces esta sencillez para llegar con enorme facilidad al fondo del alma.

(Esta canción apoyó la difusión de la campaña política del demócrata Barack Obama, pero que aparezca su imagen en este vídeo no responde a ninguna intención partidista de este blogero)

miércoles, julio 09, 2008

SOUNDTRACK 65: EL UNIVERSO DE TENNESSEE WILLIAMS

Hacía tiempo que no veía una obra de Tennessee Williams convertida en película. El cine y la televisión han bebido de sus volcánicas historias desde hace casi sesenta años y grandes directores de cine americanos han adaptado alguna de sus obras más conocidas para la gran pantalla con repartos de primer orden. Acabo de ver Piel de serpiente (The fugitive kind, 1959), una de los primeros films de Sidney Lumet, una película brutal en varios aspectos, que condensa, a mi juicio, lo peor del universo enfermizo del célebre dramaturgo norteamericano.

El forzado dramatismo trascendental de unos personajes inestables, ambientes ahogados de odio, sexo y desequilibrios mentales, y sobre todo, una radiografía hiriente del modo sureño de vida americana. Son éstas las señales de identidad discutibles del mundo de Tennessee Williams, supongo que muy marcadas en el origen del papel y desde luego visibles después en las adaptaciones cinematográficas. Piel de serpiente tiene todo esto, además de acusados saltos de ritmo que alargan tanto el metraje y las situaciones que incrementan el desprecio que provocan todos sus personajes; no sólo éstos resultan antipáticos, sino los actores que les dan vida, desde una enloquecida Joanne Woodward hasta una diva gesticulante como Anna Magnani, desde un envilecido y grotesco Victor Jory hasta un patético Marlon Brando, aquí tosco y cansino, incapaz de creerse su papel y demasiado preocupado por convertir su cara y su imagen sexual en postales para deleite de las señoras de aquellos días.

Salvo El zoo de cristal y Verano y humo, he visto las demás películas adaptadas de sus dramas, novelas o guiones específicos para cine. Tengo la sensación de que el paso de los años no las beneficia, de que la fuerza de sus argumentos se sostiene más en el impacto de una imagen o de uno de sus intérpretes que en la poca credibilidad de sus historias (Baby Doll, Un tranvía llamado deseo). Debo admitir que se ha perdido el recuerdo completo que tengo de alguna de estas películas, aunque no el de situaciones imposibles (De repente, el último verano, La rosa tatuada) o decadentes (Dulce pájaro de juventud, La gata sobre el tejado de zinc). Yo, por mi parte, bajo a Tennesse Williams de cualquier pedestal.

martes, julio 08, 2008

VOLUME ONE 146: 22 DREAMS (PAUL WELLER)

Los discos dobles son temibles. El exceso es muchas veces ahogo y cansancio. Me refiero a los cd dobles sobrecargados de canciones. Hay salvedades claro, como el ‘álbum blanco’ (ejemplo fácil). 22 dreams (Island, 2008), lo último de Paul Weller, no es una excepción, es un patinazo sangrante. Como alusión o no a su título, la sensación que produce su escucha es la de flotar sobre un colchón onírico nada reconfortante. No sé muy bien (y poco importa) qué es lo que ha pretendido conseguir el ‘modfather’ con este nuevo arsenal de música caótica y desorientada, la octava entrega en esta década que llega a su fin, acompañado en algunos temas por Noel Gallagher (Oasis) y Graham Coxon (Blur), cuya presencia testimonial en absoluto espanta el tedio de este álbum fallido. 22 dreams va más allá de las dos docenas de piezas que parecen discretos descartes de todas las producciones anteriores del británico, con un poco de exotismo por aquí, sucio y confuso guitarreo por allá e inoportunas raciones de efectismo psicodélico por más allá. Malo.

Nota: 3/10

domingo, julio 06, 2008

INVISIBLE / HEART OF GOLD

Lo de hoy ya no cuesta lo de ayer, cincuenta céntimos más, ¡mira que bien!, el país va bien y a nadie le importa pagar un poco más. La carroza gay descarrila y se desmelena, si es que le importa al bolsillo. No. Todo es igual, a meternos la lengua hasta el fondo, con libertad, el paraíso, chupi, y mañana a ver… Amor, ¿dónde? No se encuentra en ninguna parte, aunque esté ahí, hablando entre ellas y ellos y no se fije nadie en nada más. Somos invisibles, el océano es demasiado grande para perderse y olvidarse. ¿Alguien sabe quién cojones es Neil Young? Cada uno a lo suyo. Corazón de oro, nunca se gastará.

viernes, julio 04, 2008

BONUS TRACK 48: OK COMPUTER (RADIOHEAD)

Ya que sale a la palestra en comentarios cercanos y he vuelto a leer palabras hacia este disco de supuesta capital importancia en el rock de finales de siglo XX, pongo de nuevo un poco de esfuerzo por mi parte y me sumerjo en la música de Ok Computer (1997). Lo hago con el empeño extra de no dejarme vencer por los prejuicios y el recuerdo de las nefastas sensaciones que me ocasionaron las escuchas anteriores. La primera vez me golpeó como un dolor, la segunda y la tercera no soporté los puñetazos más allá del sexto corte y me retiré al vestuario. Esta vez sí, llego hasta el final…

… y no sé si debo sentirme como un espécimen indeterminado, porque este disco que parece que le gusta a todos los fans y a todos los músicos a mí me parece un insoportable ladrillo. Puede ser. ¿Se puede sacar algo en positivo de Ok Computer? Valdría decir que se aparta de moldes reconocibles y que retuerce sus modelos de inspiración (por donde asoman indicios de kraut rock y demasiado paisanaje ambiental); que expulsa propuestas alejadas del convencionalismo y convierte a la banda en un grupo de los que se aparta uno o más pasos del camino que sigue la corriente; y nada más. ¿En contra? Su ruido, principalmente: sus guitarras congestionadas, enfermas o enloquecidas con cualquiera de sus efectos sonoros, ciertas melodías más calmadas y asimilables pero ridículas, y los gimoteos de voz de un vocalista traumatizado o atormentado que tiñe el disco entero de luto y depresión. Pues dicen que este disco es muy bueno.

Seguro que hablar de Ok Computer merece estudiarse con más puntos de visión, atendiendo al mensaje de sus letras, desde su contexto histórico u otras perspectivas, como el Smile de Brian Wilson, por ejemplo. Eso se lo dejo a los expertos y admiradores.

martes, julio 01, 2008

VOLUME ONE 145: WEEZER (RED ALBUM) (WEEZER)

Este grupo nunca me gusto, aunque debo ser preciso: no me gusta nada de lo que he escuchado de este grupo. No es mucho, así que no me voy a poner a comparar un trabajo con otro. Tengo perdido el recuerdo de su segundo álbum, Pinkerton (1996), y las esporádicas canciones de sus discos que he escuchado o de las que la publicidad ha abusado me producen un rechazo instantáneo. Sin embargo, me he atrevido a descubrir en qué fase de su carrera está Weezer tras la publicación de su sexto disco, al que han titulado como su propio nombre con el añadido del color que predomina en la cubierta, el rojo en este caso.

Weezer (Red album) (Geffen, 2008) es el segundo trabajo que les produce Rick Rubin a los americanos, los cuatro chavales que han dejado de ser chavales componiendo facilonas cancioncitas pop para chavales. Si no es por Rubin, del que se buscan y encuentran con gusto salpicaduras estilísticas en su tarea tras el cristal, no habría invertido dos escuchas en este disco. Porque el álbum rojo sugiere más de una escucha en realidad para descifrar el encanto que poseen temas más rockeros que ahora huyen del impacto comercial y se cubren de insinuaciones. Salvo por un par de cortes alucinógenos, este disco se asienta bien en el oído por la versatilidad de su sonido y de la contribución vocal de Rivers Cuomo. Por cierto, Rubin no para: en 2008, además de con Jakob Dylan y Neil Diamond, aún estará en los créditos de Slayer, Metallica, Ours y Bob Dylan.

Nota: 7/10

VOLUME ONE 144: ALL I INTENDED TO BE (EMMYLOU HARRIS)

All I intended to be (Nonesuch, 2008) arranca con una invitación al reposo, a dejarse mecer por el viento tumbado en una red con los extremos atados a los troncos de dos árboles, a dejarse arropar por la madre Emmylou a la luz de un candil dentro de una cabaña perdida en los confines de la tierra. Las cuatro primeras canciones, sutiles poemas susurrados al oído de construcción cuidadosa y recitado delicioso, animan a uno encogerse de nostalgia y a lanzarse al abrazo de esta maravillosa señora.

El calor celestial de Emmylou Harris vuelve a emanar con un nuevo disco, de nuevo al fogón de su veterano productor, Brian Ahern, con el que esta maravillosa dama del country americano se desvía, sólo un poco, de los retales sonoros más escabrosos que había bordado a las órdenes de Daniel Lanois primero y Malcolm Burn después. All I intended to be, al que contribuyen las colaboraciones de Dolly Parton, Vince Gill y las hermanas McGarrigle, nunca alcanza la magnitud de Wrecking ball (1995) o Red dirt girl (2000); se revela como una lógica continuación de Stumble into grace (2003) que se va enfriando con el paso de las canciones, pero que se convierte, cómo no, en una nueva gran noticia si nos devuelve la aureola angelical de Emmylou Harris.

Nota: 8/10