lunes, marzo 28, 2016

LEO, 1

Le dimos este nombre, Leo. Porque nos gusta leer y deseamos que a él también le guste. Queremos leer juntos, comprarle libros y hablar de lecturas. Ojalá. Además de muchas otras cosas, como hacerle sentir el rey León, el rey de nuestra vida. Cambiaba la hora y las agujas se adelantaban cuando a él le dio por nacer. Lloró un poco, tembló y se agarró a nuestros dedos, se pegó a los cuerpos. ¿Esto lo hemos hecho nosotros, de verdad? Un milagro. ¿Y a partir de ahora, qué? El año se me ha hecho eterno, aunque todos digan lo contrario. He aprendido algo: que todo está contado y nada escrito, cada vida es un relato diferente. Largo año, sí. El primero con Leo. Felicidades.

A Leo y María. 

jueves, marzo 24, 2016

VOLUME ONE 395: TOMORROW IS MY TURN (RHIANNON GIDDENS)

Criarse en la raíz estrecha apegos, refuerza vínculos de sangre o lazos musicales. De raíces y tradición, blues rural, folk agreste y jazz caliente y polvoriento sabe un poco Rhiannon Giddens. Banjos y violines pasan por sus manos con la banda The Carolina Chocolate Drops y su voz decidida sobresale elevada cuando canta. Grabó Tomorrow is my turn (Nonesuch, 2015) con T-Bone Burnett como aval tras coincidir en el grato experimento que fue The New Basement Tapes. La imagen directa de su rostro limpio y exótico no esconde un disco fácil de pop, sino un jugo sabrosísimo de ese hermanamiento íntimo entre el folk, el country y el blues de polvo y raíz embellecido para estos días. Me resbaló este disco el año pasado, hoy lo mastico mejor, con detenimiento y placer.

Nota: 8/10

miércoles, marzo 23, 2016

VOLUME ONE 394: THE NARROWS (GRANT-LEE PHILLIPS)

Otro voto a favor de las esencias americanas. Espacios, relatos y sonidos. Caigo muy de tarde en tarde en Grant-Lee Phillips o en la banda en la que tocaba antes de firmar solo, Grant Lee Buffalo. No suelen dejar estampa y lo que de su obra guardo crea polvo y olvido. Quizá más adelante lo haga The narrows (Yep Roc, 2016), el último de sus nueve álbumes, pero de momento mantiene un espontáneo brillo que resplandece en un puñado de memorables canciones (Cry cry, Taking on weight in Hot Springs, San Andreas fault). Parece desmejorado el autor en esta imagen, grueso y cansado. Se siente una pereza doliente en el paseo apesadumbrado por temas tan nostálgicos como esperanzadores.

Nota: 7/10

jueves, marzo 17, 2016

LIVE IN 186: MIRACLE MEN

La música, la buena la mala y la que no es ni mala ni buena, me parece un milagro. Sobre todo la buena de verdad. Tantas veces. O una obra extraordinaria en la que conviven la destreza y los sentidos del ritmo y la melodía y la personal idea de la belleza. De noche ahondo en la piel de las canciones y la música, atento a cómo armonizan instrumentos y ruidos y las voces cosen piezas de porcelana. Me gusta creerme por un momento o dos que en mis manos y en mi cabeza dirijo en el trono tras el cristal las pistas que recogen las palabras y los sonidos atados, que escojo a los músicos adecuados y de ellos extraigo sus instantes perfectos.

A Ethan, Larry, Rick, Craig, Brendan, Tucker, Glyn, Daniel, T-Bone, Joe y muchos otros que están detrás.

VOLUME ONE 393: ME MATA SI ME NECESITAS (QUIQUE GONZÁLEZ)

Ejemplos. Hay músicos que pierdes por el camino y ya no vuelven (Pete Yorn) o con los que te reencuentras satisfactoriamente (Ryan Adams) tras creer que se habían ido y nunca volverían. La música de Quique González creí haberla perdido con sus cinco últimos trabajos, que son unos cuantos como para acabar de enterrar la confianza suscitada por sus prometedores tres primeros discos. Vuelve ahora el madrileño con Me mata si me necesitas (2016), su álbum más inspirado en este tiempo en el que me ha movido por la decepción y el desinterés. Inspirado sí, digamos que seguro en la creación de canciones con más fortaleza y más fe como para dejar cierta estampa (Sangre en el marcador, No es lo que habíamos hablado). Y me quedo aquí, que no comparto elogios mayores leídos o escuchados (enlazarlo con el mediocre Ron Sexsmith no le hace favor alguno a nuestro músico) ni un exceso de virtudes y comparaciones agradables de encajar. Bien sin más, que en este caso no es mala noticia.

Nota: 6/10

lunes, marzo 14, 2016

GREATEST HITS 183: JOY (BETTYE LAVETTE)


Me entusiasma el entusiasmo ajeno cuando la música tiene la culpa. La buena, muy buena música. Si es en vivo, mejor. En la distancia comparto esa emoción. Me llama Luis, alegre, con el júbilo en la voz, para contarme que Bettye Lavette ha estado sobresaliente en un teatro de Sevilla (ah, qué nostalgia, yo la disfruté hace unos años en otro de A Coruña). Tremenda esta fiera, capaz de estremecerte y arrancarte unas lágrimas cuando estruja su voz y expulsa canciones ardientes, lamentos pasionales. Sus discos y sus directos son de lujo. Regocijo. Joy.
 

jueves, marzo 10, 2016

VOLUME ONE 392: YOU CAN'T GO BACK IF THERE'S NOTHING TO GO BACK (RICHMOND FONTAINE)

A estas alturas, muy lejos de los días de adhesión, superada la fase del desencanto e instalado en la indiferencia y más bien la poca confianza hacia el alt-country, americana o como se quiera llamar y recordar, de un modo inesperado me sorprendo disfrutando con el último trabajo de Richmond Fontaine. Este grupo se me escapa, o yo escapo de él, o es que siempre estuvimos alejados y lo que había escuchado (no más de dos discos y alguna canción suelta) no conseguía acercarnos. Por alguna razón de explicación imprecisa me veo mirando más allá del burro solitario en mitad del desierto y averiguando si, como reza el título, no se puede volver atrás si no hay nada por lo que volver. Pues sí, merece la pena regresar. You can't go back if there's nothing to go back to (Fluff & Gravy, 2016) es un trabajo de una tristeza árida y hermosa (Wake up Ray, A night in the city), una colección de relatos que parecen salidos de las plumas de Raymond Carver o Richard Ford, musicalizados por una banda enraizada sin rigores en aquel country alternativo o lo que fuera que despierta a los primeros Wilco, Son Volt o Whiskeytown. Y me vuelve a gustar.

Nota: 8/10

lunes, marzo 07, 2016

VOLUME TWO 76: RAY LAMONTAGNE

Un párrafo para Ray LaMontagne. Atrás cuando te encuentras con su primer álbum (Trouble, 2004) te causa un agradable cosquilleo, un despertar de interés que persiste en las dos siguientes entregas, trabajos que ganan riqueza y crean nuevos ambientes, que aplacan una ambición y riesgo exhibidos más adelante. Hasta entonces el músico y productor Ethan Johns protegía la música de LaMontagne, folk rock de otoñal cubierto por su voz arenosa que al crecer se tiñó de rock más maduro y flirteó con el soul. Cuando Ray se decide a producir él mismo recluta a un cuarteto de lujo, afortunada reunión de los musicazos de sesión Greg Leisz, Eric Heywood, Jennifer Condos y Jay Bellerose con el nombre de The Pariah Dogs: el álbum que fabrican suena impecable pero algo hueco, carece de director de orquesta. Cuatro años después Ray se asocia con Dan Auerbach (The Black Keys) para grabar Supernova, un proyecto fallido, de indefinible y perezoso estilo, en el que ninguno parece estar a gusto Ahora se junta a Jim James (My Morning Jacket) para terminar Ouroboros (Columbia/RCA, 2016), un paso en la misma línea que el anterior pero más centrado, de aspereza guitarrística y climas espesos, de nuevo una decisión que todavía no me ayuda a subir a Ray LaMontagne a una división mayor.

sábado, marzo 05, 2016

SONG FEVER

Parecen impropios estos tiempos para la música, banalidad secundaria, pasión debilitada. Lamento notar cómo se pierde la capacidad de impresionarme con la fuerza evocadora de las canciones. Entonces, una canción te hablaba desde la funda del vinilo y la banda estaba ahí para acompañarte toda la vida y darte respuestas. Después, las canciones nacen y mueren enseguida y se confunden en una marea revuelta de hartazgo y resignación. Debes volver pues a aquella época, y está claro, ya, que no puedes o que cuando más crees que te acercas ya no es como era entonces. Hay fiebres que tardan en curar, en el proceso crees que se han convertido en epidemias.

martes, marzo 01, 2016

BONUS TRACK 160: MILES AHEAD (MILES DAVIS)


Regreso al jazz para tener hambre de Miles Davis, de quien el actor Don Cheadle ha protagonizado, coproducido, coescrito y dirigido un biopic titulado Miles Ahead, de previsible estreno este año. Este es también el nombre de un álbum que Miles grabado a mediados de 1957 con Gil Evans al frente de una orquesta en una época en las que las grandes formaciones de jazz empezaban a desaparecer o a perder la popularidad de las décadas anteriores y el género se asentaba en nuevos esquemas o exploraba territorios con más tendencia a la experimentación, como se comprobaría unos pocos años más tarde. En el combo que interviene en Miles Ahead ya había gigantes como Paul Chambers, Art Blakey y Philly Joe Jones, hermanados al servicio de una música sin edad, fina y dinámica, el sonido de unos tiempos que nunca fueron nuestros.
Uh, Miles. Hacía tiempo que no volvía a él. He escuchado un buen lote de sus discos en todas las etapas y, salvo las flojas décadas de los ochenta y parte de la de los setenta, me cuesta decantarme por el Miles de una época concreta, aunque me encanta su segundo quinteto clásico a finales de los sesenta. Siempre he sentido que su trompeta llegaba a mí como el discurso apacible de los elegidos, la voz de una sabiduría y genialidad prodigiosas, palabra sagrada. Y eso se aprecia en Miles Ahead. He escuchado bastante jazz y sin embargo me cuesta hablar o escribir de jazz. Prefiero entrar, escuchar y perderme.