viernes, diciembre 27, 2013

GREATEST HITS 155: DEAR FRIEND (JONATHAN WILSON)


Con el oído, la memoria y las sensaciones puestas en los centenares de discos nuevos digeridos este año, me sale un 2013 musical estupendo. Cada gran disco que he disfrutado guarda una o más canciones excelentes, temas que levantan varios metros del suelo o recorren las entrañas instalándose en un estado de éxtasis inmaculado y purificador. En la gloria. Nuestro querido rock and roll, por fortuna, sigue siendo un regalo y un vicio milagroso.

Elijo este Dear friend para cerrar el año, sobrevolando en un sueño los desfiladeros del Gran Cañón a lomos de Jonathan Wilson y su crisol de guitarras mágicas. Feliz año nuevo a todos. 

martes, diciembre 24, 2013

BONUS TRACK 125: LOADED (THE VELVET UNDERGROUND)


Por mucho que me empeñe en documentar con orden toda la música de la que dispongo (y en eso soy maniático), la memoria siempre me va a hacer una mala jugada en algún momento. De paso que hacía unas compras veo Loaded (1970), el último álbum de la Velvet con Lou Reed, a precio de ganga, así que me lo compro. Al llegar a casa descubro que ya lo había comprado, y no hacía mucho tiempo. Ah, la edad… Bueno, una excusa para volver a escucharlo.

Con Loaded me acompaña ese agradable efecto de flotar por unos minutos por una colección de canciones que ya no se componen, restos inimitables de un tiempo singular del que solo tengo el testimonio de los libros, el cine y la música. Me ocurre lo mismo con algunas grandes bandas de los setenta. El disco del plátano (no lo cuestiono) acapara la mayor gloria de la Velvet, pero yo prefiero los efluvios que surgen de la boca del metro. John Cale ya no estaba, Lou estaba a punto de largarse y por aquí ya empezaba a dejarse notar un tal Doug Yule. Las canciones son más entrañables, como más acolchadas, y el sonido fluye sin brusquedades ni estridencias. Aparecen Sweet Jane y Rock & Roll y la maravillosa Oh! Sweet nuthin’ despide el repertorio.

viernes, diciembre 20, 2013

SOUNDTRACK 140: THOMAS NEWMAN


Newman es apellido ilustre en la música de cine. La dinastía la encabeza Alfred, autor, conductor y director de más de 300 partituras para películas entre los años treinta y sesenta del siglo pasado. Al séptimo arte han brindado también música hasta el presente su hermano Lionel, su sobrino Randy y sus hijos David y Thomas, uno de mis compositores cinematográficos favoritos.
Camino a la perdición, American beauty, El hombre que susurraba a los caballos, Wall-E, Lemony Snickett, El exótico Hotel Marigold, Erin Brockovich, Cadena perpetua, Destino oculto, Buscando a Nemo o el tema de apertura de la serie A dos metros bajo tierra están entre sus mejores trabajos.

Firmante de casi un centenar de scores y temas para cine y televisión desde mediados de los ochenta, Thomas Newman, como otros buenos especialistas como Howard Shore, Christopher Young o Mark Isham, conduce ondulante su música, de manera precisa y a la vez elegante, por el metraje de los films, la incrusta en la tensión de una escena o acompaña sutilmente las reacciones diversas de los personajes combinando melodiosos acordes y calculadas subidas de tono. Lo que lo distingue es un uso brillante de recursos más contemporáneos (percusiones envolventes, teclados vanguardistas, adornos retorcidos pero nunca atosigantes) que hacen que su obra no pierda clasicismo dentro de su elocuente modernidad. A veces no me sorprendo a mí mismo reconociéndole scores antes de leer los créditos de un film, otras veces es él quien me sorprende aportando nuevos aires y ecos que ratifican su talento. En España, por ejemplo, creo que es evidente su huella en la obra de Víctor Reyes.

Thomas Newman ha sido nominado once veces al Oscar y aún no ha obtenido un premio que merece y que algún año, estoy seguro, ganará.

miércoles, diciembre 18, 2013

SOUNDTRACK 139: HOMELAND (III)

Nos acostumbramos a creer que el enemigo estaba tan lejos, en otro país y en otra cultura, que no nos dimos cuenta de que en realidad el enemigo siempre estuvo en casa. Era el aliado, el mentor, el socio, el jefe. Era el soldado, el gendarme, la nación, los nuestros. Homeland nos ha demostrado que el mundo es un hogar cada día más inseguro y que no te puedes fiar ni de tu sombra. Podemos acabar muy enfermos, locos, si no nos llevamos la soga al cuello en cuanto todo se derrumba. Cuán poco hemos visto a alguien sonreír en esta serie.

Acaba de finalizar la tercera temporada. Han anunciado que habrá una cuarta, que será la última y que desaparecerán por fin personajes que ya no hacían falta, lo peor de la serie… pero creo que lo que no hace ya falta es que haya una cuarta temporada. Tal como termina la tercera, Homeland ha contado lo que tenía que contar, arrojado luz sobre lo que siempre se guarda en la sombra y cerrado un ciclo. Alargar la trama sería entrar en otra dimensión que desvirtuaría, creo, el sentido de las tres primeras etapas. Pero quién sabe…

Mientras me reservaba para ver la serie casi de un tirón, escuchaba algunas críticas. Las entiendo. Porque la historia se ralentiza primero y se precipita después; algunas situaciones tarda en resolverlas y otras las despacha de un plumazo, haciéndome cuestionar demasiado si las escapatorias son tan fáciles o si algunos personajes son de verdad tan estúpidos; unos pierden el carisma que tenían y a otros los guionistas no les dejan alimentarlo. No te coge de los huevos la serie como en las dos primeras temporadas, pero al final consigue mantenerte en vilo hasta el último instante. Me ha vuelto a gustar, pero viendo cómo respiran las esferas del poder y los servicios secretos y cómo en teoría se protege la seguridad nacional, te marchas a la cama pensando lo jodido que está todo.

sábado, diciembre 14, 2013

VOLUME ONE 314: FANFARE (JONATHAN WILSON)


Que no despiste el título: Fanfare, de Jonathan Wilson, no es fanfarria ni alboroto ruidoso; hay mucha instrumentación en sus 78 minutos, variado viento, metal, cuerda y percusión, pero en absoluto esa convivencia es atolondrada o caótica, al contrario, descansa en un equilibrio armonioso. El eco que resuena mientras lo escucho me sitúa en otro lugar y en otro momento. Me parece que este tío, nacido a mediados de los setenta en North Carolina, es un eslabón musical que se fugó de aquella década para reaparecer ahora emparentado con sus músicos favoritos. CSN&Y, Byrds, Bob Seger, Pink Floyd, Neil Young o James Taylor flotan en la atmósfera. ¿Un pastiche facilón sin originalidad? Al contrario, sin perder la brújula sigue su propia dirección. ¿Suena demasiado ambicioso, grandilocuente? No sabría qué decir… la complejidad con la que parecen compuestas algunas canciones enseguida se transforma en un recurso natural nunca fuera de lugar. ¿Genuino? No hay precipitarse al referirse a nuevos genios, pero podría ser…
Discazo impredecible este Fanfare (Bella Union, 2013). Como en Gentle spirit (2011), perviven las brisas psicodélicas, gotas de rock sinfónico, el espíritu lisérgico de Laurel Canyon. Hay esta vez temas más fáciles de calar (Love to love, Desert trip, Fazon), otros que proponen brillantes acertijos mientras avanzan (Dear friend, Moses pain, New Mexico).

Que no se me olvide: Wilson toca prácticamente todo y a su voz suave que cae evaporándose sobre la superficie de las canciones la acompañan las aportaciones de gente como Mike Campbell, Benmont Tench y Pat Sansone, además de, mira por dónde, Graham Nash, David Crosby y Jackson Browne. Me lo he escuchado tres veces el mismo día, 234 minutos. Es buena señal.

Nota: 8,5/10

SOUNDTRACK 138: HEAT


Lo que dura un día y un poco más, entre 26 y 27 horas de mi vida (no seguidas), le he dedicado hasta ahora a Heat. Ayer la vi por novena vez. Habrá más. Las obras maestras no caducan, crecen con el tiempo y se hacen mejores. Entonces sí, entonces consiguen que ames el cine por encima de todas las cosas.

Cuando se estrenó en 1995, una de las frases publicitarias extraída de una crítica de no recuerdo qué medio decía: “Un film monumental”. No se me ocurre mejor término que emplear cuando el film se cierra, Pacino de espaldas, el cielo nocturno de Los Angeles reduciéndole en el aeropuerto, y el ‘dios que se mueve sobre el rostro de las aguas’ de Moby elevándose hasta tragarme. Y la vida sigue.
 
Heat, más allá del combate entre el bien y el mal en torno a un banda de ladrones y a un grupo de policías que intentan atraparlos, atrapa la vida en casi tres horas: la disciplina del trabajo, hacer lo que uno mejor sabe hacer, la lealtad, la ambición, el riesgo, la soledad, la inadaptación, el sacrificio… y un poco de amor. “Somos lo que perseguimos”.

Pocas secuencias me han conmocionado tanto en el cine, gracias al pulso estiloso de Michael Mann, como ese abrasador tiroteo en la calle (el mejor que muchos hemos visto en una pantalla); ese café que comparten Vincent Hanna y Neil McCauley mientras descubren que son tal para cual; esa separación silenciosa e inevitable al borde de la salvación; y ese duelo final al que la vida nos enfrenta contra nosotros mismos.

miércoles, diciembre 11, 2013

LOS PEORES


Discos y listas, aaaaahhhh!
¿Por qué unos medios se limitan a 20, otros llegan a 50 (para que no sea mal visto dejar fuera de los mejores a otros 30) y otros se van hasta 80? ¿Por qué listar siempre los mejores discos y no las mayores decepciones en relación a las expectativas creadas? ¿O simplemente los peores, lo malo de solemnidad? Si de lo que se trata es de aconsejar al constante lector o al interesado navegante, ¿por qué no recomendarle lo que no debe escuchar en su vida por su bajísima calidad? Ahora (y siempre) presumimos de haber escuchado un altísimo número de novedades discográficas de todo un año, ¿verdad? Lo tenemos al alcance. Y por eso nos creemos capaces de enumerar por orden ¿de preferencia? lo mejor entre lo mejor, con el vicio de caer en flagrantes incongruencias. Ahí va una: una publicación sitúa un buen disco en el puesto 5 del año y otro buen disco en el 25, pero resulta que cuando vas a la tabla con las puntuaciones particulares de los redactores que han votado es más alta la suma de puntos del que está en el puesto 25 que la del que está en el 5…

Yo me guardo ya mi lista de los mejores en la intimidad de las distancias cortas. Un muy buen disco de entre los muchos de 2013 que he escuchado es, por ejemplo, Volume 3, de She & Him. Una decepción es Imitations, de Mark Lanegan. Ni uno ni otro aparecen en las ocho selectas listas de las que han aparecido a las que he echado una mirada. Y discos malos (y aparecen una buena parte en esas listas de mejores), son los que en 2013 sacaron al mercado:

Alice in Chains, Amok, Black Sabbath, Charles Bradley, Chelsea Wolfe, Deerhunter, Elton John, Howe Gelb, Julia Holter, Kate Nash, The Lone Bellow, The Lumineers, Suede, Vampire Weekend, Yeah Yeah Yeahs

viernes, diciembre 06, 2013

VOLUME ONE 313: MOUNTAINS OF SORROW, RIVERS OF SONG (AMOS LEE)


Al bueno de Amos Lee me lo llevo a ese grupo de autores americanos con aspecto y carrera de ‘chicos majos’, músicos sin mácula como Chris Isaak o Josh Rouse, por poner dos casos que me vienen a la mente, que sin salirse de sus carriles conducen firmes sobre el asfalto. Al principio, Amos me parecía blando, puede ser, sus canciones eran demasiado tranquilas, demasiado bien hechas y cantadas, y de ellas brotaba un ánimo más bien apagado, melancólico. Cada disco que fue publicando después de su debut en 2005 contenía mejor material, aunque al chico le seguían faltando dientes afilados, un poquito de riesgo. Mission bell (2010) estaba bastante mejor, con Calexico por compañía produciendo y tocando. Ahora sin ellos, con Jay Joyce (The Wallflowers, Emmylou Harris) en la sala de máquinas y otros músicos estupendos, se ha trabajado un disco más auténtico y robusto, con más atrevimiento, su mejor trabajo quizá.

Está bien este Mountain of sorrow, rivers of song (Blue Note, 2013). Te dejan un sabor de lo más placentero sus temas contenidos (Scared money, Mountains of sorrow) y sus cortes más descarados (High water, Lowdown life). Y la voz todavía negroide de Amos Lee te demuestra que sigue siendo un chico majo y un muy buen autor.

Nota: 8/10

jueves, diciembre 05, 2013

BLUE NOTE COVERS



El fetichismo, a su modo singular e irrenunciable, nos hace felices. Cuando veo la imagen de la portada de un viejo disco de jazz del sello Blue Note me la guardo. Varios discos reposan en mi salón y me gusta navegar por sus cubiertas mientras la música avanza. Son esas joyas antiguas (además de alguna otra de otros sellos) las que atrapo para quedarme con el lenguaje de sus detalles, con las líneas y formas que envuelven un título o dibujan el nombre de un autor, con los colores fuertes que empapan todo el recuadro que acoge la fotografía de un músico con su instrumento en plena actuación o en un momento de sus ensayos.

Detrás de muchas de esas fotos que tan bien reflejan el ambiente y el espíritu de un disco de Blue Note, sobre todo entre 1958 y 1969, estaban los diseños y las cámaras de Reid Miles y Francis Wolff, que además era productor, aunque nombres como Harold Feinstein, Bill Hughes, Martin Craig o Andy Warhol también brindaron sus ideas, imágenes o dibujos para crear el universo Blue Note. Unas cuantas para imaginar un poco…


lunes, diciembre 02, 2013

SOUNDTRACK 137: THE GAME



Como en la primera vez, en la segunda y en la tercera, ahora mi cuarto viaje por The Game (David Fincher, 1997) ha resultado fascinante. Me deslumbran su capacidad de tragarse al espectador, sus piruetas argumentales y su impecable y exquisita factura. Y eso me encanta compartirlo, hacer partícipes a otras personas de las virtudes (sobre)naturales y trascendentes que a veces tiene el cine.
Hay películas que conservan su poder de atracción intacto, resistente al cambio de tendencias, al cambio en la forma de hacer y de ver cine. Lo distingo en no pocas de las obras de David Fincher cuando regreso a ellas para recrearme en la forma y el fondo de sus historias, en sus trazados o laberintos. Pasa con Seven, El club de la lucha, Zodiac y con The Game.

Los juegos que el cine propone requieren nuestra implicación. La idea sola no basta, la ayudan el entorno, el clima, el montaje, la música (acertadísimo el elegante tono siniestro que imprime el score de Howard Shore), los actores (soberbio está Michael Douglas)… y creerse que lo que estás viendo y sintiendo puede ser algo más que un juego. Al nihilismo atroz de Seven le siguió el masoquismo redentor de The Game, una broma macabra con ropajes de thriller, un descenso al infierno de la propia personalidad. Una magistral travesura cinematográfica.

jueves, noviembre 28, 2013

BONUS TRACK 124: EASTERN SOUNDS (YUSEF LATEEF)


Conviene dejarse llevar sobre los raíles del jazz cada cierto tiempo. Yo lo hago, bien sea en un viaje placentero para ingerir un calmante de efectos sedantes o en otro más agitado para darle un poco de nervio al ánimo. No es lo mismo descansar con Bill Evans que excitarse con Thelonious Monk. Tratándose de un terreno tan resbaladizo como el jazz, por donde no siempre es sencillo transitar, hay ciertos discos que ayudan mucho a conectar, y comenzar a simpatizar incluso, con autores y corrientes. Creo que uno de ellos es este álbum de Yusef Lateef, un brebaje para viajar entre plumas y almohadones.

Eastern sounds se grabó en 1961, con Ernie Farrow al contrabajo, Barry Harris al piano y Lex Humphries en la batería dando compañía a Lateef. Poco he escuchado de este sutil virtuoso del saxo tenor y otros recursos de viento aleccionado en su juventud por Gillispie, Mingus o Byrd. Su carrera llega hasta los noventa, salta de tendencias y se alía con el funk sin tener por qué respetar los cánones revoltosos del jazz. En este disco la percusión se insinúa hechizante y los saxos airean muy seductores. Nada suena alterado ni improvisado, sino fluido, relajante. Una perla del jazz.

VOLUME ONE 312: SI TUVIERAS UN MOMENTO… (FRISCO)


Un clima de cálida camaradería, de conversaciones de madrugada con la música flotando en el ambiente y las cervezas y el tabaco por compañía, empapa la música fresca y abierta que se extiende a lo largo de Si tuvieras un momento… El primer disco de larga duración del ourensano afincado en A Coruña Frisco se baña de ese buen rollo creativo para conjugar rock y jazz de manera estrecha, con unas gotas de rumba por aquí, una pizca de flamenco por allá y un regusto funky que brota de la convivencia de ritmos por todas partes. El cóctel, lejos de aturdir o empachar, entra rico en el paladar y uno llega al último segundo con una sonrisa en los labios.

Se advierte un ambicioso afán en el producto, el empeño de un músico meticuloso de sobrada formación y amplios horizontes musicales. Frisco ha ensamblado ocho instrumentos y ha hecho de la voz (de su propia voz ronca y gamberra siempre, aunque parezca que suena una decena de voces de personas distintas) un recurso instrumental más, un juguete divertido. Se ha colgado todas las guitarras, se ha sentado en los teclados, tocado los bajos y encargado de percusiones menores.

En la aventura le secunda Marcos Paz en la batería, Víctor Sánchez con el clarinete y el saxo alto, Santi González al saxo tenor, Fernando con el violín y la trompeta y Toni González a cargo de otras percusiones. El esfuerzo conjunto, con notables temas como Anda chaval, Siempre he dicho que está mal o Miénteme, miénteme, remite unas veces a Funkadelic, otras veces a Primus o a Jaco Pastorius. El resultado final invita al compadreo y a la diversión. Si tenéis un momento, tomaos un sabroso trago de Frisco.

Nota: 7/10

sábado, noviembre 23, 2013

LIVE IN 155: BACK TO U2


La música regala el viaje más placentero al pasado. Pinchas en el jukebox y cambias tu edad, tu entorno, tu propio yo. La nostalgia te conquista.

Hoy me dijeron que tenían una canción nueva, algo normal, sencillo, un tema para una película al parecer, Ordinary love, nada del otro mundo pero bonito. El vídeo está disponible. Lo busqué, lo ví, escuché, recordé. El otro día me crucé con un colega de mi edad al que hacía muchos años que no veía con el que asistí al primer concierto que viví de ellos. Me acordé de aquel viaje tan largo, del libro que llevaba en el tren (Lolita), de la espera desde primeras horas de la mañana en la primera fila de Anoeta, de ellos en el escenario, con los coches, las pantallas, las luces y las gafas de mosca.

Yo crecí con ellos, qué huevos, y no me arrepiento. Gracias a ellos, en el fondo, han llegado después todos los demás. Añoro a U2. Dicen que vuelven pronto. Que me den una alegría. Eso lo añoro más.

miércoles, noviembre 20, 2013

BONUS TRACK 123: THE THORNS (THE THORNS)


El mejor y más cercano disco de homenaje a Crosby Still & Nash no es un álbum tributo con versiones de sus canciones, sino aquel que hace diez años llevó la firma de Matthew Sweet, Pete Droge y Shawn Mullins, unidos bajo el nombre de The Thorns en un trabajo, el único que han grabado juntos, titulado como la propia banda. Salvo una versión (de The Jayhawks), el disco contenía material inédito, temas escritos y compuestos a seis manos embellecidos por un juego de voces apacible y evocador que despertaba el inmediato recuerdo de las dulces armonías vocales de CSN. Produjo Brendan O’Brien y en el respaldo instrumental había personal de la talla de Greg Leisz y Jim Keltner, además del productor.

Da la impresión, ahora que vuelvo a escuchar el disco varios años después de que lo recibiese como inesperado regalo en un cumpleaños, de que es muy fácil entrelazar tres voces limpias al abrigo de una simple melodía. No lo es, aunque lo parece. Hay muy bellas canciones en The Thorns (Runaway feeling, Think it over, Dragonfly, Such a shame), el tributo (o no) sincero de un trío de músicos americanos a otro trío único que una vez acordaron caminar juntos con sus guitarras acústicas hacia el horizonte acogedor del atardecer.

sábado, noviembre 16, 2013

SOUNDTRACK 136: FRIENDS, MI VERSIÓN


Qué más puedo decir… Yo también quedé atrapado. Pero más allá de las gansadas inverosímiles de Joey, los numeritos infantiles de Ross, las manías desquiciantes de Monica, los caprichos pijos de Rachel, los arrebatos surrealistas de Phoebe y las ironías puñeteras de Chandler, me quedo con la inocencia de todos ellos, la bondad, la lealtad, el calor, el humor y el amor de los amigos… tan difícil (o no) de poner en práctica.

Friends fue, y es aún, una de las comedias más populares de la historia de la televisión. Creó una adicción que se transformó en estrecha fidelidad de su audiencia y juntó a amigos ante el televisor para seguir las andanzas semanales de sus personajes o hacer maratones en tardes y noches sin fin. Cuando me planté ante la tele el día de su estreno en España, en 1995, sus personajes me parecieron idiotas, inmaduros, antipáticos e imposibles. No vi más de dos episodios y cuando después me tropezaba con ellos al cambiar de canal no esperaba ni a que terminara el chiste. La serie duró diez temporadas, hasta 2004.

Mucho tiempo después, circunstancias de la vida mediante, fui viendo episodios salteados. Este año regalé la serie completa y en menos de doce meses he visto por orden sus 238 capítulos. Son una estupenda terapia para terminar el día olvidándose de las horas agrias y tareas vacuas que depara, una vía de escape hacia una ficción cercana, de apariencia un tanto idílica y a veces improbable pero en el fondo entrañable y familiar como la vida misma. Con el paso de las temporadas a los personajes les di primero dando mi aprobación y después les encontré la gracia. Acabé escuchando mi propia carcajada en algún momento de cada episodio y, todavía mejor, escuchando la mejor risa del mundo a mi lado.

Quizá cuando pise New York me acerque a la esquina de Bedford con Grove y mire al edificio de cinco plantas con la ilusión de esperar a que Ross, Joey, Monica, Chandler, Phoebe o Rachel me saluden desde una ventana. Salud, amigos.

VOLUME ONE 311: PALOSANTO (BUNBURY)



Creo (confío en) que algún día Bunbury firmará un disco realmente grande. El camino que conduce hasta ese momento, mientras, lo ve sembrando de trabajos irregulares que casi siempre, al final de cada escucha, dejan la sensación de que todo cuanto ha volcado en ellos con concienzuda entrega, es manifiestamente mejorable. Palosanto (Warner, 2013), otro irregular disco, está mejor de lo que esperaba, mejor de lo que temía después de conocer su single de lanzamiento, Despierta, con diferencia el peor tema del disco, una canción sencillamente mala.

Yo no voy a leer las letras ni ser tan profundo, las revistas se han encargado de apuntarlo y continúan haciéndolo, y a mí me aburre bucear en la trascendencia. Mantengo una distancia recelosa con Bunbury y evito dedicarle tiempo. Pero confieso que he empezado a apreciarle después de mucho tiempo condenándole. Le agradezco Hellville de Luxe, le reprocho El viaje a ninguna parte y no comulgo con quienes encumbran Pequeño. Ahora con Palosanto tengo que aplaudirle la mitad de sus quince temas, en concreto aquellos en los que suena manso, relajado y reflexivo, la música tranquila, creada y disfrutada mirando atardeceres y regresando al pasado melancólico (Más alto que nosotros sólo el cielo, Salvavidas, Los inmortales, Prisioneros, Miento cuando digo que lo siento). Lo demás, ni fu fi fa.

Nota: 6/10

jueves, noviembre 14, 2013

SOUNDTRACK 135: INSIDE LLEWYN DAVIS


Los Coen me han pescado con tan suculento anzuelo. Ha sido fácil: un folk singer (con gato) en la helada New York en los primeros sesenta… sus canciones, sus mujeres, sus miserias, sus sueños… Me recuerdo todo a eso que tantas veces hemos leído, esas calles y bares que conocemos de nuestras lecturas y de los delirios de la imaginación. Un tristón Oscar Isaacs, una irreconocible Carey Mulligan, el talismán John Goodman. Inside Llewyn Davis. Espero el estreno con ganas, aunque me guardo de hacerme esperanzas mágicas, que los hermanos Coen son género aparte y nunca me han vuelto loco.

He abierto boca con la banda sonora: folk tierno, íntimo, bonito. Oh, aquellos tiempos…

miércoles, noviembre 13, 2013

GREATEST HITS 154: THIS MUST BE THE PLACE (DAVID BYRNE)

Ni Talking Heads ni David Byrne me han chistado nunca, y eso que al grupo neoyorquino le he dado oportunidades de sobra para encontrarle su gracia. Pues no, no hay manera. En cambio hay una o dos canciones suyas que de algún modo bromista y misterioso me parecen simpáticas y cargadas de encanto. Una de ellas es This must be the place. Ayudó a un nuevo flechazo que su título fuera también el de una película de Paolo Sorrentino estrenada el año pasado, una especie de fábula de carretera a lo Wim Wenders donde un Sean Penn con la facha trasnochada de Robert Smith se persigue a sí mismo en un entorno desconocido.

Aquí tenemos a Byrne en 2004 sin los Talking Heads, pero con muchos músicos a su alrededor, haciendo ingenua y entrañable This must be the place y su pegadizo ritmo.

sábado, noviembre 09, 2013

BONUS TRACK 122: WILD LIFE (WINGS)


¿A qué vida salvaje se refieren desde la ciénaga los Wings? Detrás de esta estampa de promoción hippy se escucha una broma divertida, un disco que arranca marchoso y se vuelve turbio y sentimental. Eran los primeros Wings, en realidad era Paul McCartney y los músicos que necesitaba para tener él su propia banda. Por tener, hasta tenía una mujer bien cerca sacando tajada que tampoco recibía las alegrías de la prensa. Estamos en 1971, ya no hay Beatles. Las drogas pintan a sir Paul más desaseado, un tipo poco fiable. Sobre las ramas de la imagen le secundan la churri Linda, Denny Laine y Denny Seiwell. Wild life es el primero de los discos de la banda… antes de llegar a los 80 ya son ceniza.

Me saturan los Beatles, no su música (salvo las primeras ñoñadas), sino que estén en todas partes todavía y que la magnificación impida ver sus renglones torcidos. A veces me desvío de la autopista y tomo carreteras secundarias. Paul tiene trabajos muy buenos, éste es uno de ellos (temazos son Love is strange, Wild life, Some people never know, Dear friend). También se pierde en cosas que no saben a nada, el último álbum, por ejemplo, no me convence. Un poco de vida salvaje, un tiempo irrepetible.

miércoles, noviembre 06, 2013

VOLUME TWO 64: SMOG


El encanto (no tan) inocente de lo rudimentario sobrevuela gran parte de la apuesta musical de Smog. Es el pseudónimo que Bill Callahan adoptó desde que tenía unos 25 años para registrar sus primitivos experimentos de baja fidelidad y grabar casi una docena de discos entre 1992 y 2005, a los que con el paso de los años fue dotando de más limpieza y calidad en las grabaciones. Acertado alias el de Smog, pues entre el humo y la niebla se desliza sinuosa la música climática de este singular creador. Después el tipo recuperó su propio nombre y firmó otros seis trabajos que no desentonan con respecto a buena parte de los anteriores y que incluso alcanzan cotas muy elevadas (Apocalypse, Dream river).
Impulsado por su último gran disco, me ha animado a bucear en las aguas espesas de Smog, en la mitad de aquellas grabaciones lo-fi que fueron perfilando una carrera peculiar. Hay ritmos repetidos, escasa instrumentación al principio y un recitado con voz de barítono entre siniestro y desganado que puede resultar asfixiante. Pero todo ello se empapa de una atmósfera que unas veces es irreal y otras describe ambientes a cielo abierto, sobre todo, a partir de álbumes realmente buenos como Knock Knock (1999) y Dongs of sevotion (2000), a los que suceden otros tan atractivos como Supper (2003) y A river ain’t too much to love. Ya anticipan éstos una propuesta que bebe del mismo manantial que las obras firmadas por Callahan pero que fluye más desinhibida, en la que los instrumentos zurcen escenas perturbadoras.

Le cuesta calar al amigo Callahan, también a Smog, pero a mí me seduce en momentos ideales para bajarse del tren de cada día y flotar huidizo no sé muy bien por dónde.

sábado, noviembre 02, 2013

VOLUME ONE 310: REFLEKTOR (ARCADE FIRE)

El peor de sus cuatro discos es este. No es que sea el menos bueno, tampoco es que sea malo. No sé si me explico acertadamente. A Reflektor (Merge, 2013) le ocurre lo que a las obras construidas con un ansia tal por marcar diferencias, dar que hablar y alcanzar el terreno de lo trascendente que a la hora de la verdad, cuando llega el momento de ofrecer y escuchar, el que recibe y atiende se encuentra con que hay demasiada ambición y abundante empalago, mucha altanería y poca humildad. Será que es un grupo de demasiadas personas y no se conforma con la moderación. Así me ha parecido al navegar un par de veces por el nuevo álbum de Arcade Fire.

Sobre todo es muy largo (trece temas en 75 minutos), buena parte de las canciones se hacen también inacabables, empezando por su correcto single, su arranque. Hay cuatro temas realmente buenos (We exist, Natural person, Porno, Afterlife) y lo demás es histriónico o perezoso, según con qué pie se levantara el grupo el día de grabar y mezclar el material. Tiene el disco ritmos marcados, un pop que tanto se baila como se siente tumbado, y un estilo que huye de las comparaciones. Pero las canciones, salvo ese cuarteto selecto, acaban agotando, se llenan de pistas de sonido abiertas a un lucimiento nada modesto. Si quisieron dar que hablar, como creo que pretendieron, por mi parte no tengo más que decir. A otra cosa.

Nota: 5/10

GREATEST HITS 153: CAT PEOPLE (DAVID BOWIE)


En los años ochenta David Bowie aportó un par de estupendas canciones al cine, medio que frecuentó en esa y otras décadas para hacer gala de su facilidad para adaptarse a sugerentes personajes. Una de esas buenas canciones fue Absolute beginners, el épico y nostálgico tema principal del film del mismo título. La otra, esta fenomenal Cat people (putting out fire) para El beso de la pantera, una revisión de La mujer pantera dirigida por Paul Schrader en 1982. Poco recuerdo de aquella película más que ese manso felino que durante aquellos años me parecía la actriz Nastassja Kinski y, por supuesto, esta genialidad turbadora de Bowie.

miércoles, octubre 30, 2013

VOLUME ONE 309: ISRAEL NASH’S RAIN PLANS (ISRAEL NASH GRIPKA)


Algo etéreo y arrebatador emerge de la música que envuelve este álbum, un billete de ida a la evasión y el aislamiento. Sobresaliente propuesta la del chico, Israel Nash Gripka, residente en Texas tras su paso creativo por New York y sus norteños paisajes montañosos. Se dibujan cielos despejados y paisajes abiertos en la imaginación, praderas, silencio, un jinete a lo lejos. Con solo el ambiente, Israel Nash’s rain plans (Loose music, 2013) ya roza el cielo.

Nada nuevo bajo el sol al bajar la aguja, es cierto, pero cuidado, este disco no es uno cualquiera. Reaparece el Neil Young con los Crazy Horse de comienzos de los setenta, cubiertos por un oleaje sonoro que remite a los tapices sosegados de Jonathan Wilson. Israel canta distante, con la voz baja, pero el juego de guitarras que despliega su banda eleva las canciones a alturas de excelente rock psicodelizado y creo a veces que me están tocando versiones honrosas de Like a hurricane o Down by the river. Una gozada.

Nota: 9/10

domingo, octubre 27, 2013

LIVE IN 154: WILD LOU


El miércoles compré en cd uno de sus discos, Magic & loss, uno de los que aún conservo en vinilo. Es un álbum conmovedor, crudo, profundo y hermoso. Se lo dedicaba a dos personas que había perdido. Unos días atrás leía la descripción que de él hacía Rosa Montero, con la mirada en sus ojos, antes de entrevistarlo hace años para un periódico. Y hoy… nada. Un día aquí estamos y al otro ya no somos más que polvo y recuerdo. Lejano, una roca, así parecía aquella noche de verano de 2004 en Santiago. Vino en lugar de Bowie, qué putada. Él estuvo bien, pero el escenario, el Monte do Gozo, no era el idóneo para uno de sus conciertos. Cerró con Sweet Jane y Perfect day, se llevo un merecido aplauso. No estará en mi isla desierta Lou Reed, pero vaya, era más que bueno. Feliz viaje al lado salvaje. 

jueves, octubre 24, 2013

GREATEST HITS 152: NONE OF US ARE FREE (SOLOMON BURKE)


La música perfecta, mejor compartirla. Cuentas que este hombre es tan grande, que está tan gordo, que tiene que cantar sentado, con un traje impecable puesto mientras un ayudante le seca con una toalla el sudor de la cara entre tema y tema. Cuentas que fue padre de 21 hijos y que nos dejó hace poco, poco antes de dar un concierto. Que sus últimos trabajos fueron estupendos. Que se llamaba (que se llama) Solomon Burke, el rey Solomon. Y ves que las canciones animan a mover los hombros sin despegar las manos del volante, a chasquear los dedos, a dejarse mecer con la vista apagada. A recrearte en la belleza. A sentir que la carretera que hay delante y el camino que queda atrás es lo más parecido a la libertad. Esta es una canción perfecta.

miércoles, octubre 23, 2013

SOUNDTRACK 134: EL CINE NO ES UNA FIESTA


Estos tres días de sesiones a 2,90 euros me han devuelto cuatro veces al cine en una semana y me han hecho recuperar y celebrar añejas sensaciones como la de SENTIR una proyección con la sala a rebosar o esperar con paciencia a comprar una entrada en una larga cola de espectadores. Lo de menos ha sido la calidad de las películas (dos buenas, dos malas); lo de más, esa experiencia resucitada, agazapada en el recuerdo de quienes hemos dedicado al cine muchas horas de nuestro crecimiento.

La fiesta del cine, se bautizó la oferta. Y la gente respondió, porque el cine, ir al cine, gusta, vaya si gusta. Pero el cine no es una fiesta, es un negocio (y un arte y todo lo que se quiera discutir) y un entretenimiento. Y entretenerse cuesta. Paga quien lo ofrece y paga quien lo recibe. Y ya sabemos cómo respira el mercado y cómo joden los impuestos. Cuando la entrada vuelva a costar 5 euros los jueves, 6,20 en la sesión golfa y 8,40 en la sesión convencional (creo que no me equivoco mucho en los precios), comprobaremos que el cine es cualquier cosa menos una fiesta como la que ha tenido lugar estos días. Ojalá me equivoque.

viernes, octubre 18, 2013

VOLUME ONE 308: CIELO COLOR BURDEOS (LUIS MORO)



“Enhorabuena. Buen trabajo”. Qué gran recompensa el sonido de estas palabras. Se las dedico a Luis Moro por afinidades, patria y sangre. Y por un buen disco.

La grandeza y el mérito de una obra se encuentran, más que en los resultados finales, en el esfuerzo que requiere ponerla en pie: en los paréntesis que dispersan la intención de unidad, en las distancias que impiden encuentros, en la incompatibilidad de horarios, la acumulación de ideas y pruebas, las tomas definitivas y los descartes, lo que parece que funciona un día y se estropea al siguiente. Todo ello acompañó la gestación de Cielo color Burdeos, un disco detrás del cual hay muchas semanas, meses, más de un año de ese esfuerzo perseverante que nunca es en vano… pese a que el consumo rutinario que en general se le dedica a la música no deje tratar a sus intérpretes como merecen.

Sigo la música de Luis Moro desde sus orígenes, me remonto a mediados de los noventa, cuando el autor coruñés encontró en su guitarra, su voz y su inquietud creativa la materia con la que encender un sueño. En todo este camino ha bebido, y se nota, de muchas jarras de buena música, de corrientes de admiración y orientación. Y su gran mérito es no haber caído nunca en la fácil tendencia a reproducir esas enseñanzas musicales ni ajustarse a los contornos de sus modelos, sino haber tenido muy presente esas referencias para crear una manera propia, un sello o estilo auténticos de rock que le confieren una identidad y un clima distintivos.
En Cielo color Burdeos (Laboratorio azul, 2013) hay una sutil inclinación al perfeccionismo, un reto que no siempre es bueno marcarse porque muchas veces coarta la espontaneidad. Se advierte en el esmero estilístico con que se combinan instrumentos y sonidos (de impecable elaboración, por otra parte), una compenetración que una vez más me conduce, salvando distancias (aunque no muy largas), a los trabajos de producción del gran Joe Henry.

El último disco de Luis Moro empieza en lo alto de una montaña con el tema que le da título, todo un manifiesto de intenciones que encuentra la inspiración en Tom Waits y la expresividad en Nick Cave. Navega después entre mareas relajantes muy bien interpretadas (Santa María, Marianne) y se agita con una vigorosa marejada (Judith Mishima & Alex Lafontaine). Una lástima que desde las alturas en las que despega el disco caiga a la llanura pacífica por la que discurren los dos últimos cortes, dos piezas aún más íntimas y más bien insatisfactorias. En apenas media hora el músico de A Coruña, eso sí, demuestra que no necesita mirar ni al pasado ni a los maestros que le mantienen con aliento y resistencia en su carrera. Le queda aún gasolina que quemar y apuesto a que en el camino cubrirá etapas tan estimulantes como este cielo al que dar un trago de Burdeos.

Nota: 7,5/10

miércoles, octubre 16, 2013

VOLUME ONE 307: LIGHTNING BOLT (PEARL JAM)


Esta es la mejor noticia musical del año. Sabía que volverían, que después de aquella despedida en Lisboa y del reencuentro en medio de ninguna parte en la Isla de Wight habría un nuevo estudio en el que detenerse, nuevas canciones con las que crecer. Pearl Jam y yo seguimos caminando de la mano, compartiendo arrugas y tragos de rock and roll en la sangre. We are still alive!

Sí, lo reconozco, un poco viejo me sentí al escuchar por primera vez la furia que nunca han perdido. (O, ¿será que la juventud nos abandona deprisa?) Admito que no me gustaron los adelantos, que albergué dudas y augurios decepcionantes que lejos de dejarme indiferente me fastidiaban. Rectifico ahora, después de las tres escuchas de rigor que merece un disco en el que te vuelcas durante un par de días y al que dedicas todo el mimo que sus autores merecen. Lightning bolt (Monkeywrench, 2013) es un muy buen disco, no es la leche, no es la hostia… pero dios, qué bien sienta escuchar a Pearl Jam.
Tampoco queremos un nuevo Ten, el trono lo conservará hasta la eternidad y tan contentos, ¿verdad? Y superar Backspacer no era tarea complicada. Así que esa misión la han cumplido sin mucho esfuerzo. El nuevo álbum enciende a una banda adulta sin rastro alguno de cansancio, heredera aún del arrojo juvenil con el que irrumpieron hace más de veinte años, con los cabellos grasientos, en los huesos y arrojándose sobre el público. Ahora padres y mejor alimentados, Mike, Matt, Stone, Jeff y Eddie sientan cátedra desde el escenario. Así se envejece con dignidad y la cabeza alta, vienen a enseñarnos. Y una docena de buenas canciones.

¿Atractivos? No pocos: un arranque electrizante (Getaway, Mind your manners), pasajes calmados en atmósferas brumosas (Pendulum), riffs con personalidad (My father’s song), punteos justos y eficientes (Sirens, Infallible), el dúo rítmico contundente (Lightning bolt), y un Eddie entrañable (Sleeping by myself) e imponente (Let the records play). Sí, cada vez que lo escucho me gusta más. Y ya me apunto a la próxima visita que nos hagan o que le hagamos. We are still alive ye ye ye ye yeeeeeeeh!

Nota: 8/10

sábado, octubre 12, 2013

BONUS TRACK 121: LEONA NAESS (LEONA NAESS)


Unos cuantos años después me tropiezo con esta inglesa misteriosa por caprichos del azar. Allá por el cambio de siglo la encontré en un videoclip de esos con la solista en vestido de andar por casa y los tirantes a medio caer por la habitación de un motel y con una canción pop de esas que encajan tan bien en el arranque amable de una comedia americana. Allí se quedó la chica. Ahora me entero de que solo cuatro discos llegó a publicar desde entonces, el último hace ya cinco años. Este es el tercero, Leona Naess (2003), grabado en L.A., el más interesante por cuenta de quien la respalda: Ethan Johns (Ryan Adams, Tom Jones, Laura Marling, el último de McCartney) con las baquetas y en la sutil y hogareña producción. La música tiene poco rastro de lo que denotaba aquella despreocupada canción primeriza del vídeo, es más consistente y atractiva. A la chica se la ve con más kilómetros en la mochila y afonías en el escenario, enamorada y en camino hacia la felicidad. Un bonito reencuentro.