domingo, julio 31, 2016

SOUNDTRACK 187: SING STREET

A John Carney le gusta mucho vestir vivencias musicales con el disfraz de un cuento de hadas. Volvamos a Once (2007) y a Begin again (2013), sus dos películas más conocidas. De músicos ambulantes con vocación e inmigrantes apuradas la primera, con el Dublín de hoy de fondo; de productores en crisis y nuevos talentos la segunda, en Nueva York. En Sing Street (2016) el director irlandés y antiguo miembro de The Frames rueda otra fábula musical, a medio camino entre las precedentes, algo más cercana al costumbrismo de Once al regresar el autor a Dublin de los años ochenta y a los inocentes sueños musicales de su joven protagonista.

 
Conor es un buen chico que empieza a descubrir los atractivos de la música. Sus padres se pelean todo el rato, su hermano mayor es un fracasado que le aconseja buena música. Y recién entrado en un colegio católico conoce a un par de avispados mocosos con los que se lanza a crear un grupo. Un quinteto de pop que mama de los éxitos del momento (de Duran Duran a The Cure, de A-Ha a Spandau Ballet), con Conor al frente, con el aguijón de la composición clavado y embriagado por supuesto por los encantos de una chica muy guapa, Raphina.

 
Muy visto todo, cierto, pero entrañable al estilo de John Carney, hábil en las elipsis, cómico y a la vez pasional en la filmación de las piezas musicales. La película es digna sucesora de Once y Begin again, inferior si cabe, pero tiene su gracia, su nostalgia, su punto idílico e imposible. Mantiene la sonrisa y universaliza la magia incomparable de la música.

lunes, julio 25, 2016

LOST IN MUSIC


Divertidísimo libro. Placentero, entrañable, gracioso. Diría que profundamente vital a ratos. Si somos muy freakies de esto de la música disfrutaremos de esta lectura en plenitud. ¿Quién es Giles Smith? Podríamos ser tú o yo, aquellos que alguna vez soñamos con formar parte de una banda de rock o de pop, que lo conseguimos incluso y el sueño duró un suspiro; aquellos que ordenamos, observamos o palpamos nuestros discos hasta la obsesión, y seguimos haciéndolo; aquellos que tocamos guitarras de aire; aquellos a los que la música ha marcado los pasos que hemos dado en la vida y que recordamos los acontecimientos más significativos gracias a una canción que escuchamos o a un disco que compramos.

Giles Smith es periodista, inglés de Colchester, de donde no se conoce a ningún músico, y escribe más de deportes que de música. En Lost in Music, una ópera pop se pierde en la música por completo, en los renglones de su juventud y partituras de su niñez, en su paso por la universidad o la vida adulta. Cuenta una biografía singular a través de los grupos o proyectos de grupos con los que algún día soñó que se convertiría en una estrella del pop y sobre todo aludiendo a la música que coleccionaba, que escuchaba con sus amigos y que, por las razones más personales que uno alberga, más le emocionaba. Tipos peculiares y manías musicales conviven con añoranzas de primeros conciertos o primeros singles comprados y con visitas a ferias o tiendas de discos.
No, los gustos de aquel Giles Smith no son ni los míos ni (me atrevo a decir) los de la mayoría de los lectores de este blog. Pero, cuánto te ríes al leerle narrar su efímero éxito con la única banda con la que editó un disco (en Alemania), o explicar por qué no le gusta Pink Floyd o por qué tardó en escuchar a Neil Young, por qué conserva con cariño la bochornosa música que grabó Nik Kershaw, por qué quería llegar a convertirse algún día en Sting o las comeduras de tarro para pasar del vinilo al CD.

jueves, julio 21, 2016

SOUNDTRACK 186: MILES AHEAD

Si la música no avanza, es música muerta”.
 
Cien minutos se hacen insuficientes para exponer la magnitud de la obra y la figura de Miles Davis (La densidad y el detallismo en el que se apoyan las series de televisión convierten hoy el cine en un formato que deja en la superficie muchos de sus argumentos.) Puede que Don Cheadle no pretendiese darle relevancia al músico; pero si eso era lo que quería, se lamenta que se haya quedado tan escaso. El Miles Davis que traza y describe en Miles Ahead (2015), proyecto que coescribe, coproduce, dirige e interpreta, podría ser cualquier músico de notable talento, cualquier buen músico de jazz insatisfecho con los límites de los géneros del que no se hubiera escrito y dogmatizado tanto. Si es Davis es porque Cheadle se vuelca de lleno en meterse en la piel de Davis a partir de un episodio de la etapa más crítica de su biografía que le sirve de excusa para pasear mediante relámpagos de la memoria por un par de vivencias del pasado y ensalzar, con vaga fuerza, la trascendencia de su música.
 
Miles Ahead no es un biopic. Es una anécdota que no sirve de mucho a la hora de entronar a su protagonista. El tipo no era de los que caía bien y Cheadle lo trata con la antipatía que merece. A comienzos de los ochenta, consumido por sus adicciones, solo y sin horizonte, llevaba cinco años sin tocar ni publicar y la prensa se preguntaba por qué. Un periodista indaga en él para arrojar luces y se implica en una pequeña aventura en la que salen y entran tipos poco fiables que persiguen una grabación no oficial del músico. Tan débil anzuelo no lo refuerzan los recuerdos de Miles de su esposa Frances Taylor, que se entrometen sin mucho sentido a lo largo de un metraje bastante soso. Decepcionante.

LIVE IN 190: BILLY & JOE Y EL TREN



Dos voces, dos guitarras y el tren. Billy Bragg y Joe Henry se montaron hace cuatro meses en un tren en Los Angeles y cuatro días y 2.700 millas después, en Chicago, pusieron fin a una travesía especial con la que rindieron un tributo cultural al tren como elemento de inspiración en la música norteamericana. Los dos músicos, que ya habían colaborado en el álbum Tooth & nail, cantado por el británico Bragg y producido por el estadounidense Henry, interpretaron con sus guitarras y grabaron temas de Leadbelly, Hank Williams, Johnny Cash o Jimmie Rodgers que hablan sobre los trenes. Lo hicieron en las estaciones: en las salas de espera, en pasillos o junto a los trenes que cargan y descargan pasajeros, uno y otro con un micrófono enfrente. Bonito proyecto, ¿verdad? El disco, titulado Shine a light, se podrá escuchar en septiembre. Lo que molaría hacerlo sobre los raíles de un tren a ninguna parte…

sábado, julio 16, 2016

VOLUME ONE 408: LOVE & HATE (MICHAEL KIWANUKA)

Me intriga saber qué respuesta va a dar la crítica al segundo trabajo de Michael Kiwanuka. Su debut, Home again (2012) tuvo una acogida muy buena. El joven londinense de origen ugandés fue bien recibido por su sedosa conjunción de soul y folk finamente arreglados. Buen disco era aquel, algo falto de chispa quizá. Lo cubría una atmósfera retro que hacía recordar a voces como la de Terry Callier. Tras un inquietante silencio Kiwanuka reaparece con Love & hate (Interscope, 2016) y con un semblante bastante más ambicioso que hace cuatro años: un arranque de diez minutos en los que tarda cinco en empezar a cantar, orquestación, guitarras y voces que reverberan, coros repetitivos, letras elocuentes. El nuevo álbum mantiene el apego al pasado de su antecesor y combina estilos con bastante destreza. Pero esta vez el pero es lo mucho que se nota el peso de la producción, que hace desaparecer la espontaneidad de la anterior obra. El muy solicitado Danger Mouse aparece en los créditos como uno de los tres ingenieros de sonido. Es otro buen disco, con momentos deslumbrantes y canciones más completas, y sí tiene nervio.
 
Nota: 8/10

jueves, julio 14, 2016

BOOTLEG SERIES 50: MILANA. CAMPO Y PIEDRAS

Joyas honestas que llaman a la puerta por destinos y casualidades. Milana, el pájaro de Azarías. Milana, esta banda que hace música en Extremadura y que la escuchas como si estuvieras muy lejos, a cielo abierto entre piedras y campo. “Porque hacemos country rock, porque vivimos en el Oeste, porque somos de aquí, porque venimos de allí, porque somos campo y piedras.”

Uno siente al nadar entre los temas de Campo y piedras (2014), su primer álbum, que le golpea el aire de la autenticidad y la pureza de la entrega pasional al oficio musical: ocurre al entrar en El viaje, al dejarse mover por Hojas secas, al volar con Tiempo de lobos o al correr con Niña de arena y sol. Es el mismo clímax que fluye de las canciones de Niño y Pistola, que vienen rápido a la mente. O de no pocos gigantes y escuderos del rock americano de raíces, fuente y herencia del pulso que enciende a Milana.

Bandas del perfil y la esencia de Milana conocemos más de unas cuantas. Muchas florecen y se marchitan. Pocas quedan para plantar su huella; Milana es (o debería ser) una de ellas. Santos inocentes de nuestro country rock.

miércoles, julio 13, 2016

SOUNDTRACK 185: DÍAS DE VINILO

Haceos con la forma de ver esta película (yomvi la tiene en su oferta de cine, por ejemplo). Lo pasaréis bien, de verdad. No se trata de una gran obra que vaya a crear escuela o crear diferencias ni a asombrar al público y a la crítica por traer ideas nuevas, pero sí es un divertimento bien trabajado y entrañable: cuatro amigos unidos por la música y todo lo que trae la vida que merezca la pena, como el amor. Cuando niños, una lluvia de vinilos les cayó encima desde la ventana de un piso, los recogieron del suelo, los llevaron a casa, los pincharon y los disfrutaron. Desde entonces la música les acompaña de diferentes maneras.

Facundo es un compositor frustrado a punto de casarse que crea optimistas letras y melodías, sin mucho éxito, para su negocio funerario. Marcelo lidera una banda tributo a los Beatles que tiene el doble de vida que los Beatles pero que nunca gana en los concursos de bandas de tributo. Luciano es un pinchadiscos radiofónico obsesionado con una cantante estúpida que lo aborrece. Y Damián, abandonado por Ana, es un guionista sin fortuna ni fama que trata de vender un guión al mismísimo Leonardo Sbaraglia mientras huye de Vera, una tenaz vendedora de cosméticos.

Días de vinilo es la película: argentina, dirigida en 2012 por Gabriel Nesci, con la música y las canciones de una vida como hilos de conducción en el paso de los jóvenes personajes a una nueva etapa de su madurez. Ya digo: no es perfecta, hay algunas situaciones forzadas y absurdas, pero engancha y te ríes, y la frescura de ciertas situaciones cómicas y el aire nostálgico con el que el guión resalta la amistad y sus nudos, la convierten en una deliciosa comedia.

viernes, julio 08, 2016

VOLUME ONE 407: YOUNG IN ALL THE WRONG WAYS (SARA WATKINS)

Esta chica con aspecto de aplicada oficinista o eficiente secretaria, Sara Watkins, firma uno de los álbumes más bellos de lo que va de año. Llevo un tiempo siguiéndola, desde que descubrí el proyecto familiar en el que interviene, Watkins Family Hour, junto a su hermano Sean y otros músicos como Benmont Tench, Greg Leisz o Fiona Apple. Sara, que formó parte en la década pasada del grupo Nickle Creek, por donde pasó también Chris Thile, de Punch Brothers, tiene tres discos, y este Young in all the wrong ways (New West, 2016) es sin duda el mejor. Para hacerse una idea, no hay más que dejarse enchufar y a la vez acariciar por el tema con el mismo título que el del disco, al que permitimos interrumpir el texto…

Los diez cortes de esta joya condensan claves, acentos, señales y estilos que en distinta medida definen (con lo impreciso que en este caso resulta muchas veces) el género americana. Así que uno se encontrará con que Sara Watkins alterna maravillosamente el folk, el blues, el country y por supuesto el rock, dominante en dos temazos antológicos como Move me y el arriba escuchado. No sé qué conexiones harán los oyentes al detenerse en esta chica, yo me acuerdo de Edie Brickell, Emmylou Harris y Eilen Jewell.

 
Nota: 9/10

miércoles, julio 06, 2016

BRUUUUUUUCE


Nuestro ardiente rock and roll tiene su corazón tierno. Bruce es así: cercano siempre, jovial, intenso, emocionante, conmovedor, brutal. Voz, músculo, camaradería, entrega al público. Arriba parece el hombre feliz de la tierra, dichoso de su suerte, de la admiración y veneración a la que llama su música y su carisma. El reino de Bruce. Imagina que esta niña de 4 años que ves en el vídeo es la tuya (o tu niño) en brazos del boss haciendo coros a sus días permanentemente soleados. La vida es bella y la música, más.

BONUS TRACK 164: A CADDY FOR DADDY (HANK MOBLEY)


Vuelta a los efectos calmantes del jazz. De cierto jazz. Como el creado por Hank Mobley, saxo tenor nacido en Eastman (Georgia) en 1930 y fallecido en Philadelphia en 1986. No es Mobley, que grabó la mayor parte de su obra en el sello Blue Note, un peso pesado entre los grandes del género, pero muchas veces me he decantado por incluirlo en mi once inicial de jazzmen fundamentales; o al menos estaría en el banquillo de suplentes y tendría minutos en la segunda parte. ¿Por qué? Diría que por la limpieza con que toca su instrumento o por el equilibrio con el que parece fluir su música, más inclinada a la moderación que al exceso. Vete a saber. Ya he dicho varias veces que el jazz escapa de explicaciones, que prefiere el impulso y los instintos a la razón. A Caddy for Daddy, de finales de 1965, es tan bueno como los demás discos de Mobley en esa década. Aquí están Lee Morgan y McCoy Tyner, por ejemplo, en una sólida formación de Blue Note. Y la foto de la cubierta invita desde luego a darse una vuelta por lo que guarda.