martes, octubre 27, 2020

VOLUME ONE 549: SABROSA COSECHA DE OCTUBRE

Llegamos a final de mes con el paladar satisfecho. Más allá de la sabrosísima carta de amor por la vida y el rock and roll que Bruce Springsteen (y la E Street Band) nos ha dejado, el rincón (físico o virtual) de novedades discográficas de octubre desprende otros deliciosos sabores. Este es el menú principal:

-The Dead Tongues, Transmigration blues: Ryan Gustafson (otro gen a tener en cuenta de la prolífica en talentos Carolina del Norte) firma su cuarto trabajo como The Dead Tongues, una travesía árida por territorios del folk rock americano con ecos crepusculares y mucha sustancia. En el tema Deja Vu, fantástico, el mejor Neil Young, el de los setenta, es inspiración y homenaje. 7,5/10

-Kevin Morby, Sundowner: Atardeceres en aislamiento o meditaciones en pareja se advierten entre el humo que sale de la música narcótica de Morby, adecuada en esta entrega para acariciar en carreteras vacías y desierto. La cadencia de su voz no acaba de convencerme, pero no perturba las confortables sensaciones que dejan las bellas canciones de un álbum no tan redondo. 7,5/10

-Dawes, Good luck with whatever: Los Goldsmith mantienen esa manía de fabricar sólidas canciones y guardar en sus discos un par de brillantes pasajes, pero ya por el séptimo álbum se les nota algo blandos, como trabajando en cadena y sin ganas de arriesgar o elevar con decisión el tono de voz. Inferior a discos previos, bien pero escaso. 7/10


-Laura Veirs, My echo: La aparente fragilidad de su folk, la fina brisa de su pop alcanzan dimensiones robustas. My echo reafirma la madurez de una autora que ya supera la decena de trabajos, entregada a composiciones que descansan en colchones de seda. Da gusto tener siempre a Laura cerca. 8/10

-Jeff Tweedy, Love is the king: Tweedy & Hijos fabrican un álbum con apariencia de casero, de esos que salen sin esfuerzo y de memoria y con los recursos básicos. Hay country rock pasado por el filtro singular de su autor, y por tanto por la esencia de Wilco, un género en sí mismo. Nada es lo que parece y las palabras suaves de Jeff anticipan siempre algo impredecible. Tweedy es grande. 8/10

-Shemekia Copeland, Uncivil war: Si quieres mezclar blues y soul bien destilados, sin excesos y con las dosis bien controladas, fíate de Shemekia, cada disco que pasa más radiante. Sus motivos sociales y políticos dan consistencia a su mensaje y contundencia a piezas ejemplares, respaldadas por músicos de envidia. 7/10

sábado, octubre 24, 2020

LIVE IN 252: "SOMOS UNA BANDA", LA E STREET


Dejadme prolongar un poquito más mi estado de regocijo con Bruce y sus chicos. El lanzamiento de Letter to you viene acompañado de la difusión de un documental del mismo título sobre la grabacion del disco y las reflexiones sobre la vida, la muerte, la unión y la amistad que han asaltado al autor en los últimos años. Da la sensación de que una cosa y la otra, álbum y película, se complementan, se necesitan para expresar mejor el espíritu que envuelve este nuevo trabajo de Springsteen y cómo la camaradería perfecta entre músicos consigue dar como resultado formidables obras, como lo es Letter to you.

Las imágenes en blanco y negro del documento recogen sobre todo esas sesiones en el estudio del Jefe y la voz explicativa de Bruce adopta la profundidad de un mensaje provechoso transmitido por carta a sus fans. El músico habla de su banda, de su primer grupo, de los amigos y músicos que se quedaron en el camino, de la fuerza íntima de las canciones. Y los fans disfrutamos a lo grande, desde luego, viendo cómo se ríen, cómo toman notas, ensayan, recuerdan antiguas anécdotas, se abrazan o brindan con chupitos al final de la jornada porque todo ha salido bien.

Ah, y ves este documental y a estos amigos tan mayores (Roy, Nils, Steve, Max, Garry, Patti y Bruce) mientras la nieve cae en el exterior del estudio y es imposible que no pienses en ti mismo y en cómo la vida va pasando. "Somos una banda", proclama orgulloso, satisfecho, lleno, Bruce en una de sus reflexiones. Y parece que formar parte de una banda, una como la E Street Band, es lo más sagrado que te puede pasar, que es la plenitud.

martes, octubre 20, 2020

LIVE IN 251: BRUCE Y LA PIEL DE GALLINA


La emoción lo primero. Esta vez mi reseña del disco poco va a aportar. Me repetiría cogiendo una impresión de aquí y otra de allá (una palabra o una frase precisas), picoteando de varias críticas con las que estoy de acuerdo, todas coincidentes al señalar que el último álbum del Boss es un muy buen disco. Bruce Springsteen, para quienes somos legión tras sus pasos, para quienes le debemos los momentos más intensos del disfrute del rock and roll que hemos tenido en nuestra vida, es una entidad y un estado de ánimo que va más allá de las crónicas y la críticas, es algo y es alguien que está en nosotros. Por eso, hoy me detengo en esos instantes, mis preferidos, de Letter to you, un álbum estupendo que suena a despedida.

 

-En un minuto estás aquí, al siguiente te has ido: La fugacidad de la vida nada más arrancar el disco. En el tema más reposado, la voz susurrante de Bruce acaricia soledades y regresos: "Nena, estoy tan solo. Nena, vuelvo a casa". Con 71 años a sus espaldas, el autor ve pasar la vida en un segundo. Y luego, todo estalla.

-Janey needs a shooter: Una bomba del pasado que trae al presente toda su garra. Tema de antología. Bruce recupera esta pieza inédita de los años setenta y hacia el final, tras la descarga orgásmica de la E Street Band en el intermedio, se rompe con dolor y furia entregándose a Janey. Me caen las lágrimas.

-"Al final de la actuación no dejábamos vivo a nadie": Ghosts, una canción con la que Bruce revive a los espíritus que añora, a Danny Federici y a Big Man cuando lo escoltaban en su banda, entre otros. En un solo verso, él y su escudero Little Steven gritan el recuerdo de cuando 30, 40 años atrás, eran los dioses del escenario: "By the end of the set we leave no one alive". Qué ganas de abrazarse.

-La música en vivo: Este no es un momento del disco, es la sensación que brota del rock sudoroso y nostálgico de Springsteen y de este disco en particular. La mitad de sus canciones nos elevarían como ángeles si formáramos parte de la audiencia de un gran estadio. Y eso añoro yo, ser devorado por la música tal cual, en carne viva. La de Bruce.

viernes, octubre 16, 2020

CUANDO COMPRÁBAMOS DISCOS


Un músico que conozco me dice que su próximo disco tendrá muy pocas copias para vender, que podrá escucharse al menos en plataformas audiovisuales. "Hoy nadie compra discos", lamenta. Su pesar se vuelve descorazonador al no poder vislumbrar en qué momento volverá a dar un concierto, a atrapar a una audiencia, a vender su música a quienes aún querremos comprarla. 

Hablamos. Amigos que conoce ya no gastan en discos. Con los dedos de una mano contamos a quienes todavía sí lo hacen entre nuestros conocidos. Él y yo estamos en ese grupo. Nos resistimos a renunciar a ese ritual de nuestra melomanía, aunque hemos limitado mucho las visitas a las tiendas y los gastos, y, acostumbrados a dinámicas de consumo distintas, nos hemos conformado con almacenar la música que nos gusta en formatos que ocupan menos espacio. A los que ya han dejado de acudir a las tiendas o a encargar cds o vinilos en lugares virtuales, suponemos, les basta con escuchar lo que les interesa y borrarlo después, olvidar.

¿Os acordáis de cuando comprábamos discos? No quiero ponerme muy nostálgico aunque me empujen a ello los hábitos de estos tiempos enfermos. Yo compro discos, cierto, bastantes menos que los que compraba desde hace cuatro o cinco años hacia atrás. Y obtengo y guardo bastante música que me gusta a través de otras vías extracomerciales, no voy a negar semejante ahorro y privilegio. Qué más quisiera que disponer de mayores ingresos y de tiempo necesario para explorar los fascinantes tesoros que guardan las tiendas de discos, las pocas que hoy quedan. 


 

Pero me duele que músicos a los que admiro y a los que la música no les da para vivir tengan que limitar la edición de sus recientes creaciones porque ya no encuentran público que las quiera escuchar en sus casas o sus coches. Y que añoren esas horas de éxtasis musical, ajenos a todo lo que no sean sus voces e instrumentos, que los unen al incierto público, pero casi siempre fiel, que confía en ellos.

Y me duele también añorar aquella lejana costumbre de remover cartones y plásticos en las estanterías, aquel disfrute previo al disfrute de dejar caer la aguja o darle a la tecla del play. Cargar con los discos debajo del brazo y caminar con ellos como si fueran merecidas conquistas y valiosos hallazgos hacia un lugar donde poder escucharlos. 

Nadie tiene la culpa de lo que se pierde y desaparece. Hay peleas sin contienda. Es lo que hay. La vida sigue, progresa en un ahora urgente y dedica poco tiempo a tradiciones que en el fondo laten en el interior de cada uno. Que permanezcan ahí, firmes mientras puedan ante cualquier tormenta que traigan los tiempos que cambian. Como discos ordenados unos junto a otros que hoy o muy pronto serán reliquias que nadie compra.

miércoles, octubre 14, 2020

BONUS TRACK 227: OBSCURED BY CLOUDS (PINK FLOYD)

Me separa de Pink Floyd un frío respeto, algo así también como la sensación de presentarse como un grupo inalcanzable de genios musicales. Siempre me parecieron demasiado ambiciosos o experimentales o intelectuales, incluso en sus trabajos más accesibles. Vale chicos, sois buenos, ¿hace falta que os lo creáis tanto? A la banda le sobreviven sus obras más emblemáticas (ese póker inmortal formado por The dark side of the moon, Wish you were here, Animals y The Wall), que hoy mantiene vivas Roger Waters como permanente embajador a través de mastodónticos montajes escénicos que, desde luego, merecen ser presenciados y absorbidos; pero del resto de discos unos cuantos se pierden en el niebla y la memoria. Me aburren sus obras más complejas, sobre todo las recargadas de vanguardia, y rescato pequeños legados que bien podrían reivincidarse. Aquí está este Obscured by clouds (1972), pieza menor previa a Dark side.

El álbum fue la segunda banda sonora que el grupo entregó al cineasta Barbet Schroeder, para el film La vallée, y sus temas parecen flotar juntos entre aguas esponjosas. El conjunto traslada al oyente a escenarios que colindan con la faceta más progresiva del grupo, más contenidos y fáciles que las estructuras asombrosas que llenarían los discos siguientes.

PD.: Interesados y fans no se pierdan la grabación Us + Them, concierto-espectáculo de Roger Waters que se ha comercializado hace semanas. Ahí se entra en la grandeza sensorial que mejor viste a Pink Floyd.

viernes, octubre 09, 2020

BONUS TRACK 226: MORRISON HOTEL (THE DOORS)


Cuando escucho a The Doors, su música me transporta a una época de indagación y aprendizaje. Fue el primero o el segundo de los grupos con el que me sumergí en su obra: discos (en vinilo), bootlegs (en vinilo), revistas, libros, vídeos... Aquella fiebre, aquel empacho, duró un año más o menos, y coincidió con el film de Oliver Stone sobre Jim Morrison y su banda. Los Doors me siguen encantando hoy, me llevan a un tiempo que añoro, y sus canciones propagan un aroma penetrante que envuelve a bandas únicas que murieron hace décadas. Pues resulta que hace 50 años que se publicó el álbum Morrison Hotel, quizá el trabajo que más me gusta del grupo (bueno, seguro que mañana digo que prefiero The Doors, y pasado mañana L.A. Woman). Lo vuelvo a escuchar y me sumerjo en un cálido océano que se revuelve con turbidez.

Para empezar, esa imagen de portada orquestada por el tándem formado por la cámara granulada de Henry Diltz y el diseño de Gary Burden: cuatro tipos que no parecen muy animados miran la calle por un ventanal desde el interior de un hotel. El más distante, como evadido detrás de una mirada escondida, está en el centro, es el líder de la banda, que da nombre precisamente al hotel. Dentro del envoltorio, The Doors, un tanto aturdidos por su anterior álbum, el fallido y criticado, aunque interesante, Soft Parade, vuelve a caminos más roqueros engrasados con volátil blues. Morrison no pasaba por un buen momento, las drogas y el alcohol lo alejaban de la realidad, la autoridades lo perseguían por sus ordinarieces en escena y su voz y su carácter pagaban las consecuencias. Pero esa voz ahogada en whisky, agria y más ronca, ganaba hondura cuando rugía (Roadhouse blues, Peace Frog, Land Ho!) y sobrecogía si se amansaba (Queen of the highway, The spy, la deliciosa Indian summer). Un disco inigualable, un grupo único.

jueves, octubre 08, 2020

VOLUME ONE 548: OVER THAT ROAD I'M BOUND (JOACHIM COODER)


Hay una serena ternura que parece unir las canciones de este disco, algunas de ellas piezas de porcelana que se romperían si no las tratásemos con el debido cuidado. Joachim Cooder, percusionista de los últimos trabajos de su padre Ry y multinstrumentista por vocación, completa su segundo álbum con la base de la música hablada del banjista Uncle Dave Macon, de la que extrae interpretaciones reformadas con relajante delicadeza. Cooder canta con una suavidad que peca de timidez pero desprende el soplo de nostalgia que revive el antiguo blues. La música de Over that road I'm bound (Nonesuch, 2020) se desnuda con la inocencia de la tradición folk americana y se viste con los atuendos exóticos de África, evocada sobre todo con el uso del mbira eléctrica. La exploración en territorios ajenos se repite en la familia Cooder y el genial guitarrista Ry se une al plantel reunido por su hijo para dar forma a un disco que se disuelve en el paladar con el agrado de lo añejo.

Nota: 8/10

domingo, octubre 04, 2020

15 AÑOS


Quince años dan para mucho: un campeón de liga que se ha codeado con los grandes del continente llega hoy a sobrevivir con dignidad (si es capaz) en la Segunda División B. En quince años ves crecer a un hijo desde el cambio de los pañales a las primeras broncas por el abuso del teléfono móvil. Quince años cumple hoy este blog y yo sin enterarme, hasta que alguien que en la vida me ha acompañado de cerca gran parte de esos tres lustros me recuerda aquel primer post que dio nacimiento a este diario, el origen de una necesidad por compartir gustos (algún disgusto también) y pasiones. 


Más de 2.000 textos, la gran mayoría con la música como argumento, han llenado las sesiones de Tribeca con reseñas, críticas, crónicas, sensaciones y comentarios exclusivamente personales. Varias veces he pensado en bajar la verja y enterrar las palabras para siempre, pero este blog se ha acoplado a mi rutina con tal fuerza y naturalidad que siempre me entrego a la tarea de alimentarlo, como él me alimenta a mí. Aquí seguimos para quien guste, bien acompañados mientras pasan los años... y sigue sonando la música.

sábado, octubre 03, 2020

VOLUME ONE 547: CLOSENESS (NATIVE HARROW)


Cuesta revivir los ecos del pasado desde la óptica del presente, pero cuando en la música resurgen de forma inesperada sonidos añorados con una perspectiva actual deviene una sensación de placer reconfortante. Pongamos por caso el fabuloso álbum de Josh Rouse 1972, que nos devuelve a cálidos ambientes de pop y soul desde el año de su grabación, 2003. Eso mismo produce este otro disco que ves delante, tan caluroso también y tan cercano, Closeness (Loose Music, 2020), con el que descubro a esta pareja de Pennsylvania que ha logrado cautivarme: Native Harrow.

Sí, es delicioso quedar atrapado en las canciones de Devin Tuel y Stephen Harms, caricias con ADN folk que oscilan entre el pop y el soul (ah, que grata compañía entre géneros). Closeness es el cuarto trabajo del grupo, por el que la voz y la forma de cantar de Devin recupera a Joni Mitchell o se empareja con la de Laura Marling, y la guitarra de Stephen llena de sutilezas un clima que remite a viejas joyas folk-rock de los setenta. El disco, rico en matices y detalles sonoros, parece suspendido en el tiempo, arrimado a brisas californianas y cimentado por canciones que crean adicción: Shake, If I could, Turn turn o la final Sun queen con la que el dúo rescata del olvido al Tim Buckley más melancólico. Entre la crema de este año, segurísimo.

Nota: 9/10

viernes, octubre 02, 2020

BONUS TRACK 225: SAINT DOMINIC'S PREVIEW (VAN MORRISON)


Después del sublime álbum Astral weeks, entre 1970 y 1974 Van Morrison enlazó siete discos fantásticos, incluido un doble en vivo que representa la quintaesencia de la primera etapa de su larga carrera: precisión compositiva, emoción lírica, intensidad en la interpretación... Casi medio siglo después el león de Belfast conserva gran parte de aquellas virtudes cada vez que ruge. Costaría decidirse por uno solo de esos viejos álbumes si hubiera que rescatarlo de un incendio en casa del que escapar a toda prisa; un día salvaría Veedon Fleece, otro Moondance, quizá Saint Dominic's Preview (1972). Sí, este disco posee un fuego interno arrebatador, desde la alegría bailarina de la inicial Jackie Wilson said (I'm in heaven when you smile) hasta el final catárquico que emana el éxtasis acústico de Almost Independence Day, pasando por la fuerza purificadora de Saint Dominic's Preview o la dulzura deslizante de Listen to the lion. Solo son siete temas, pero qué temas perfectos guarda este trabajo magistral de la fiera Van.