lunes, diciembre 23, 2019

GREATEST HITS 235: MINIBAR, MINIBAR (LUIS MORO)

Quienes llevamos Londres en el corazón nos dejaremos absorber por estas imágenes. La música de Luis Moro ayuda a saborear un largo y hogareño trago de Londres: sus casas de dos plantas, sus calles residenciales, el metro, la niebla, el frío, las luces, los pubs, los lugareños anclados en un asiento desde que abre la puerta hasta que suena la campana. Minibar, minibar es uno de los mejores temas del disco El pacto. Los 'londoners' retornados lo celebramos.

Salud y saludos a todos los lectores. Buen año y hasta pronto.

LIVE IN 237: MIS DISCOS

Se agotan las ganas de viajar por las rutas musicales del año. Descansemos un poco, que nueva música habrá de esperarnos, como siempre. La cosecha ha sido más que sabrosa. Guardo muy buenas sensaciones, y más de una veintena de discos me parecen notables o sobresalientes. Entre ellos, unos cuantos saltarían hoy unas plazas adelante o atrás; otros cuantos merecen quedarse entre la selección suprema; y otros pocos son legado de lujo, imperecedero, de un año musical excelente.


MENCIONES (orden aleatorio)

Richard Hawley, Further
Michael Kiwanuka, Kiwanuka
Justin Townes Earle, The saint of lost causes
The Delines, The Imperial
Josh Ritter, Fever breaks
Nick Waterhouse, Nick Waterhouse
Purple Mountains, Purple Mountains 


HONORES (orden aleatorio)

Rising Appalachia, Leylines
David Gray, Gold in a brass age
Our Native Daughters, Songs of Our Native Daughters
Joe Henry, The Gospel according to water
Luther Dickinson, Solstice
Eilen Jewell, Gypsy
Devendra Banhart, Ma
Norah Jones, Begin again
The Black Keys, Let's rock
Calexico & Iron and Wine, Years to burn 



TRONO (orden aleatorio)

Wilco, Ode to joy
Glen Hansard, This wild willing
Van Morrison, Three chords & the Truth

viernes, diciembre 20, 2019

VOLUME ONE 519: WHO (THE WHO)

WHO (Polydor, 2019) no es un gran disco, pero sí un regreso digno. No mancha la historia, no estropea el presente. Daltrey y Townshend evitan el viaje trasnochado a la juventud, también el velo grave de la vejez. Su tronco es robusto, suena a hoy sin perder alientos de ayer. No disgustará, tampoco satisfará. Aplaudamos, eso sí, el eco que mantiene viva la vibración que todavía expulsa la música de The Who. Nuevas canciones trece años después del mediocre Endless wire, que juntaba de nuevo a los supervivientes tras 24 años sin verse en el estudio. Ahora (leo) ni siquiera han coincidido Roger y Pete en la misma habitación, los dos separados por la distancia y quién sabe si con roces o golpes por resolver. Veo a Townshend dando aire a los riffs que Daltrey engancha para elevar la intensidad. Algunas buenas canciones (Detour, Street song, Rockin' in rage) quedarán. Poco más.

Nota: 6/10

martes, diciembre 17, 2019

GREATEST HITS 234: BLACK MYSELF (OUR NATIVE DAUGHTERS)

Otra de esas canciones que ponen sonido a un buen año de música. De 2019, parte de uno de esos álbumes de los que pocos se acordarán en el resumen de diciembre, una joya de las que se rescatan con más memoria y gloria tiempo después. Son Our Native Daughters cantando que son negras auténticas, que se sienten negras, y que su música habla por ellas. Canta Amythyst, y Leyla, Alison y Rhiannon suspiran voces que dan músculo a la raza.

 

lunes, diciembre 16, 2019

GREATEST HITS 233: THE ONLY THING WORTH FIGHTING FOR (ROSANNE CASH)

De repaso por lo que me ha deparado el año en el capítulo musical se me cruzan discos y canciones de este y de otros años, bailan vínculos hacia un lado y otro, confundo sensaciones y no le pongo el esfuerzo suficiente aún a la confección de un listado con la mejor selección. Todo se andará, aunque solo sea por seguir la tradición de darle oficialidad a la crème de la crème al criterio de este cansado oyente. De pronto me viene a la mente una gran canción del año pasado, con la que Rosanne Cash arrancaba su último álbum. Escucharla de nuevo, con esa cadencia tranquila, desperezándose, afilada por la gastada guitarra de John Leventhal, engrandece The only thing worth fighting for.

 

miércoles, diciembre 11, 2019

SOUNDTRACK 244: EL MÉTODO KOMINSKY

La amistad no tiene edad. O las tiene todas. Las amistades largas deberían ser las mejores. Lo son. Sandy y Norman se conocen desde hace mucho tiempo. Son mayores y han vivido tiempos mejores. Están divorciados (tres veces) o se han quedado viudos tras un largo matrimonio. Sobreviven como pueden o se pueden permitir la vida sin trabajo. Sandy, un gran actor retirado, da su apellido a un método de interpretación en las clases que imparte a jóvenes promesas, el método Kominsky. Norman, un millonario productor, llora la muerte de su mujer y es incapaz de reconciliarse con su hija drogadicta. Sandy es Michael Douglas y Norman es Alan Arkin en El método Kominsky. Los dos, con dos trabajos excepcionales, hacen esta serie encantadora.

Chuck Lorre, con huella en The Big Bang Theory y Mom, está detrás de esta ficción con dos temporadas de pocos episodios, en la que el humor endulza los angustias de la edad y las amenazas de la vejez. Es un humor de acidez en el verbo cuando se habla de sexo o drogas o cuando juguetea con el amor, y que se manifiesta en gestos, silencios y diálogos brillantes entre dos actores en estado de gloria. Arkin y Douglas, unidos por un gran guion, en el invierno de sus carreras: maestros del método.

lunes, diciembre 09, 2019

VOLUME ONE 518: MINT CONDITION (CAROLINE SPENCE)

A lo largo de un año me satisface encontrarme con discos verdaderamente bonitos sobre los que no tengo ni siquiera expectativas. Música que se ofrece pura, sin artificios para venderse, que guarda honestidad y cariño. Este es uno de estos discos. Ella es Caroline Spence. Se asienta en Nashville y ha ganado premios en circuitos reconocidos de música americana. Sus letras hablan de ciudades de paso para almas sin rumbos firmes, lugares que merecen una canción. No recuerdo si he llegado a escuchar algo suyo anterior a Mint condition (Rounder, 2019), que veo entre los mejores trabajos en alguna lista de lo más notable del año circunscrita a variantes del rock-folk americano. Ahí encaja bien este buen disco, sin descarrilar en ningún momento entre la carrera y la melancolía. Advierto a veces a Whiskeytown entre sus sonidos (y al primer Ryan Adams, por tanto), a Sheryl Crow o a la Emmylou Harris más volátil, quien presta su voz en el último corte.

Nota: 7,5/10

domingo, diciembre 08, 2019

BONUS TRACK 217: BLESS ITS POINTED LITTLE HEAD (JEFFERSON AIRPLANE)

Con los álbumes en directo no me apaño. Si el repertorio es largo (un disco doble), me cuesta llegar a la despedida de la banda; si es corto (un solo disco con parte de un bolo o partes de varios), lo digiero mejor. Es que la música y a los músicos hay que sentirlos en carne y hueso, y por excelentes que sean sus directos grabados hay una distancia insalvable que me separa de sus autores, aunque los aprecie una barbaridad. Pero tomemos ejemplos de discos en vivo de los sesenta o setenta que no llegan a la hora, no necesariamente con sus temas más emblemáticos, y ofrecen las mejores esencias de sus músicos. Este vale, el primer directo de los Jefferson Airplane, de 1969, Bless its pointed little head. No se trata de un álbum deslumbrante, ni mucho menos obligatorio, pero sí es un trabajo que recoge el pulso auténtico que tenía aquella banda, el aeroplano que sobrevolaba los vapores contraculturales de los años finales de la década en San Francisco. Metiéndose en este directo, uno se deja azotar por los duelos vocales de Balin y Slick (en desbarajuste a veces), pero sobre todo se ve poseído por la hechizante capa sonora que tejen Casady y Kaukonen con el bajo y la guitarra, quienes enseguida formarían Hot Tuna desde una óptica más primitiva e igualmente adictiva.

BOOTLEG SERIES 82: REDESCUBRIENDO A NILSSON

Harry Nilsson es buen ejemplo de esto: el músico del que conoces dos o tres temas, del que te suenan otros dos o tres sin saber con certeza que son suyos, y del que desconoces su amplia trayectoria. Pues sí, Nilsson es mucho más que Without you y Everybody's talkin', el maravilloso tema (no suyo, precisamente) que inmortalizó en la película Midnight Cowboy. De la veintena de discos que grabó entre mediados de los sesenta y los primeros ochenta, solo había escuchado uno, Nilsson Schmilsson, del 71. Y bueno, no es que me haya interesado mucho por indagar algo más en él. Pero descubro un curioso tributo al autor repartido en dos volúmenes de versiones grabados en 2014 y 2019, cada uno con un par de nombres conocidos en la selección, nada más. This is the town. A tribute to Nilsson, se titulo. Y me dejo contagiar por unas canciones que demuestran lo versátiles que son las originales, lo bien que se prestan a ser revisadas de múltiples maneras: con sencillez, con rizos, con ternura, con gracia. Así redescubro a Nilsson, como lo merecen cientos de músicos notables de (las mal llamadas) categorías inferiores.

martes, diciembre 03, 2019

SOUNDTRACK 243: THE END OF THE F***ING WORLD (II)

Qué complejo es el amor. Qué misterio entenderlo, expresarlo. Decir o asumir un 'Te quiero' en el laberinto de nuestra mente, frente a la red de nuestras contradicciones. Alyssa y James se reencuentran dos años después tras su sangrienta separación. Esto no es el fin del puto mundo, aunque lo parezca. Y detrás de las venganzas, las huidas y el destino en un planeta incierto, entre lo absurdo y lo irreal, late de nuevo el amor.

Los fugitivos sobreviven en la segunda y última temporada de The end of the f***ing world y sus lucidos guionistas los enlazan con un rodeo argumental prodigioso a través de otro impagable personaje, Bonnie. Es imposible no querer a esta pareja: ella ausente y borde, insensible en apariencia; él débil y sentimental, encerrado en su timidez. De nuevo resisten entre lo que piensan y lo que dicen (oportuna siempre una voz en off que da en el clavo) y entre la banda sonora que se pincha en sus cabezas (qué acertado cada giro musical que los acompaña). "What?", repite Alyssa y se me pega cada vez que la veo delante. Serie para guardar.

domingo, diciembre 01, 2019

BONUS TRACK 216: CROSBY STILLS & NASH (CROSBY STILLS & NASH)

Rápido repaso contable a Crosby, Stills, Nash y Young. Desde 1969, sin contar los álbumes que cada miembro del cuarteto tienen por su cuenta ni las obras en directo ni recopilatorios, nos sale que: CSNY suman tres discos; CSN cinco; Crosby & Nash tres; y Stills & Young uno bajo el nombre Stills Young Band. La mejor de las asociaciones es, en dura pugna con Déjà Vü (1970), la primera, Crosby, Stills & Nash (1969), uno de mis discos favoritos de todos los tiempos.

Ahí los tenemos, tres tipos en un sofá (Nash, Stills, Crosby), en el exterior de una casa que probablemente se localizase en Laurel Canyon, donde en aquellos años vivían y se divertían, levitaban y se drogaban a lomos de una música que fundía el folk y el rock. En ese ambiente surgieron magníficos álbumes alrededor del cambio de década, y seguramente comenzaron a chocar los conflictivos caracteres de CSN. Sonaban perfectos en aquel tiempo, basta con escuchar este disco, inspirar sus sonidos, las voces cálidas de tres amigos exiliados de sus bandas, armonizadas en temazos irrepetibles como Guinnevere, Long time gone o Wooden ships.