jueves, octubre 17, 2019

VOLUME TWO 99: CARAVAN

Alguna vez buceo por las aguas embarradas de ese género poliédrico en el que el rock se fusiona (con más o menos intenciones artísticas) con la psicodelia, el jazz o el folk para producir una música que bebe de la experimentación y apunta al desconcierto. Me gustan otros híbridos menos ambiciosos que el llamado rock progresivo, pero el poder de seducción que tienen algunas de esas fusiones me resulta enriquecedor. Caravan lo consigue. Cuando descubro sus discos, básicamente los de su primera etapa, en la década que va desde 1968 a 1976, es fácil que su música me sumerja en un estado de relajante levedad.

De las bandas surgidas en aquella época en torno a la británica escena de Canterbury, donde confluían diversas inquietudes artísticas y musicales (y mucha droga), Caravan es la que más me gusta. Quizá porque la encuentro más accesible, laberíntica aunque con salida al final del trayecto, menos oscura y compleja que la de Gong o Soft Machine, grupos en los que me pierdo, con los que, a la postre, acabo saliendo enseguida de Canterbury para asomarme mucho más adelante. Caravan, hoy seguramente tan olvidados como la mayor parte de sus contemporáneos, se apoyó en la persistencia intermitente de sus miembros más duraderos, Pye Hastings y Richard Sinclair, aunque con el paso de los años del equipo hubo migraciones a otras formaciones. En Caravan, psicodelia y jazz se agarran de la mano para crear una atmósfera de niebla en la que el rock se hunde y sale a flote en vaivén. Se advierte en los mejores trabajos del grupo: If I could do it all over again, I'd do it all over you (1970), In the land of grey and pink (1971) y For girls who grow plump in the night (1973), con los que uno descubre el excitante misterio de su rompecabezas musical.

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