sábado, abril 28, 2018

VOLUME ONE 467: DESIERTO CICATRIZ (MILANA)



Sangran heridas en la música de Milana, callan parajes de aridez desoladora. La nostalgia recorre lazos rotos, huye del diablo tras tocar fondo para levantar el alma en el camino hacia adelante. En estas coordenadas descansa el segundo álbum de la banda extremeña, Desierto Cicatriz (2018), apenas media hora de descarnado rock americano grabado en solo dos días junto a Hendrik Röver en Cantabria. Se añoran más temas en un disco admirable, un par más para acompañar a los seis que Sertucha, Martín, Dorado, Pérez, Juárez y Benítez han trabajado con rigor y pasión, con la clase de quien ha echado raíces en la primera división del Rock con mayúsculas. Esencia sureña en el ADN, de territorio agreste y de soplo en los horizontes (los Skynyrd se me aparecen como espíritus consejeros). Milana, ya grandes.

Nota: 8,5/10

miércoles, abril 25, 2018

SOUNDTRACK 210: TODO ES UNA MIERDA


En la adolescencia creemos muchas veces que a nuestro alrededor todo es una mierda: los padres que no nos comprenden, la familia con la que hemos perdido la sintonía, el instituto que no nos educa como creemos que debería, las chicas o chicos que nos gustan pero que nos ignoran, una sociedad hostil que nos hace perder el tiempo. Y lo decimos en voz alta: “Todo es una mierda”, casi siempre conformándonos con lo que hay. Una joya de serie servida por Netflix, Everything sucks! (Todo es una mierda), retrata de manera inteligente y entrañable, en un ejercicio de nostalgia que nos devuelve a mitad de los años noventa (cuando Star Wars reanudaba su saga por el primer capítulo y las páginas de internet tardaban un siglo en cargarse), un rincón de ese mundo angustiado e inocente de la adolescencia en un aburrido pueblo de Oregón, Boring precisamente.

Luke es un encantador niño aficionado al cine, abandonado por un padre del que guarda consejos vitales grabados en cintas de vídeo que vive con su madre, Sherry, una azafata de vuelo que casi siempre está volando. Kate, cámara en el canal de televisión del instituto, es la chica de la que Luke quiere ser novio, vive en un mar de dudas respecto a su sexualidad y su padre, el director del centro, un torpe y bonachón viudo, no le es de mucha ayuda. Tyler y McQuaid son los amigos de Luke, un payasete sin muchas luces y un rarito estirado, los chicos a los que nadie se quiere acercar. Oliver y Emaline son una pareja de aspirantes a actores que convierten su rutina en dramáticas interpretaciones teatrales, engreído y fanfarrón él, provocadora pero en verdad frágil ella.


No os cuento más que esta descripción. Bajo esta capa hay mucho más que apariencias. Everything sucks! no ha tenido suerte, es decir, audiencia, y Netflix la ha cancelado tras la primera temporada. Pero dejaos convencer por el recuerdo de lo que fuisteis (como muchos hicimos hace décadas con otra serie, The Wonder Years), porque Todo es una mierda revive a los adolescentes que todos fuimos y a los que hoy son, con la amistad por encima del amor, hombros dispuestos en los que apoyarnos cuando nos sentimos a la deriva, un enfoque honesto, varias risas, algún que otro nudo en la garganta, unos actores fantásticos y unas cuantas buenas canciones (Oasis, Tori Amos) dignas de ser banda sonora de nuestras vidas.

sábado, abril 21, 2018

BONUS TRACK 192: MELTING POT (BOOKER T. & THE MG'S


Si me lo preguntasen y tuviese que dar una respuesta rápida, sin ceñirme a debilidades y preferencias supremas ni recurrir a explicaciones detalladas, diría que Booker T. & The MG’s es el mejor grupo musical que existe. Booker T. Jones (teclados), Steve Cropper (guitarra), Donald ‘Duck’ Dunn (bajo) y Al Jackson Jr. (batería) fueron desde los años sesenta la banda de la casa del sello Stax, los músicos que dieron brillo y prestigio, con su respaldo sonoro, a artistas como Wilson Pickett, Sam & Dave, Albert King, The Staples Singers, Otis Redding y un largo etcétera. Limpia, elegante, precisa, tan exquisita que ni se percibe el perfecto discurrir de su ejecución… así es la música que trabajó este grupo impresionante, la crema de todo pastel. El cuarteto, uno de los primeros que mejor representó la integración racial de músicos, grabó discos con su nombre a partir de 1962, obras instrumentales de soul, funk y rhythm & blues sin ningún desperdicio; uno de los mejores es Melting pot (1971), ya el undécimo. Lo grabaron en New York, lejos de Memphis, en una etapa en la que Booker T. y Cropper, muy activos, estaban descontentos con los jefes del sello. El resultado fue un disco irresistiblemente ardiente que casi cincuenta años después perpetúa su poder de encantamiento.

miércoles, abril 18, 2018

BONUS TRACK 191: LAST TIME AROUND (BUFFALO SPRINGFIELD)


Hay álbumes que predicen la ruptura de una banda, que confirman que nada bueno puede volver a suceder y que no queda otro camino que el de mirar cada uno hacia su propio destino. La portada de Last time around (1968) ya aporta alguna pista de la brecha que se avecina: la seriedad de los rostros, ojos caídos, Neil Young mirando hacia otro lado como que esto no va conmigo, y esa última vez del título que ha de poner fin a la aventura. Buffalo Springfield duró en realidad lo que tenía que durar, sus miembros ya no daban más de sí juntos, y Young y Stills eran dos animales independientes que volverían a colocarse juntos en otro supergrupo predestinado a librar fuertes batallas internas. El country rock no parecía hace cincuenta años un género para la longevidad y los mejores grupos llevaban encima fecha de caducidad. Poco antes de su disolución, los miembros de Buffalo Springfield ya ni coincidían en la misma sala para grabar juntos el tema compuesto por uno de ellos. Este tercer y último trabajo contiene temas dignos (Pretty girl why, Questions, Kind woman, I am a child), pero que en cadena no consiguen mantener una unidad merecedora de confianza. Fue un mal que trajo bien.

lunes, abril 16, 2018

BONUS TRACK 190: BALLAD OF EASY RIDER (THE BYRDS)

Al volver a una banda de las que han dejado sello duradero me gusta descubrir los grandes temas que con el tiempo han tapado sus éxitos o piezas más reconocidas: las últimas o penúltimas canciones de cada cara del disco, las caras B, los descartes, las rarezas o frivolidades prodigiosas… Un poco de todo eso tienen The Byrds, como han mostrado las reediciones que hace unos años se editaron de su discografía prácticamente completa. En Ballad of Easy Rider (1969), además del precioso tema titular que se utilizó en el mítico film de Dennis Hopper, también lucen Fido, Gunda Din o Jesus is just alright. El grupo ya tenía ocho álbumes en poco más de cuatro años y ya habían entrado y salido varios miembros de su formación. Al final, hasta la separación pocos años después, solo Roger McGuinn se mantuvo en el timón. En esta melancólica balada discográfica los Byrds habían dejado atrás sus cauces beatleianos y el country rock empezaba a hacer manitas con la psicodelia, en una fase más por la que cabalgó, como jinetes sin riendas, una banda irrepetible que sirvió de espejo para cientos.

sábado, abril 14, 2018

VOLUME ONE 466: NO MERCY IN THIS LAND (BEN HARPER AND CHARLIE MUSSELWHITE)

Hay una finura inquietante en la aspereza de este disco, una tranquilidad escondida tras el aire crudo que emana de su tórrido blues, música que brota desde los campos de algodón y en los márgenes de las vías del ferrocarril donde los presos sudan sus lamentos. El repertorio, aunque puedas imaginarlo, no surge de la tradición oral que el blues canalizó desde hace más de un siglo, como te harían creer temas tan oscuros y directos como When I go o Bad habits, sino de la inspiración volátil de Ben Harper, este año de nuevo armado con los músicos de Relentless7 para firmar con el armonicista Charlie Musselwhite su segundo trabajo en equipo. No mercy in this land (Anti-, 2018), grabado en la soleada Santa Monica con todo el grupo en la misma sala, ahonda en la austera climatología blusera que crean las cuerdas penetrantes de Ben y la armónica rastreadora de Charlie (Love and trust, Movin’ on). Menos luminoso que el también brillante Get up! de 2013, de la misma forma franco y cautivador.

Nota: 7,5/10

martes, abril 10, 2018

BOOTLEG SERIES 65: PULP FUSION


Hace unos años tuve un golpe de fiebre funk, de la que recaigo a veces. Accedí a mucha música negra de los años sesenta y setenta, muchos ritmos urbanos y artistas de primera, segunda y tercera fila con los que me dejé mojar de sudor y ganas de baile evasivo. Me informé de varias colecciones y recopilaciones editadas en los últimos quince años, la mayoría muy bien presentadas y documentadas, y adquirí volúmenes de algunas de ellas. Una de las más atractivas es Pulp Fusion, editada por el sello británico Harmless, de la que no sé exactamente cuántos capítulos tiene, aunque yo he visto al menos once de sus coloridas portadas que reproducen icónicas imágenes de la cultura y el cine blaxploitation. Estos días en los que no tienes muy claro con qué música tienes ganas de distraerte, rescaté uno de esos volúmenes, el 7, subtitulado The harder they come, con el que enseguida volví a empaparme de los viciosos encantos rítmicos y vocales del funk y sus estilos hermanos.


A lo largo de la colección completa se suceden autores de alta gama y también nombres menores igualmente fantásticos. Haceos una idea y lanzaos de cabeza a esta fiebre de fusión ‘pulp’: Reuben Wilson, Herbie Hancock, Kool & The Gang, Grant Green, Minnie Riperton, Ramsey Lewis, Booker T & The MG’s, The Beginning of the End, Gary Bartz, Magnum, Betty Davis, Jack McDuff

lunes, abril 09, 2018

VOLUME TWO 89: LAURA VEIRS


Como con es@s conocid@s de hace no poco tiempo con l@s que uno se reencuentra pasadas unas cuantas estaciones y siempre se alegra de volverl@ a ver, hoy coincido con Laura Veirs. Debió de ser en 2003 cuando descubrí a esta autora de apariencia reservada y frágil, de obra más espaciada en esta década que en la anterior. Aquel año publicó Troubled by the fire, su tercer álbum, una equilibrada colección de piezas fluídas que oscilaban entre el folk, el country y el pop, géneros acariciados por un tibio aire indie que prácticamente ha cubierto toda su obra posterior.


La he seguido todos estos años cada vez que ha tenido algo que decir en el mercado discográfico, con buenos trabajos como Year of meteors o Warp & Weft, otros de más riesgo y fallidos como Carbon glacier, y una fantástica asociación junto a Neko Case y KD Lang hace dos años. Su música es fina mantequilla que hace sabroso el desayuno, también un fresco batido para la última hora de la tarde, dieta para que alguna de sus melodías seduzca a publicistas de productos delicados o acompañe un reportaje de moda en un anhelante paisaje campestre. Su marido, el productor Tucker Martine, vuelve a producirle el último de sus discos The lookout (2018), otra sabroso plato para un feliz reencuentro.