martes, octubre 09, 2007

DIEGO

El tercer invitado (pseudoinvitado, debería decir) ha preferido tomar prestado el texto de un brevísimo relato del escritor polaco Slawomir Mrozek para acompañar algunas de las ideas reflejadas últimamente en este blog y de nuevo apuntadas por el resto de firmantes a los que he invitado a escribir. Diego (o Willard, o Aaron Sachs, como él prefiera), hábil catador de jamones y camarada de ensoñaciones nada prohibidas, seguro que habrá nuevos vicios (tú más), sanos e insanos, que cultivar.


EL ÁRBOL

"Vivo en una casa no lejos de la carretera. Junto a esa carretera, a la entrada de la curva, crece un árbol.

Cuando yo era niño, la carretera era aún un camino de tierra. Es decir, polvorienta en verano, fangosa en primavera y otoño, y en invierno cubierta de nieve igual que los campos. Ahora es de asfalto en todas las estaciones del año.

Cuando yo era joven, por el camino pasaban carros de campesinos arrastrados por bueyes, y sólo entre la salida y la puesta del sol. Los conocía todos, porque eran de por aquí. Eran más raros los carros de caballos. Ahora los coches corren por la carretera de día y de noche. No conozco ninguno, aparecen de no se sabe dónde y desaparecen hacia no se sabe dónde.

Sólo el árbol ha quedado igual, verde desde la primavera hasta el otoño. Crece en mi parcela.

Recibí un escrito de la autoridad: “Existe el peligro -decía el escrito- de que un coche pueda chocar contra el árbol, ya que el árbol crece en la curva. Por lo tanto, hay que talarlo”.

Me quedé preocupado. Llevaban razón. Efectivamente, el árbol está junto a la curva, y cada vez hay más coches que cada vez corren con más deprisa y sin prudencia. En cualquier momento puede chocar alguno contra el árbol.

Así que cogí una escopeta de dos cañones, me senté bajó el árbol y, al ver acercarse al primero, disparé. Pero no acerté. Por eso me arrestaron y me llevaron a juicio.

Traté de explicar al tribunal que había fallado únicamente porque mi vista ya no es buena, pero que si me dieran unas gafas seguro que acertaba. No sirvió de nada.

No hay justicia. Es verdad que un coche puede chocar contra el árbol y dañarlo. Pero sólo con que me dieran unas gafas y algo de munición, me quedaría sentado vigilando. ¿A qué tanta prisa por talar un árbol si hay otros métodos que pueden protegerlo de un accidente?

Y no les costaría nada, aparte de la munición. ¿Acaso es un gasto excesivo?"

3 comentarios:

rubén darío dijo...

Gracias por un nuevo territorio virgen: Cheever, Celine, ahora Mrozek... Suelo confiar en tu buen gusto.

Veo que el tiempo es una cuestión que nos anima a pensar en ella a más de uno. ¿Qué hacemos, entonces?, ¿nos agarramos a las raíces del árbol o apartamos los obstáculos del camino para avanzar por él? Quizá los demás no nos comprendan, sea cual sea la opción que tomemos. En este caso, creo que la respuesta no está ni siquiera en el viento.

Un abrazo.

Alberto Abuín dijo...

Que sí, que sí, que Diego tiene buen gusto literario, pero para una ocasión tan especial podía haberse currado el asunto y escribir algo original como de momento hemos hecho todos.

Anónimo dijo...

mítico Aaron Sach
curioso texto... me gusta