Aunque gozó del aprecio de los fans en la década de los sesenta y del favor crítico de la época, James Carr se perdió en sí mismo, derrotado por sus problemas mentales y desconectado del mundo y la realidad, hasta dejar sólo como herencia unas propiedades escasas aunque muy valiosas. Para situarnos: Otis Redding, Sam Cooke, Solomon Burke. Con ellos podría compararse a Carr, un ejemplar pesado del soul cálido y pasional de aquellos años. Su casa principal fue Goldwax, con la que publicó sus dos primeros discos, You got my mind messed up (1967), aquel disco que Rulo pinchó, y A man needs a woman (1968). Después no supo asimilar el éxito, se quedaba paralizado en las actuaciones, inmóvil, conmovido o perdido en el vacío. Su crisis psíquica le llevó por varios centros médicos e instituciones mentales, reapareció en 1991 con un tercer disco al parecer desafortunado y murió en 2001 a la edad de 59 años. Una triste historia para un titán con pies de barro.
Existe una colección de los 28 singles cantados (y compuesto alguno) por James Carr para Goldwax entre 1964 y 1970, precisamente titulada The Complete Goldwax Singles. En ella se encuentra ese soul precioso y delicado que nacía del vozarrón rudo a veces herido de este autor especial. En sus aullidos vibrantes descansa una música de otro tiempo pero siempre viva, todavía poderosa hoy en día aunque en sus letras escupa cosas como “te necesito tanto”, “¿cómo puedo olvidarte?” o “de verdad que te quiero, nena”. Vamos, en la voz de un soul man negro de aquellos yo eso no lo pongo en duda.
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