Mi etapa de insistencia Allman Brothers ya ha quedado atrás. Guardo gran parte de sus discos y los saboreo con la misma sensación que se disfruta con ciertas películas de Cary Grant o algunas comedias o musicales de Stanley Donen. Sí, como aquello que ahora ya no se hace (porque no se puede y no se sabe)… porque los Skynyrd de ahora siguen tocando como bestias pero sin la temperatura que desprendían en los setenta, y los Widespread Panic o Gov’t Mule, por ejemplo, son músicos sublimes que aman a sus maestros pero tienden al tedio. Incluso los Allman de ahora, soberbios dinosaurios con millones de kilómetros en sus cuerpos, rinden una añeja fidelidad a su pasado que los mantiene sanos y viejos, pero no frescos.
Con el gran Duane Allman, tan gigante a la guitarra como los más encumbrados Hendrix, Page o Clapton, me he reencontrado gracias a una fabulosa antología en dos volúmenes dobles editados por Polydor en 1972 y 1974, después de su apresurada muerte. En estas dos colecciones que me permito recomendar a quienes gusta el blues y el rock, aunque a todos en general, se puede comprobar la destreza de Allman con la slide guitar y su desahogada técnica con el ‘cuello de botella’ a lo largo del mástil, así como su capacidad para adaptarse a cualquier ‘jefe’ de filas cuando ejerció de músico de sesión para artistas de la talla de King Curtis, Aretha Franklin, Wilson Pickett o el propio Eric Clapton en Derek & The Dominos antes de dar forma definitiva a los Allman Brothers junto a su hermano Greg.
1 comentario:
¡Menos mal! Todavía queda gente con buen gusto.
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