Aquí vuelve Josh Rouse, este buen tipo con pinta de chico ejemplar y un aire a Jake Gyllenhaal, con Country mouse city house (Nettwerk, 2007) bajo el brazo. Quienes le conozcan y todavía no hayan escuchado el nuevo disco seguro que apuestan por que almacena más de lo mismo. No se equivocan. Ya hemos hablado atrás sobre la repetición de esquemas y fórmulas, sobre la falta de inventiva evidente en algunos casos en los que determinados músicos se mueven en círculos donde es más acuciante la exigencia de fans y empresarios, y, por otro lado, sobre la confianza en una línea segura de estilo que no necesita sufrir grandes transformaciones para seguir convenciendo a quien pone la pasta y a quien presta el oído. Por ahí, por ese otro ambiente más grato y menos urgente, camina con su calma Josh Rouse, instalado en España con su refinado e ingenuo pop soul norteamericano como bomba de oxígeno musical.
Confieso que tras haber leído un par de reseñas de este nuevo trabajo me disponía a encontrarle algún defecto a algo que me gusta. Pero es imposible criticar algo que te encanta. Me decía el ascensorista de cristal cuando le presté hace poco el sublime 1972 (Rykodisc, 2003) que le gustaba Rouse pero encontraba débil su música, blanda, con un potencial quizá escondido. Por mi parte, encuentro ahí ese tope, ese potencial que en Country mouse city house sobrepasa la azotea española desde la que Rouse contempla en la foto de portada. Puro, fresco, honesto, precioso. Qué bueno que desde ese camino nada pretencioso por el que Josh sigue encadenando un disco a otro año tras año su música llegue tan limpia a nosotros.
Nota: 9/10
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