Las comparaciones que de ellos se leen no se desvían. A Jayhawks, Nacho Vegas y Cristina Rosenvinge, por ejemplo, les superan claramente. A Cat Power o Elliott Smith se arriman un poco, pero yo diría más, que me acuerdo de Lucinda Williams (Carretera), de la aridez instrumental de Friends of Dean Martinez (La Golue) o de los Byrds más poperos (Estúpida) y más country (Contigo tocaré el cielo) cuando escucho este disco.
El rock de brillos americanos de Tulsa es de los que aguijonea como un flechazo en el primer sorbo y de los que seduce sin rodeos en el segundo. Canciones de construcción sencilla y eficaz dejan reposar el elemento más atractivo y turbador de toda la propuesta: la voz entre arrastrada y temerosa, que vacila entre la inocencia y la malicia, de Miren Iza, guipuzcoana salida de la banda vasca de punk rock Electrobikinis y con un atractivo físico y vocal similar al de su casi paisana Najwa Nimri. Ese Carretera que abre el disco y el tema titular que lo cierra son el más esperanzador sabor de boca que deja Tulsa en los primeros tramos de su camino.
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