miércoles, mayo 16, 2007

SOUNDTRACK 31: HANS ZIMMER

Hace tiempo que no me refiero por estas páginas a las bandas sonoras o a sus compositores y ahora que he vuelto a contactar con Yojimbo, con quien suelo ponerme al día y repasar trabajos de nuestros músicos favoritos en esta materia, y que acaban de pasar por mi ‘plato digital’ un par de scores que tenía pendientes, me detengo en la figura esencial, desde la década pasada hasta nuestros días, de Hans Zimmer.

Pero ha sido Harry Gregson-Williams, uno de sus colaboradores en Remote Control Productions y, por tanto, singular discípulo de Zimmer, el que me ha hecho recordar al maestro alemán de la composición de música para cine. A Williams no lo doy yo masticado bien; como ocurre como tantos otros colegas, sus escorzos electrónicos quedan perfectamente acoplados a las imágenes, son dinámicos e inquietantes, pero resultan reiterativos y vacíos sobre el único soporte de un disco. Le ocurre también a su score para Phone Booth, la magnífica película de Joel Schumacher, que acabo de oír.

Volvamos a Zimmer entonces. Aquí y aquí tenéis algunos datos de su carrera por si queréis conocer más sobre aquel miembro de The Buggles que en los años ochenta ayudó a estropear un poco la música con éxitos electrónicos hoy recordados con cierto cariño como el célebre Video killed the radio star. El Zimmer del cine, con más de cien bandas sonoras en su haber, comenzó a explorar las connotaciones dramáticas de los sintetizadores en films como Rain man (1988), Paseando a Miss Daisy (1989) o Llamaradas (1991), pero es en los noventa cuando además de los teclados esponjosos añade a sus creaciones cuerdas desérticas como las que suenan en Thelma & Louise (1991), mayor contundencia percusiva en La fuerza de uno (1992) o finura melódica en Ellas dan el golpe (1992). Un poco de todas estas cualidades comienza a combinarse de forma magistral en sus primeras obras maestras, sus trabajos para Amor a quemarropa (1993), El Rey León (1994) o Gladiator (2000).

Consolidado desde finales de los noventa como uno de los grandes valores de la música de cine, Hans Zimmer ha ido combinando desde entonces propuestas que oscilan entre la suave intrascendencia hasta el poderío sinfónico. Entre su amplio historial no ha dejado tampoco de sorprender con atípicos trabajos cargados de mezcla constante, como los que uno puede disfrutar si pincha los soundtracks de Matchstick Men, El hombre del tiempo o Vacaciones. Melodías ¡de cine!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uno de los más grandes, sin duda. Y más grande aún porque ha conseguido crear una escuela de la que han salido alumnos aventajados como John Powell, otro de mis admirados.

Abrazos.