viernes, mayo 04, 2007

MILES' COOL (II)

Continúo desgranando la enrevesada personalidad de Miles Davis con una o dos sesiones semanales de su música sin orden ni concierto. Salto de 1965 a 1981 y regreso a 1972, para retroceder de nuevo a 1958 y volver a propulsarme hasta 1982. Ignoro si es la forma más adecuada de comprender (perdón, sentir) su obra extensa y densa, pero no puedo ocultar que experimentar los caprichosos cambios que tiene su música está causando en mí la impagable impresión de asistir, con la ventaja que proporciona el presente, a la evolución de un artista al que el término genial se le queda escaso.

Me avisan de que entrando en los años setenta, Miles se radicaliza un poco más… y no digamos en los ochenta. Cierto, lo sabía, y no siento pereza alguna en comprobarlo. En esta última ración a trompicones de su discografía voy avanzando de la tibieza orquestal de Porgy and Bess a finales de los cincuenta a la también relajada sobriedad de E.S.P. a mediados de la década siguiente, un jazz estival más emocionante. Apreciada en sesiones anteriores la progresiva mutación que sufre su trabajo con la llegada de Sorcerer y Nefertiti dos años después y antes de penetrar en el complejo laberinto que es Bitches Brew, In a silent way ensaya libertades (ese temible free jazz…) que sorprendentemente toman un rumbo imprevisto en On the corner, un álbum de 1972 que parece firmado por un artista totalmente distinto. Miles, con Chick Corea y Herbie Hancock reclutados a sus órdenes, desarrolla cuatro cortes de funk borracho y provocador por el que se deja deslizar la suavidad, esta vez algo dopada con estimulantes, de su trompeta. Entendamos que este disco puede provocar tanta repulsa como fascinación, yo me inclino por lo segundo.

El siguiente salto que he dado me ha aterrizado en The man with the horn y Star people, dos trabajos separados por sólo un año a comienzos de los ochenta. El primero bien podría ser un disco de baile, de pop de night club hortera, al que el bajo de Marcus Miller hace oscilar entre una y otra tendencia. El segundo disco da rienda suelta a las guitarras de Mike Stern y de John Scofield para transformar el soul de plástico de finales de la década anterior en un rock exhibicionista con tendencia a la fusión caótica. No son trabajos memorables, desde luego, pero son de Miles Davis, y, no sé, conservan una magia interior que en otros autores nos parecería intolerable.

Seguiremos viajando.

3 comentarios:

el dijo...

Bueno, bueno...

El Miles Davis orquestal de Porgy... es interesante, aunque siempre me ha dado la impresión de que no es el campo en que mejor se mueve el trompetista, su sonido resulta un poco aplastado por la aparatosidad de la propuesta.

ESP me parece una obra cumbre del Jazz, una cima quizás solo superada por Miles Smiles, y por algunos cortes de Nefertiti o Sorcerer. Nadie ha llegado más lejos por ese camino.

El resto de los que citas, mejor los reservo para escucharlos con detenimiento en otra vida.

Anónimo dijo...

Me da la sensación que el ascensorista prefiere al Miles anterior a los experimentos de fusión de los setenta; realmente estoy de acuerdo con él. Pero algunos de los discos posteriores me parecen buenos, alguno incluso muy bueno; pero reconozco que para mi oido el Miles más grande terminó con el quinteto de los sesenta, esos son los discos a los que vuelvo una y otra vez. El Miles smiles también me parece insuperable.
Un saludo y seguiremos comentando.

Anónimo dijo...

Miles es un artista que se ha codeado con los máximos del bebop, antes de cumplir los veinte. A fines de los cuarenta participa en la creación del cool jazz, que recien en la década siguiente se entendería. En los cincuenta, con las venas llenas de heroina, se zambulle de lleno en el hard bop y crea su primer gran quinteto con Coltrane, Phillie Joe Jones, Red Garland y Paul Chambers. El gran público lo descubre a fines de esa década con sus grabaciones para la Columbia. En 1959 graba "Kind of Blue", cuna del jazz modal. En los sesenta no se entrega de lleno al free jazz pero desarrolla un jazz desafiante con su nuevo quinteto (con Hancock, Shorter, Carter y Williams), que bucea entre el hard bop, el jazz modal y un poco de free. A fines de los setenta contribuye, una vez más, en el nacimiento de una nueva música: el jazz rock. En 1975 se retira y vuelve seis años después, siempre en la fusión, pero con un sonido más pop que el de diez años antes. Poco antes de morir graba Doo Boop, su flirteo con el hip hop. Pero, poco antes, hace lo nunca había hecho: revisar su viejo repertorio, para un concierto en Montreux, con Quincy Jones en la dirección orquestal. Para Miles no han habido fronteras musicales. Uno de los más grandes músicos del siglo XX. Al que quiera conocerlo mejor, además de sus discos, les recomiendo la lectura de su autobiografía, coescrita con Quincy Troupe.