lunes, mayo 07, 2007

JAM SESSION (II)

Mi viejo amigo y yo no perdemos las viejas costumbres, así que no es raro que cada poco compartamos esas horas lujuriosas de la noche tratando de acertar a cada lado de la barra el parecido físico que tiene con una actriz esa chica a la que nunca antes habíamos visto, ya sabéis. Esta, no. Esta otra, tampoco. Pues esta… para nada. Sí, sí, espera, no me sale el nombre, pero sé quién es porque la ha visto en más de una película. ¿Esta?, Mmmmm. Y pasado un tiempo largo de rápidas miradas y segundos de recreo por los rizos que le acarician los hombros, los pantalones ajustados que estiran su figura y por la blancura de su sonrisa, entonces llegamos adonde queríamos. Exacto. Puede que alguno de los dos se marche para casa olvidando a la actriz pero sin poder ni querer borrar los rasgos contagiosos de su parecida.

En el tiempo muerto en el que esperábamos para que empezase la película se nos dio por pensar en algunas de las cosas que ahora no tendríamos ni a las personas que ahora no conoceríamos si hace bastante tiempo, cosa de diez años, hubiéramos tomado otros caminos en nuestras vidas. La conclusión fue que aprobamos, en general, las viejas decisiones. Si alguno de nosotros se hubiese conformado con lo que entonces tenía y con el futuro perdido que se le dibujaba, no existirían seguramente las sesiones de pipas y caciques, ni todos los comentarios que hacemos a las canciones que el ruido nos deja escuchar. Quizá el cine nos uniría a todos un poco menos. Quizá no existiría ni este ni otros blogs donde dar a conocer cómo somos a través de nuestros sanos vicios.

Al fin y al cabo las más de mil pelas no estuvieron mal invertidas. Resistimos en pie una hora bien larga con la cabeza erguida y los ojos despiertos. Un manjar por allí, una delicatessen por allá, un postre detrás, una salsa exquisita delante y mucho bocado sin sabor por todas partes: allá arriba mismo, dejándose exhibir sin tener idea absoluta del estribillo de una canción que todo el mundo grita y nadie conoce. Salimos al amanecer pensando, como alguien apuntó sin equivocarse, que la calle se ha llenado de podredumbre. Y sabemos que lo mejor de la noche no fue el menú variado que acabamos de examinar, sino el perfecto escote colorado por el sol de la tarde que hemos tenido enfrente unas horas antes. No era de Gisele Bundchen, pero casi.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bocados sin sabor ... Mmmm ¡Cómo te comprendo! Espero que no acaben privándonos del apetito.