sábado, marzo 03, 2007

VOLUME TWO 26: MARK LANEGAN

Las páginas del rock rebosan de actores secundarios que en sí abarcan pequeños capítulos de mayor o menor peso y relevancia. Algunos personajes pasan sin dejar rastro duradero, otros marcan su huella en el asfalto; unos aportan señas con vigencia ilimitada, otros no cambian nada en absoluto del paisaje por el que caminan. Los primeros son los menos, los segundos, los más. Y otros consiguen todo eso ayudados por una imagen entre mítica y legendaria, por una fachada y unas cualidades (bastan las mínimas) que esquivan al músico y subrayan el personaje. No quisieras conocerlos en persona, te intimidarían más bien. Tienes su voz y sus retratos. Mark Lanegan, ¡qué grande!

No le hace falta agarrar instrumentos ni componer canciones perfectas. Ha tenido una ejemplar banda y después unos cuantos amigos de ventaja con los que mantener una venerable carrera en solitario y permitirse prestar su voz a grupos de su entorno. Quienes le hemos seguido cuando descubrimos a los Screaming Trees le hemos exigido más bien poco: fidelidad a una imagen huraña y a una música sombría pero rica, las canciones de fondo que alcanzas a escuchar en una taberna semivacía con unos cuantos perdedores encorvados sobre la barra.

Su presencia inmóvil y hasta fantasmagórica al micrófono tapó en parte otras virtudes de Screaming Trees, el grupo más brillante de la escena Seattle antes de la explosión Nirvana e incluso después (con permiso de Pearl Jam). Si él permanecía estático, con los ojos cerrados y el entrecejo arrugado, los que allí no paraban de moverse eran los gruesos hermanos Conner a sus lados, con los que Lanegan había formado la banda a mediados de los ochenta. Cuatro álbumes de trazos garageros grabaron para sellos menores antes de firmar con Epic en 1991 y encadenar su herencia más valiosa: el oscilante Uncle Anesthesia y los magistrales Sweet Oblivion (1992) y Dust (1996). La banda no anunció su separación hasta el año 2000, pero Lanegan ya tenía entonces cuatro discos propios y poco más tenía que cantar en compañía de sus chicos, también dispersos en otros proyectos.



Sin los Conner, el siniestro Lanegan oscurecía su música despojándola de fraseos de garage para cubrirla de sugerentes capas de intriga, alcohol a palo seco y desvaríos nocturnos. The winding sheet (1990) tiene aún piel de arrugas grunge. Whiskey for the holy ghost (1994) es duro y desnudo, rock áspero cargado de soledad y reflexión. Scraps at midnight (1998) tiende a ser una chocolatina fúnebre. I’ll take care of you (1999) es un aperitivo de versiones más luminoso. Field songs (2001) irradia menos desánimo y la voz profunda y poco amistosa de Lanegan suena impecable. Y Bubblegum (2004) se contagia de los variados contactos (Queens of the stone age, PJ Harvey, The Twilight Singers) que el autor ha mantenido estables en los últimos años dentro y fuera del estudio. Imprevisto, desde luego, resultó el caramelo que fue Ballad of broken seas (2006), un atípico romance entre Lanegan y la popera Isobel Campbell de los Belle and Sebastián, que dio como resultado lo más parecido a un banda sonora hablada de western con la firma de Ennio Morricone.

Más sobre Mark Lanegan.

2 comentarios:

el dijo...

Sentido post. Por recomendación de un tal Dufresne tengo en mi colección de discos desde hace algunos años I´ll take care of you y Field songs, perfectos como banda sonora para una tarde lluviosa de domingo... creo que hoy van a caer.

Saludos desde un ascensor de cristal!!!

Anónimo dijo...

Mark Lanegan se muy grande, pero hay por ahí una cosa que pareces no saber e igual te hace gracia, leete esto:

http://humansornaments.blogspot.com/2007/02/paul-auster-es-un-escritor-americano.html

No va de Paul Auster, es la cronica de un disco inedito de los Trees, entre Sweet Oblivion y Dust.