La originalidad es un tesoro enterrado. A veces alguien cava para encontrarla y halla alguna perla separada, se la cuelga encima y puede presumir de ella hasta que el curso del tiempo determine si esa perla tiene valor más allá del que marca la actualidad o caduca enseguida. Cada cierto tiempo suelen aparecer breves explicaciones descriptivas en las revistas sobre la música de un nuevo artista. Es muy sencillo utilizar eso de “el nuevo…” o “la nueva…”, aproximación subjetiva que puede resultar tan osada como apresurada, sobre todo cuando al recién llegado se le compara con un(a) veterano(a) con varias décadas de carrera. Puede que a Jackie Greene, un veinteañero de California, algún voraz explorador musical de esos que escriben en las revistas (y los que no escriben también), le etiquete como “el nuevo Ryan Adams”, para entendernos sin localizar más similitudes (que las hay), o “uno de tantos herederos tardíos de Bob Dylan”. ¡Qué original!
No nos precipitemos. No miremos para otro lado al encontrar comparaciones tan fáciles pero en absoluto equivocadas. Abramos la caja que guarda American Myth (Verve Forecast, 2006) y descubriremos un magnífico pequeño tesoro, el cuarto en tan poco tiempo, de un avanzado alumno, un estudiante con trazos para acabar ganándose una matrícula de honor, Jackie Greene. Por ahora supera curso con un sobresaliente.
Esa nota corresponde a un álbum increíblemente deslumbrante y esperanzador. Las cicatrices del rock americano de raíces se delatan en el dobro de la intro y en la instrumentación de casi la totalidad de los temas. ¿Ryan Adams? Sí, en los acordes y el pesar tristón de When you’re walking away. ¿Dylan? También, en la solitaria pieza folkie Love song, 2.00 a.m. y más descaradamente en el corte más extenso del disco, Supersede, donde el joven autor no siente vergüenza alguna por copiar las líneas musicales de My back pages y querer componer otra Desolation Row. Pero hay más: hay Jack Johnson en Just as well, hay The Band en So hard to find my way, el Springsteen más introspectivo en I’ll let you in, Josh Rouse en la soleada Closer to you, hay blues rock pantanoso en la sudorosa Cold black devil-14 miles, la Creedence, los Stones… Hay Jackie Greene, capturador de influencias para tejer una herencia con copyright personal. Hay talento pese a la envidia que los mejores músicos de su generación suelen causar en los más susceptibles.
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