viernes, abril 11, 2008

VOLUME TWO 37: RAMBLIN’ JACK ELLIOTT

La reciente escucha de I stand alone, servido por el imprevisible y siempre interesante sello Anti, me ha reencontrado con Ramblin’ Jack Elliott, un autor entrañable al que la historia de la música tiene apartado, pero no olvidado, en relación con sus colegas de generación. De algún modo, fue el mentor de Bob Dylan, además de inspiración para Pete Seeger pese a ser mayor y compañero de fatigas de Woody Guthrie a comienzos de los cincuenta. Woody se quedó en el camino, inválido desde una cama de hospital donde encontró la muerte; Pete combatió con su voz e instrumento las desdichas e injusticias de sus tiempos; y Bob no tardó en escapar del nido tras aprovecharse del dócil Ramblin’ Jack para pisar todos los terrenos, jugar con las masas, huir de ellas y alimentar su mito año tras año.

Ahí está la gran diferencia. Ramblin’ Jack Elliott siempre le fue fiel al folk tradicional americano y sobre sus paisajes y estructuras cultivó una carrera tan larga pero menos fértil y vacilante como la del propio Dylan. A Jack no le llueve la veneración, pero sí el respeto; no es objeto de mercado, de biografías y estudio (aunque sí tiene documental, The ballad of Ramblin’ Jack, del año 2000 y dirigido por su hija). Jack, sin poesía en la sangre y con más cercanía humana en su discurso, vale tanto como el que más, aunque nunca le haya interesado tener más.

Hay algo en la música simple y familiar de Ramblin’ Jack que lo convierte en un autor querido y admirado, enternecedor. Quizá sea su pureza vocal, el canto nasal que heredó de Guthrie y le robó Dylan o la sutilidad con la que toca su guitarra. O la sencillez de sus canciones tradicionales, desnudas casi siempre de artificios, con su guitarra, su voz, la armónica y nada más. Entre 1957 y 1964 encabezó junto a Seeger, Dylan o Joan Baez aquel pelotón de cantautores protestotes; se desmarcó poco después o se quedó en el sitio. Grabó de vez en cuando y tardó 25 años en volver a cantar con un magnífico retorno, South Coast (1995). Once años después, con I stand alone (2006), una colección de cancioncillas casi interpretadas en carne viva con la variada compañía de Flea o Lucinda Williams como invitados, se ha vuelto a hacer querer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta este disco, no pude encontrarlo en Santiago y me lo pillé en Portobello además de otras joyas en vinilo que jamás pensé que volvería a ver. ¡Yuju!