De repente, surge alguien a contracorriente. No lo hace rompiendo moldes, retorciendo géneros ni inventando esquemas, lo hace regresando a estilos que parecían olvidados, eclipsados por el curso imprevisible que toma el rock and roll, retorna a sonidos que creíamos caducados (a sabiendas de que la fecha de caducidad se la ponemos nosotros a la música que escuchamos). Stonerider, desde Atlanta, resucitan el hard rock que Los Angeles, en los ochenta, escupió desde los escenarios donde Poison, Mötley Crüe y Guns N Roses saltaban. Si hace unos años nació de Suecia una oleada de bandas hardrockeras de pulso y espíritu angelino, quizá ahora el cuarteto Storider pueda encabezar una nueva hornada.
Three legs of trouble (Trustkill, 2008), su primer disco, recupera la corriente gamberra de aquellas bandas americanas, además de la de otras precedentes con origen en Gran Bretaña (Nazareth, a quien le toman prestado un tema) o el ritmo contagioso de los Cult de la época del Sonic Temple. Los riffs son musculosos, como los remolinos de wah wah o las elásticas cuerdas vocales de su cantante, Matt Tanner. No hay medios tiempos de frenada. Nada nuevo bajo el sol, cierto, pero uno se alegra de que alguna música nunca muera.
Nota: 8/10
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