Despierta en mí una excitación nerviosa Charlotte Gainsbourg cada vez que la veo en una película (21 gramos, La ciencia del sueño, Mi mujer es una actriz, pronto en la esperada I’m not there…). Es, podríamos decir, de esas mujeres más bien feas que nos gustan, cuyo atractivo invisible se encuentra en la languidez de sus miembros, en sonrisas resplandecientes o miradas penetrantes. Su rostro es pálido y de facciones marcadas, con los ojos como canicas y la mandíbula grande y amenazante; su cuerpo es delgaducho, pero le quedan bien los vaqueros gastados y los jerseys de mangas grandes. El morbo es personal e intransferible.
La chica ya le dio a esto de la canción cuando tenía 15 años y un par de películas para tomar prestadas varias canciones de su padre, hacer dueto con él y vestirlas con ropajes adolescentes. Hasta veinte años después no volvió a agarrar el micro para titular 5:55 (WEA/Atlantic, 2006) su primer disco en mayúsculas. Y aunque ella pone la firma, también debería corresponderle al dúo francés de pop electrónico Air, presente en todas las composiciones y acompañado en un buen número de ellas por Jarvis Cocker. De Pulp, por fortuna, no hay rastro, pero sí de Air, de ese plastificado pop instrumental que sirve de sintonía para aeropuertos y del que se apropia Charlotte para susurrar en inglés y francés canciones inofensivas y un par de postres para repetir (The operation, Everything I cannot see).
1 comentario:
Muy simpática y certera esa definición de mujer fea que nos gusta. Y completamente de acuerdo en que es una mujer a la que quedan estupendamente los vaqueros gastados y esos jerseys de lana de mangas largas. Su acierto es esa naturalidad que roza el falso y posiblemente meditado desaliño.
Un saludo.
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