Pero no voy tan lejos, me quedo ahora con los dos primeros, unidos por amistad y seleccionados por la inspiración artística del cineasta para abrir y cerrar su film con la golosina viciosa que es la canción There is an end. Ella (no la confundamos con la puta de Capote que desayunaba croissants delante de Tiffany’s) es una versátil cantautora folk británica de voz modosa con atrevida incontinencia creativa. Ellos, ‘los palurdos’, son una formación de Ohio que bucea con su sonido en el rock británico y el garage yanqui de finales de los sesenta para rendirles una ferviente fidelidad casi cuarenta años después.
Admito que pringarme de rock garagero me provoca tantas reservas como pocas ganas y que las grandes bandas que guarda el género entre tantos exponentes las dejo aparcadas para conocer más tarde, en el momento ideal (si es que se da). Pero con The Greenhornes, otro trío de ruidosa eficacia, tuve una corazonada y di en el clavo. Quizá porque su fragancia garagera de guitarrazos nerviosos, gruesos bajos, calurosas percusiones y suaves teclados deja paso también a maravillosas canciones que reviven las actuaciones más cálidas de Sam Cooke o The Animals.
Aposté sobre seguro al comprarme este Sewed soles (V2, 2005) que recoge, a modo de apresurada recopilación, unos cuantos temas selectos de los tres discos de la corta producción del grupo, alguna rareza inédita y cortes alternativos. Está There is an end, claro, otra pieza con la Golightly y la fantástica sensación de apretar el botón, retroceder en el tiempo y pertenecer a otra década recuperada por la magia de la música.
PD: Sólo un pero le voy a poner a los chicos, haberse aliado con Jack White y Brendan Benson para el vulgar primer álbum de The Raconteurs. Lógico.
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