Cuento… y no dudo en arrojar mis peores calificativos a tres de sus películas: Even cowgirls get the blues, Gerry y Last days (sin contar el desangelado episodio que firmó para Paris, je t’aime), sí, eso, bodrios, basuras, insultos, crímenes, horrores. También cuento… y hallo tres magníficos trabajos: la maravillosa El indomable Will Hunting, la desoladora Drugstore cowboy y la muy negra y puñetera Todo por un sueño. En su producción restante tienen cabida trabajos un tanto sobrevalorados como Mi Idaho privado o Elephant, atentos aunque algo ingenuos films como Descubriendo a Forrester o la propia Mala noche y el remake más inútil e intolerable de la historia del cine, el de Psicosis, calcada por completo aunque al menos sin caer en la parodia o la farsa.
¿Qué valoración me merece Gus van Sant? Me balanceo: le temo pero no le doy la espalda, me desespera pero acepto el reto. Se rió de mi inteligencia con el vacío agónico que garabateó en Last days, pero ya me tiene atento a las conflictivas vivencias de unos skaters que propone en Paranoid Park. Su llamada trilogía de la muerte, compuesta por la laberíntica aunque parsimoniosa Elephant, la mortificante Gerry y el atentado terrorista que es Last days, no sólo acaba con la paciencia del valiente espectador, despierta con saña sus impulsos destructivos más profundos. Van Sant no es un innovador en su estilo, ni siquiera un trasgresor en su temática (si cabe mostró sin faranduleo y con veracidad los contenidos homosexuales a partir de mediados de los ochenta). No ha dejado de ser nunca un cronista del underground (los yonkis, los chaperos, los alumnos vulnerables fascinados con las armas), el narrador imparcial de los inadaptados (Will Hunting, Forrester), de tipos que no saben muy bien qué sentido tienen sus actos (los de Gerry y Last days). Cuando pisó fuera del resbaladizo terreno del mal llamado cine independiente para contar las mismas o parecidas inquietudes con mayores presupuestos, el sector del público que repudia la industria le acusó de vendido traidor, aunque le ha vuelto a abrir las puertas de la confianza gracias a atrevidos desafíos como la dichosa trilogía de los muertos. Quizá porque el propio Gus es un rebelde poco convencido, un ‘outsider’ de segunda fila.
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