No es la primera vez que el grupo se pone en manos extranjeras para tapizar un disco. Por eso el irregular y exitoso Little heart attacks (2004) tenía acentos espontáneos que apartaban su contenido del simplón rock nacional de olvidable digestión. Entonces la banda, cuando tuve la oportunidad de verla en un concierto corto, me pareció natural y auténtica aunque un poco sosa; ahora la he escuchado en una actuación radiofónica y en las canciones de su tercer álbum y les sigue haciendo falta un manojo de sal encima para conseguir que su música de exquisita factura traspase los poros de la piel.
Sunday Drivers son ahora sexteto. Su estancia en San Francisco y su relación con Brad Jones, en efecto, los acercan al Rouse de Nashville y de algunos cortes de 1972. Hasta podrían pasar por unos Kings of Leon adecentados. El grupo propaga un pop-rock de raza humilde sin tanto flirteo con el soul como destila el cantante de Nebraska asentado en Valencia. Los espumosos teclados hammond y algunas secciones de viento convierten Tiny Telephone en un examen aprobado de discurso nostálgico.
Nota: 7/10
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