jueves, agosto 30, 2007

BONUS TRACK 31: GIRLS CAN TELL (SPOON)

Unos pocos posts atrás recogía mis primeras palabras hacia el grupo texano Spoon a propósito de los elogiosos mimos que recibía de la prensa especializada. Va a ser que no estaban equivocados aquellos que abarataban piropos, desproporcionados, no obstante, los de aquellos que a la buena de dios se atrevían a calificar a la banda como la mejor del planeta. Ya escribí que su último trabajo, Ga Ga Ga Ga Ga, me parecía notable, inteligente, en gran medida inclasificable y, sobre todo (que es lo mejor) revelador en cada nueva escucha. Volviendo atrás unos años llego a Girls can tell, el tercer álbum de Spoon, publicado en 2001. De ‘volume one’ pasamos a ‘bonus track’ con el mismo protagonista pero por motivos justificados.

Porque algo descarado y genuino late en la música de este grupo americano de confusa apariencia británica. En los ritmos cambiantes de capricho juvenil y en la entonación y vocalización de su cantante y guitarrista, Britt Daniel, se percibe ese coqueteo con el otro continente. A ver, quien busque enlaces referenciales, encontrará comparaciones publicadas con numerosos grupos del lado oeste del Atlántico y del lado este, sean rock, sean pop, soul o punk. Por mi parte, no las miro, no sabría decir si son certeras. Sólo vuelvo a alabar la osadía de un grupo que aunque tenga presente tantas fuentes no quiere parecerse a ninguna, que llena ese campo sui generis y siempre estimulante reservado para los artistas de imposible clasificación. Girls can tell, con pedazo joyas como Everything hits at once, Take a walk, Believing is art o This book is a movie lo demuestra.

PD: La portada le encantaría a Rulo, ¿verdad?

miércoles, agosto 29, 2007

SOUNDTRACK 39: DEAD MAN’S SHOES

Me apetece comentar y de paso recomendar una película, ahora que de nuevo caigo en la cuenta de lo mal que envejecen algunos (llamados) clásicos, servidos entonces con riguroso clasicismo y férrea sobriedad por artesanos en horas bajas, con excesivo e inverosímil acartonamiento y sin la aparatosidad que hoy en día estropea muchos films y, ojo, también salva o mejora otros.

Así que saltamos años y nos detenemos en 2004, en la campiña inglesa, en la región de Derbyshire, donde dos hombres caminan en silencio con destino desconocido. Son hermanos, el mayor ha regresado de servir en el ejército, el pequeño es retardado. Enseguida se dejan ver a un grupo de malhechores catetos que trafican con drogas, las consumen y delinquen a su antojo en el pueblo al que nuestros protagonistas llegan. Pronto sabemos a qué se debe la visita. El soldado, interpretado por el único actor reconocible del reparte, el inglés Paddy Considine (visto recientemente en el papel de un periodista en El ultimátum de Bourne), anuncia sin titubeos a la pandilla de indeseables que ha llegado para vengarse de las vejaciones a las que sometieron a su hermano menor unos años atrás.

Fue en 2004, en un ejemplar de la revista Uncut que compré en la calle Charing Cross de Londres, donde leí por primera vez una reseña muy positiva de la película Dead Man’s Shoes (Shane Meadows, 2004). Hasta hace poco no me volví a acordar del film y buscando, buscando, al fin lo he podido ver. La frase con que la revista resumía el argumento es correcta al cien por cien, sumaba Taxi Driver y Acorralado para dar como resultado Dead Man’s Shoes.

No hay que asustarse por semejante operación. La historia no es novedosa, la puesta en escena tampoco, pero la cinta late con una tremenda fuerza interna y posee un clima opresor de esos que logran angustiar al espectador, consciente de que está disfrutando con un film que al final le va a dejar mal cuerpo. La captación de ambientes, desde los cutres apartamentos de los villanos hasta las tranquilas calles de pueblos de vida triste, la contundencia explícita de la violencia y la portentosa interpretación de Considine, capaz de transmitir todo un repertorio de emociones contrapuestas con leves movimientos de sus ojos, convierten Dean Man’s Shoes en una ‘rareza’ insana que habría contado con la aprobación de Sam Peckinpah.

lunes, agosto 27, 2007

VOLUME ONE 86 & 87: TORI & BEN














De golpe reúno a Tori A
mos y Ben Harper, contenidos puntuales de este blog, un par de músicos de primer nivel que (que yo sepa) no han sido pareja íntima ni artística, pero a los que ciertos paralelismos los enlaza en este post. Tienen ambos disco nuevo; empezaron sus caminos a finales de los ochenta y a debutar con nombre propio a comienzos de los noventa; Tori colecciona nueve álbumes y Ben diez; ella es prodigiosa sentada ante las teclas y él mima con tanta galantería como furia las cuerdas de sus guitarras. Graban demasiado quizá, ni hace año y medio habían publicado disco de estudio. Me pregunto si la abundancia es defecto o virtud, ambición o genialidad, insatisfacción con el trabajo precedente o ansias de perfeccionamiento en el siguiente. ¿Qué se puede esperar de novedoso en quien espacia poco sus entregas? Por partes:

American Doll Posse (Epic, 2007) vuelve a presentar a una Tori Amos algo desmedida, censurable costumbre en gran parte de su obra. Ahora vuelve la pianista a llenar su última producción de más de una veintena de cortes, algunos escasos de duración y que sobran, pequeños respiros, no obstante, entre canciones casi siempre magníficas, mucho más enchufadas en esta ocasión por el apoyo certero de guitarras eléctricas. Tori arranca oscura en un tema y reposa su voz cautivante en el siguiente. Invita siempre a querer penetrar en sus protegidos misterios la morbosa artista, mujer de sugerente vicio a simple vista. Su ‘brigada de muñecas americanas’ guarda desde encendidas maravillas (Body and Soul, Code red, Big wheel, You can bring your dog) a bailables piezas (Bouncing off clouds) que remiten al mejor Blondie o a melodías azucaradas de los años cincuenta (Mr. Bad man). Como ocurría con The beekeeper, American Doll Posse es un bául de joyas al que le pesa alguna baratija y minutos.

Nota: 8/10

Por el contrario, Ben Harper se desenchufa un poco y acorta la extensión de su última invención, Lifeline (EMI, 2007). Quizá no le hacía falta al californiano volver a reunir en el estudio a sus Innocent Criminals con los que tan bien gira y toca para firmar un nuevo disco, puede que los echara de menos tras cocérselo él todo en su anterior álbum y juntarse con los Blind Boys of Alabama en los dos que le precedían. Lo peor que se puede comentar de Lifeline es que parece una selección de descartes de su anterior trabajo, Both sides of the gun. O que el artista se contiene demasiado y en nada se parece su suavidad a la emoción bestial que desprende en sus directos. El nuevo disco ofrece hermosas canciones, la misma Lifeline o la inicial Fight outta you. Entre uno y otro tema se suceden temas de perfecta factura, de acústica tendencia al soul, pero a todos ellos les faltan pizcas de sal.

Nota: 7/10

sábado, agosto 25, 2007

BONUS TRACK 30: SGT. PEPPER’S LONELY HEARTS CLUB BAND (THE BEATLES)

Este disco no me gusta.

Como de paso por este u otros blogs surge la sana discrepancia, yo discrepo ahora respecto a la opinión general que despierta este álbum emblemático de los Beatles. Decir poco más voy a por decir, añadir. Hay música que se escucha y se siente, no se comenta ni se analiza… pero entonces no se venderían revistas ni libros ¿verdad?, y no disfrutaríamos charlando del rock n roll o del jazz. Hay discos que aparecen en un momento y estampan una huella sobre la que se va a seguir pisando para evolucionar y experimentar, para perfeccionar o distorsionar. Sgt. Pepper’ s… es uno de ellos, una obra que adquiere más valor cuando se saborea, con un viaje atrás en el tiempo, en el contexto en que nació; años después, en cambio, ya no conserva el sabor primitivo que uno intuye que entonces tuvo. A mí me ocurre con este disco revolucionario de los Beatles.

Yo no estaba allí, en aquel 1967, quizá por eso creo que With a little help from my friends siempre fue mejorada por la etílica voz de Joe Cocker, que Lucy in the sky with diamonds es una discreta cancioncilla psicodélica, que Within you without you no es más que un capricho plomizo y sideral del bueno de George Harrison abrazado al sitar, o que A day in a life es una absurda alucinación con segmentos contorsionados. ¿Que el POP y el ROCK saltaron de párrafo desde entonces? No lo cuestiono. Sólo discrepo de esa sucesión de canciones en 40 minutos que los hicieron cambiar y me pincho un puñado de discos mejores de los Beatles.

miércoles, agosto 22, 2007

VOLUME ONE 85: THE REMINDER (FEIST)

¿Conocéis este video, esta canción, a esta artista? Si la respuesta es no, ¿qué os sugiere?, ¿qué podría contener el disco en el que aparece este tema?

No está mal, bonito al menos, ¿verdad? 1234 se titula el tema. Vitalista música y colorido videoclip en único y hábil plano-secuencia. Yo acabo de tropezarme con esta chica. Responde al nombre de Feist, apellido de Leslie, canadiense de origen. Pero ojo, el que piense que en su disco The reminder (Interscope, 2007), el tercero de su carrera, se va a encontrar con canciones del mismo corte y tono que ésta, se va a confundir. Las hay mejores, casi todas distintas, en absoluto tan fáciles y efectivas como 1234 sino todo lo contrario, difíciles de tararear o recordar, más recogidas o introspectivas, pero insisto, superiores.

Es decir, que The reminder es como esos trailers de películas que prometen mucho y enseñan poco (SWAT, me viene rápido al coco), pero a la inversa. El grato descubrimiento de Feist no impide considerar que su música (al menos la de este álbum) sea desconcertante. Porque quien canta parece una Norah Jones de voz más elevada en cuanto el disco arranca (So sorry), enseguida se transforma en una cabreada Suzanne Vega (My moon my man), luego se convierte en una Ani Difranco naturalista (The park) para cambiar más tarde de disfraz y contagiarse del encanto irresistible de Cat Power o The Be Good Tanyas (Past in present). Fraseos más bien cansados (The water), sonidos reposados (The limit to your love) y algún riff electrizante (Sealion) envuelven su música. Le falta a Feist el gancho de una voz más seductora con la que darle más profundidad a las canciones. ¿Fue lista la chica al lanzar como single la facilona 1234 que ahora conocéis de tan poco sencillo disco? Las ventas o que se hable de ella darán la respuesta.

Nota: 8/10

lunes, agosto 20, 2007

VOLUME ONE 84: GRAND NATIONAL (THE JOHN BUTLER TRIO)

Sexo aparte, me atraen los tríos. Quizá tres tipos se entiendan mejor que cuatro o más en una banda a la hora de compartir ideas y transformarlas en temas o canciones, quizá convivan por más tiempo sin disputas de gran calibre ni rencillas que generen rencores. Me gusta el equilibrio instrumental de aquellos tríos en los que parece que hay más componentes haciendo música cuando sólo se encargan de ello los tres que ves; o el de aquellos en el que sin llegar a tanto no acusan en absoluto la ausencia de algún instrumento más. Hay tríos que meten mucho ruido del bueno, tanto como el que nunca conseguiría una formación de seis músicos de la misma orientación, como Wolfmother, Mother Superior, Stereophonics o Cream; hay otros menos alborotados, como incontables combinaciones de músicos de jazz, los difuntos Morphine o, en un terreno que conjuga el funk con el rock y el folk, el trío de John Butler.

He aquí un buen músico, un excelente guitarrista, californiano de nacimiento y australiano de adopción y carrera. Su cuarto disco en siete años lleva por título Grand National (Lava, 2007). De la voz y las cuerdas se encarga él, con gusto por la slide y el banjo con preferencia sobre la eléctrica, que tampoco falta. Le secundan un bajista versátil, Shannon Birchall, y un dinámico y diestro baterista, Michael Barker. Su producto, de notable éxito en las Antípodas donde residen, es directo y despejado, colindante con la propuesta mejor trenzada de los colegas Jack Johnson y Ben Harper. El lunar que desluce el rostro de este último disco es el mismo que enturbiaba un poco sus anteriores Three (2001) y Sunrise over sea (2204): una tendencia irrefrenable a querer dar más de sí mediante solos alargados, temas extendidos y arreglos que en ocasiones no pegan bien.

Son pecados que compensan más que dignas canciones como esta Better than.

Nota: 7/10

domingo, agosto 19, 2007

LIVE IN 42: ALIVE

Perdón por la insistencia...

Antes, ahora y para siempre...

sábado, agosto 18, 2007

BOOTLEG SERIES 9: PERRO SESSIONS

Las biografías del universo del rock contienen ciertos episodios, semidesconocidos unos, clandestinos otros, que al haberse apenas aireado encierran matices cercanos a la mitología en cuanto reciben un poco de luz. Nunca es mucho lo bastante que sepas.

Por ejemplo, hasta hace muy poco no podría establecer una relación entre el rock americano circunscrito en Los Angeles y San Francisco a mediados de los sesenta y el término PERRO. P.E.R.R.O. enlaza las iniciales de Planet Earth of Rock and Roll Orchestra. En realidad, PERRO no es ninguna banda, ningún movimiento o corriente, simplemente así, bajo ese nombre ficticio y discurrido en una más que probable ‘ida de olla’, compartieron horas y drogas, desarrollaron ideas y grabaron jams algunos de los músicos americanos más representativos de aquellos días en aquellas dos ciudades de California. Bajo la atmósfera de la marihuana y entre oleadas de ácido dejaban hablar y balbucear sus instrumentos David Crosby, Graham Nash, Paul Kantner, Grace Slick, David Freiberg, Jerry Garcia, Jorma Kaukonen, Phil Lesh, Mickey Hart y hasta Neil Young o Stephen Stills cuando se unían al grupo. Tomaron como campamento el estudio de grabación que el productor Wally Heider tenía en San Francisco, por donde pasaron a grabar, entre muchos, Santana, Booker T y Tom Waits. Allí formaron comuna estos tipos y otros esporádicos visitantes como si fuera la cafetería o el pub de siempre en el que filosofan y se conocen mejor los amigos.

No hace mucho, según leo por Internet, se han dado a conocer en muy buen estado de conservación unos cuantos volúmenes con grabaciones que aquellos músicos realizaron a lo largo de los años de su juventud, en pleno apogeo de la paz y el amor que cubrieron un periodo maravilloso e irrepetible del rock californiano. He podido encontrar un par de esos tesoros que no se han comercializado con el nombre de The Perro Sessions, y en ellos me he dejado absorber por una serie de cortes improvisados y bocetos de canciones mejoradas más adelante que los componentes de CSN, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service y Grateful Dead interpretaban unidos en el estudio de Heider.

Venimos hablando de lo mal que envejece alguna música joven sin perder de vista con nostalgia aquélla más olvidada que ni siquiera hemos vivido in situ y de la que tenemos constancia por nuestras lecturas y en una pequeña parte de nuestros discos. Las experiencias que Crosby, Kantner, Slick y demás transformaron en música aquellos días sobreviven por suerte como una frivolidad tomada en serio que no pierde su fuerte poder de evocación. Si fuera músico lo explicaría mejor, seguro… pero ahora nadie me parece capaz de rasgar suavemente sus guitarras y tocar los bajos y baterías de forma tan conmovedora como lo hacían aquellos tipos.

jueves, agosto 16, 2007

LIVE IN 41 / VOLUME ONE 83: ‘ALIVE’ AT THE GORGE 05/06 (PEARL JAM)

No sé que me pasa que cada vez más a menudo me ataca el virus de la caducidad y se propaga hacia solistas y grupos de los que nunca pensé que me podría cansar (¿aburrir?). Incluso aunque su música no tenga como fecha de nacimiento la maldita década de los ochenta (ya no disfruto de un tirón ni con The River o con Appetite for destruction), incluso aunque haya surgido en el nuevo siglo (eso que llamaron ‘americana’ me parece el débil afluente sin originalidad de un estilo que permite muchas manifestaciones). Pero… ¡demos gracias a los amplificadores!, con PEARL JAM NO ME SIENTO ENFERMO, aún me sigo sintiendo muy VIVO.

La oficialidad de sus conciertos acaba de alcanzar el grado absoluto de reverencia con la publicación de siete cds como soporte de tres conciertos de su anterior gira y ofrecidos en su casa, el estado de Washington, concretamente en la ciudad de George y en el Anfiteatro Gorge, un impresionante auditorio al aire libre para 20.000 personas. Ni más ni menos que 100 canciones abarcan las tres actuaciones, la primera en septiembre de 2005 y las otras dos en dos días sucesivos en julio de 2006. Temas clásicos, versiones míticas, piezas olvidadas, las mejores canciones de su último disco de estudio, sudor, entrega, devoción, supremo rock and roll. Todo ello llena Live at the Gorge 05/06 (Monkey Wrench, 2007), una prueba más de la magnitud recuperada de una banda capital, una razón más, insisto, para estar vivo.

Podría encontrar leves manchas, como la repetición inevitable de temas en tres conciertos, la pequeña diferencia de calidad entre dos interpretaciones de una misma canción con casi un año de diferencia o el discutible orden del repertorio del primer evento. Pero se olvidan enseguida estas nimiedades cuando se escuchan con una frescura envidiable cortes pocas veces oídos en vivo como Satan’s bed, Dirty Frank, Not for you, Alone, In hiding, Whipping o el Crown of thorns de Mother Love Bone.

Pearl Jam, esos chavales, están totalmente renacidos y su vitalidad en escena se contagia como una bendita plaga a quienes les escuchamos a tantas millas de distancia. Eddie Vedder, nuestro salvador, nos hace respirar todo el aire del rock desde su tarima frente a la multitud. Su banda entera monumentaliza temas como Even flow, Crazy Mary o el Fuckin’ up de Neil Young (y tantos más) y su escudero Mike McCready se proclama ahora número uno de los héroes de la guitarra. Nosotros, al otro lado, flotamos en una esfera de auténtica VIDA.

Nota: 9’5/10

lunes, agosto 13, 2007

VOLUME ONE 82: SALTBREAKERS (LAURA VEIRS)

¿Qué os viene a la cabeza al tener enfrente a la chica de esta foto, si es que no la conocéis? Esa fragilidad que escapa de su aspecto casto, su rostro afilado de sabionda de clase, esas gafas de pasta, de pasta fina…Si intuís que la chica es una compositora o la solista de un grupo, apuesto a que le pegáis el término ‘indie’ como etiqueta antes de escuchar cualquier muestra de su obra. Pues resulta que a la chica le delata su imagen, le pega el maldito término, una palabreja que me asusta cada vez que la escucho o la veo escrita, pero no porque albergue un tipo concreto de música o expresión artística de la que sea conveniente huir, sino porque quienes a menudo la emplean de forma peyorativa no prestan la debida atención ni respeto a la música que define. Incluso si a ‘indie’ le añadimos ‘pop’, que lo hay bueno, por poco que sea.

Al grano: esta gafitas es Laura Veirs, paisana de Pearl Jam en la lluviosa Seattle, cuya música se ajusta más a los días nublados que a las jornadas de sol. Tiene disco Laura este año, el sexto de su carrera, el tercero con el interesante y flexible sello Nonesuch. Saltbreakers es su título. Estupendo, por cierto, como también lo era Year of meteors hace dos años. ¿Indie pop? Como queráis, rock suave con adornos electrónicos, pop-folk versátil e inconformista.

Por suerte, olvidados quedan los experimentos oscuros y raritos de Laura Veirs en Carbon Glaciar en 2004. Como ocurría en su anterior disco, este Saltbreakers juega con letras emocionales acopladas a composiciones seguras, sin titubeos, viajes burbujeantes (la inicial Pink light con percusión de campanillas y palmadas), alegres paréntesis (la guatequera Saltbreakers), giros a lo Belle and Sebastian (la bailable Wandering kind) o acertadas salidas de tono (la rockera Phantom Mountain). El eco juvenil de la voz de Laura Veirs vuelve a convertir la tibieza de su música en un breve reposo vacacional.

Nota: 8/10

sábado, agosto 11, 2007

BONUS TRACK 29: ON THE BEACH (NEIL YOUNG)

Ahora que acabo de conocer al Dj refugiado Jim Garry y que trae al recuerdo sus viejos encuentros con Neil Young, a mí me ha tocado un poquito la fibra su ejercicio de nostalgia. Dice él que empezó con Neil gracias a Pearl Jam cuando le sirvieron de banda a su padrino en el disco Mirror Ball, y que después continuó con el maravilloso Ragged glory. Yo ahora me acuerdo del final, de lo último que conseguí de la extensa obra de Neil Young, a excepción, claro, de lo que ha venido publicando el canadiense en los últimos años con bastante asiduidad. Hace bastante tiempo, más de una década, me había hecho ya con toda su discografía salvo un álbum antiguo que, por entonces, estaba descatalogado. Una tarde, en compañía de una persona a quien llegué a considerar una buena persona, localicé aquel vinilo imposible enfundando en un plástico en una feria de discos. Creo que pagamos 1.400 pesetas por el único ejemplar que había, que se acabó apropiando aquel tipo y me lo prestó para que lo grabara en casette. Años después el disco aquél, On the beach (Reprise, 1974), fue reeditado junto a otros trabajos de Neil Young que habían desaparecido de circulación.

Fijaos en la elocuencia confusa de su portada: quizá el tipo que aparece de espaldas al fondo en la orilla mirando hacia el horizonte (el propio Young) ha pasado la noche en la playa del título; a su lado tiene las botas y una hamaca y detrás de él las sillas y la sombrilla floreadas dan cobijo a unas cervezas, un periódico, una percha sin prenda y lo que la arena no ha podido cubrir de la parte trasera de un automóvil. ¿Una mañana de resaca?, ¿el comienzo del apocalipsis?

On the beach es el sexto disco de Neil Young, tanto o más fúnebre como el que le sucedería un año después, Tonight’s the night. Es imposible que un escalofrío de conmoción no recorra el espinazo de quien escucha este álbum depresivo de su autor. Sus músicos y amigos se iban quedando en el camino (Danny Whitten había plantado Crazy Horse por las drogas mortales), mas pese a ello reunió a medios planteles para trabajar en On the Beach: dos quintos de The Band, Crosby, Nash, medio Stray Gators y los supervivientes de Crazy Horse desfilan por ocho canciones tristes pero brillantes, temas resacosos a los que le vino bien la remasterización actual del disco y que traducen la desmoralización de un autor supremo que prefiere susurrar en vez de gritar, expresar su angustia y sus lamentos rencorosos con una profunda interpretación desganada.

jueves, agosto 09, 2007

VOLUME ONE 81: DISLOCATION BLUES (CHRIS WHITLEY & JEFF LANG)

Chris Whitley murió en 2005 de un cáncer de pulmón. Tenía 45 años y dejó este mundo en el lugar en el que vino, en su casa de Houston. Unos meses antes había grabado con el guitarrista australiano Jeff Lang el disco Dislocation Blues (Rounder), postergado para su publicación dos años después. Es un hermoso testamento, una última voluntad celestial servida desde la tumba. Sólo alguna canción por ahí desbocada y un olvidable disco suyo de comienzos de década, Perfect day, me dejaron conocer poco a Whitley; ahora con el último de sus trabajos me felicito por que no sea demasiado tarde.

Así como los paisajes del jazz adoptan distintas fisonomías urbanas (un garito en un sótano de Harlem en plena era bop en los cuarenta, la esquina ensombrecida de un local de Nueva Orleáns a mediados de siglo pasado, una sala de fiestas de Chicago en los años de la Ley Seca, o un elitista club de Manhattan de nuestros días… todas estas en terreno americano), las atmósferas del blues parecen, en general, más atrapadas por unos límites geográficos que apenas salen del campo y muy poco se acercan a las ciudades: un campo de cultivo de algodón, una ciénaga hostil, un poblado de cabañas mugrientas, la desembocadura de un río… Hay un sabor añejo en una guitarra National, un dobro que desoxida y hace tintinear el sonido metálico de las cuerdas: esa guitarra, la de Chris Whitley, la de Jeff Lang también a veces, moldean canciones y versiones excelentes en Dislocation Blues, un disco que guía a su oyente por esos parajes que la cultura del blues universaliza.

No es todo blues lo que rezuma en este álbum denso e inquieto. La National se flexibiliza a cualquier estructura rockera, por eso sobresalen con ímpetu temazos más desatados como Twelve thousand miles o The road leads down. A ese Dylan que todos admiramos lo revisten Whitley y Lang con dos acertadas versiones que apuestan por diferir bastante de las originales, When I paint my mastepiece y Changing of the guards. Robert Johnson se esconde en la cola del disco para reclamar otra pronta escucha.

Nota: 8/10

martes, agosto 07, 2007

GREATEST HITS 28: BABA O’RILEY (THE WHO)

He aquí una debilidad puntual, una inyección contra las traiciones del tiempo. Clásico, diréis. Típico, podéis pensar. De acuerdo. The Who no tiene cabida en mi armario de grupos favoritos. No importa, partículas grandes de su música sí entran en mi desván de canciones especiales, aquellas cuya respiración da aliento a nuestro cansancio, a cualquiera de nuestras preocupaciones, traumas o desvaríos por un momento, lo que dura la canción y el regusto que nos deja.

The Who parieron Baba O’Riley en 1970 y Pearl Jam, entre otros, la mojaron con otro chorro de vitalidad para rebautizarla, darle una aureola de grandiosidad de la que ya rebosaba el tema mismo. Andaba Townshend de aventura en aventura, desafío en desafío, en contacto con minimalismos sonoros y gurús indios como Meher Baba. Abrió el tema con un desconcertante sintetizador, que dio la bienvenida a la irrupción de bajo (qué prodigio el difunto Entwistle), batería (endiablado el suicida Moon), molinos guitarreros. “Aquí afuera en el campo, lucho por mis alimentos”, berrea Daltrey. Un himno para las masas, para llenarse de valor en la conquista de… un título de liga, por ejemplo, cabalgante hasta que un violín irlandés (a veces Daltrey con una armónica) se fusiona en una borrachera mística con los sintetizadores, los platillos, la guitarra… en un remolino sonoro extasiado. “Permanezcamos juntos antes de que envejezcamos demasiado”.

La juventud nunca es un derroche. Seguimos siendo jóvenes después de los treinta. Salud.

domingo, agosto 05, 2007

SOUNDTRACK 38: CASHBACK


Si tuvierais ante vosotros, chicos, un póster como este sobre la taquilla de unos multicines, apuesto a que os decidíais a pagar una entrada por ver esta película, aunque supierais poco o nada de su argumento. Esa hermosura esbelta que camina por el supermercado con los pechos al descubierto sólo aparece en una escena y durante apenas cinco minutos; no cabe duda de que utilizarla como gancho en la imagen del afiche es una táctica inteligente, pero aunque la chica no asome más su grácil figura por entre los fotogramas del film, no os sentiréis defraudados si es que al cine acudís para encontraros con algo más que dos tetas preciosas. Lo que ella anuncia es Cashback (Sean Ellis, 2006), una simpática y agradable producción inglesa en la que su protagonista principal tiene la suerte de poder hacer algo que a todos nosotros nos gustaría hacer más de una vez en la vida: detener el tiempo. Seguro.

Pero Cashback no es una película de género fantástico. Ben ha sufrido una ruptura amorosa y el disgusto no le deja dormir, así que encuentra un trabajo en el turno de noche de un supermercado. Allí comparte horas con sus excéntricos compañeros, su engreído jefe y una sensible cajera. También allí, entre las horas interminables y el aburrimiento, descubre que puede congelar la acción de todo cuanto ocurre a su alrededor, lo que le permite, entre otras cosas, practicar la actividad que más le gusta, pintar los rostros y los cuerpos de las mujeres (semidesnudas ellas). Ya digo, Cashback no es un film de ciencia ficción: la congelación del tiempo no deja de ser el truco narrativo de la ensoñación de un chico afligido al que le interesa, en el fondo, captar con sus dibujos la belleza de las cosas y los cuerpos y encontrar el amor entre los segundos de la vida.

La película es la extensión de un corto de 18 minutos que el propio Ellis había rodado en 2004 y que fue nominado al Oscar. El metraje de Cashback (el corto) está incluido en Cashback (el largo) con el mismo reparto. El extendido resultado final, ambientado con un suave score de Guy Farley que recuerda al mejor Thomas Newman, se balancea entre la comedia juvenil y el drama existencial, pero ni al arrimarse a la primera cae en la zafiedad de American Pie y similares, ni al plantear dilemas serios se contagia de ningún tipo de pedante trascendencia (como en la que caía un presunto genio escandinavo que murió la semana pasada). Algún personaje es imbécil de más, pero capaz de provocar más de un par de saludables carcajadas.

Es difícil que en ciudades pequeñas o medias como las nuestras llegue a exhibirse en una sala grande un film menor como Cashback, así que si estáis interesados en él, os aseguro que no tendréis problema en obtenerlo, ya sabéis cómo, para verlo en una sala mucho más pequeña.

viernes, agosto 03, 2007

VOLUME ONE 80: DYING TO SAY THIS TO YOU (THE SOUNDS)

Una vez más la apariencia, la intuición y el anzuelo visual me conducen al descubrimiento de la música de una banda. Actual en este caso, híbrida en su sonido, de Suecia y con vocalista al frente de la pandilla. En algo se parecen Maja Ivarsson y Nina Persson, la belleza de The Cardigans: agitan rubia cabellera y destapan como fachada el morboso atractivo escandinavo de una hembra sinuosa de mirada enigmática. Algo más descarada en vivo, inquieta y gesticulante sobre el escenario, parece la cantante de The Sounds, cuyo pop de ritmos cargados, riffs briosos y alegres sintetizadores retro se menea en su segundo disco, Dying to say this to you (Scratchie / New Line Records, 2006).

Yo pensaba que eran las dos morenas de la portada las que llevaban la voz cantante en la banda, así un pelín desaliñadas ellas, íntimas y cercanas, quizá demasiado, con el escote insinuante una y los pechos calados sin más recato que una blanca camiseta de tirantes la otra… pero centrémonos en la música, vaya, que tampoco es para lanzar cohetes en definitiva, aunque algo de estimulante tiene el estilo pop juerguista de The Sounds, al que las guitarras potentes de un tal Felix Rodríguez y los teclados ochenteros que toca Jesper Anderberg lo convierten en un pastiche muy tentador.

Con las canadienses Tegan & Sara, The Killers o incluso con Yeah Yeah Yeahs podemos emparentar a Maja y sus cuatro chicos, joviales, desvergonzados, cargados de materia prima con carne de ‘hit’ (Song with a mission, Tony the Heat, Ego, Don’t want to hurt you (“voy a joder con tus sentimientos”, amenaza Maja) para playa, discoteca, party y si me apuras garito rockero, ¡por qué no!.

Nota: 7/10

miércoles, agosto 01, 2007

VOLUME ONE 79: GA GA GA GA GA (SPOON)

En resumen y en palabras textuales, leo que “después de su último disco, Spoon son la mejor banda del planeta”. He tratado de encontrar por internet este texto aparecido la semana pasada en un suplemento de El País, pero nada, no lo localizo ni tampoco me acuerdo del firmante. Con semejante valoración me pregunté: ¿cómo diablos uno puede vivir tranquilo sin escuchar a la mejor banda del planeta?, ¿qué modesto melómano de chiste me considero yo que no he caído bajo el hechizo de la mejor banda del planeta? No puedo perder más el tiempo, ¡venga a escuchar ese disco de la mejor banda del planeta! Hombre, desconozco la evolución que ha seguido este grupo de Texas desde su formación a mediados de los noventa y sin haber escuchado los cinco álbumes que tiene hasta la publicación reciente de su tan ensalzado Ga Ga Ga Ga Ga (Merge Records, 2007), entro en faena. Y resulta que, también en resumen, Ga Ga Ga Ga Ga es un muy buen disco. Dejemos los arrebatos categóricos a un lado, la mejor banda del planeta no existe.

Britt Daniel y Jim Eno son el motor de Spoon, a quienes Jon Brion ( Aimee Mann, FionaApple, Brad Mehldau) les ayuda con la producción de su sexto disco. A seis manos, con gusto por la unión armónica de ecos del pasado más soulero y del presente más fardón, referencias versátiles y una decoración colorida que no comete el pecado de caer ni lo grotesco ni en lo recargado, Spoon perpetran un disco altamente alentador, una obra afortunada que te deja de buen humor. Ga Ga… pide más de una escucha y en cada una que recibe desvela trucos y descubrimientos deliciosos, arreglos ingeniosos, un zumo refrescante de instrumentación inteligentemente conjuntada.

¿A qué suena, en definitiva? A nada especial, a nada en particular. Soul, pop, rock, r&b, una pizca de todo. Desde el primer corte al último, ninguno tiene desperdicio. Bien podrían ser primos de Gomez. A ver si escuchando a partir de ahora algún trabajo previo de Spoon uno llega a pensar de ellos que son una buena (o muy buena) banda de este planeta.

Nota: 8/10