sábado, julio 14, 2007

VOLUME TWO 31: JOE HENRY

El solista o grupo musical al que es imposible definir, incluirlo en un estilo concreto o en una conjugación de estilos (fuera o dentro de las que las revistas manejan) o encontrarle un parecido con otro u otros autores ya me interesa de entrada; otra cosa es que luego me satisfaga. No me refiero en concreto o músicos experimentales o vanguardistas, apartemos por tanto del grupo a Frank Zappa o Björk, sino a autores que sin ambicionar rimbombantes artefactos de supuesto valor artístico o jugueteos estilísticos a la aventura, apuestan por saltar de campo en campo de manera coherente y sin escaparse demasiado de los márgenes marcados por géneros generales como el rock, el pop o el jazz. Joe Henry es uno de ellos.

¿Quién es Joe Henry? Tuve de él conocimiento por medio de sus trabajos de producción, no numerosos aunque selectos y extraordinarios, por lo menos los que llevó a cabo para las poderosas voces de Solomon Burke en el disco Don’t give up on me (2002) y Bettye Lavette en I’ve got my own hell to raise (2005). También ha pulido el sonido de Teddy Thompson, Aimee Mann y Ani Difranco, a quien confirió un barniz más eléctrico a su Knuckle down, el álbum que en 2005 apartó a la autora de un estancamiento monótono en el jazz. Pero mucho antes de sentarse ante la mesa y los controles, Joe Henry dejó su impronta de cantante, guitarrista y compositor en casi una decena de discos propios que apenas han tenido repercusión fuera de Estados Unidos.

¿A qué suena Joe Henry, para entendernos? Son diez los discos que ha firmado entre 1986 y 2003. El que escribe se ha adentrado en cuatro de ellos, cada uno muy distinto del otro, lo que muestra el carácter inconformista y a la vez explorador de un tipo que no es que cante demasiado bien pero que es capaz de recordar a Steve Earle o a Tom Waits con su registro y de saltar del alternate country de raíces al jazz de bríos nocturnos en cada viaje. Así, Short man’s room (1992) es un trabajo ‘americana’ de lindas melodías y suaves mandolinas; Fuse (1999) alterna clasicismo con riesgo y deja entrar un poco de electrónica y trip hop en su interior; Scar (2001) ahonda en la noche y en el espíritu de Tom Waits, a quien Henry le toma prestado a Marc Ribot e invita a tocar a Brad Mehldau y Ornette Coelman; y Tiny voices (2003) es un atrevimiento más teatral y ruidoso que hace las delicias de los amigos de la improvisación, tan delirante como sugestivo.

Joe Henry, un músico interesante al que descubrir.

5 comentarios:

el dijo...

Alguien me lo grabó..., sólo le he dedicado una escucha y aún no tengo una opinión del todo formada aunque de entrada me resulta interesante...

Saludos

Anónimo dijo...

lo escucharemos en breve

Anónimo dijo...

Cómo puedes decir que no canta demasiado bien???!!!... No lo entiendo

Por cierto hace unas semanas conseguí su inminente "Civilians" (el lanzamiento está previsto para el próximo 11 de septiembre), y no me está gustando demasiado, suena bien (aunque más clásico que nunca), pero le falta buenas canciones, y así se hace muy muy pesado... Espero cambiar de opinión con el tiempo, porque hacía mucho tiempo que no me ilusionaba tanto con la espera de un disco de alguien que me gusta tanto, una pena...

Jorsevil dijo...

Me encanta el Scar, es un magnifico disco lleno de sentimiento y fuerza avasadallora, asi no es dificil disfrutarlo

Anónimo dijo...

Por fin Civilians está en la calle. Aunque musicalmente sea más sobrio que sus predecesores ( no hay vientos y apenas cuerdas) es un disco más reflexivo donde la exhuberancia está ahora en las letras, no en las melodías o los arreglos. Un Joe Henry distinto al que yo por lo menos le agradezco que no se repita. No hay que olvidar el carrerón que tiene este tipo como productor.

Il cavaliere.