Siento una extraña simpatía por un grupo como Cowboy Junkies. Digo extraña porque no siempre es común que conceda oportunidades y audiciones a artistas con tendencia a la repetición de esquemas o que recrean paisajes reiterativos. Y digo simpatía porque para nada corresponde esta cualidad con la música paciente y más bien mustia compuesta por estos cuatro canadienses encabezados por los tres hermanos Timmins. De nuevo están de modesta actualidad con el parto de un nuevo disco en su carrera de fieles inquietudes, folk de marcha corta y country narcótico: Early 21st century blues, bonito título para un álbum con el que los Cowboys Junkies de siempre visten versiones de importantes músicos e iconos culturales.
Tampoco es nuevo el tributo de la banda a otros colegas, ya el Powderfinger de Neil Young mereció su cristalina interpretación de los Junkies y en su primer disco había más versiones que temas propios. En su trabajo más reciente los Timmins sólo han compuesto dos canciones nuevas, han readaptado dos piezas tradicionales y han completado el repertorio de once cortes con otro par de homenajes al Bruce Springsteen menos mediático (Brothers under the bridge y You’re missing), un doble recuerdo a los Beatles John Lennon (I don’t wanna be a soldier) y George Harrison (Isn’t it a pity), a U2 (One), Richie Havens (Handouts in the rain) y otro que no podía faltar, Bob Dylan (Licence to kill).
El resultado presenta lo esperado, una colección sensible de versiones cubiertas por el filtro de la música de Cowboy Junkies, acústicas relajantes en ocasiones, eléctricas punzantes y rasgueadas –como acostumbra el grupo a emplear desde Open (2000)– en otros momentos, y una percusión ligera que se siente como un masaje sobre los hombros. Y la voz susurrante de Margo Timmins, por supuesto, permanece inalterable y bondadosa con el paso de los discos. Esa fidelidad a sí mismos, en este caso, me vuelve a convencer.
Nota: 7/10
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