Los estudiosos, críticos y biógrafos y quienes confeccionan listas o rankings se olvidan con frecuencia de discos poco populares o escondidos entre las extensas discografías de músicos de inmenso bagaje. Cierto es que hay etapas poco lucidas en las carreras de algunos veteranos músicos prolíficos, pero incluso en esos periodos poco iluminados asoman destellos de la grandeza que ha forjado su legado.
Hubo un tiempo, cuando los vinilos vencían a esos discos compactos que acababan de aparecer, en que fui escuchando uno a uno los discos de Bob Dylan. Aunque unos me gustaban más que otros, grababa todos en cassette. Mis preferidos los llevaba después en el coche para prestarles una atención más exigente. Pero hubo algunos que apenas volví a escuchar desde entonces, hace diez o más años. Uno de éstos es Selfportrait (1970), una extrañeza para mí entonces, un disco con muchas canciones pero nada memorables, salvo una versión en directo de Like a rolling stone, un trabajo que me había sorprendido pero decepcionado por la variación en el registro de voz que Dylan había elegido, de tal manera que no parecía él quien cantaba.
En los últimos cuatro años he leído mucho sobre Dylan, entre otras cosas una biografía muy completa, además de haberle visto en directo en dos actuaciones en suelo español. Mi aprecio por él, por sus vivencias y su música, no ha dejado de crecer, y el otro día en que me decidí a comprar a muy buen precio (no en lp sino en cd) una copia de Selfportrait, descubrí entre su contenido compacto joyas que entonces no había sabido saborear.
El ‘autorretrato’ que pinta Dylan de sí mismo y su entorno corresponde a una etapa de ingenio algo apagado, ya recuperado de un accidente de moto que le apartó del resto del mundo durante más de un año y antes de iniciar próximos despegues (New morning) previos a travesías de vuelos altos (Planet waves, Blood on the tracks). No todos los 24 temas que suenan en el disco son suyos, versionea por ejemplo a Paul Simon y Gordon Lightfoot, se disfraza de vaquero rústico con la garganta transformada, se convierte por un momento en Robert Johnson, suelta las riendas a un coro ensoñador de voces femeninas y, eso sí, bien acompañado (The Band, entre muchos, al completo), sigue deleitando a sus acólitos con estupendas canciones como Days of 49, The Mighty Queen o Copper Kettle.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario