Hace unos días leí en la revista Rolling Stone (edición española) un interesante reportaje sobre el colapso artístico que ha sufrido hace poco Bunbury y que le ha obligado no sólo a suspender una gira en la que aún quedaban actuaciones, sino a disolver la banda con la que ha tocado y girado en los últimos años y anunciar una especie de retiro personal indefinido de la escena y los estudios. El impacto de la noticia se debe, sobre todo, a que Bunbury abandonó el escenario en la quinta canción de un concierto y no volvió a aparecer más ante el público, se encerró en el camerino y escapó poco después del pueblo en el que tenía lugar la actuación. El reportaje recoge testimonios de personas muy cercanas al músico aragonés que hablan sobre lo ocurrido en los últimos meses en el entorno de Bunbury y aportan pistas que sirvan para explicar el desenlace, pero deja en el aire los verdaderos motivos de su radical decisión.
Sin palabras claras todavía del propio Bunbury, cada uno puede tener ahora su teoría. Con el riesgo de equivocarme pero con la libertad de opinar, yo expongo la mía.
De entrada, diré que Bunbury no me cae nada bien, aprecio sus propuestas musicales a contracorriente en el poco atractivo panorama musical español, pero no me parecen dignas de elogio. Musicalmente me cansa demasiado, su exceso de instrumentación en sus últimos discos es cargante y a veces me parece una fórmula caótica y caprichosa. Eso sí, no le he visto en directo y por testimonios de amigos a los que Bunbury no les gusta, parece que lo que ofrece mejora el concepto. Detesto su pose de artista-aventajado-de-extensa-cultura-musical con la que concede algunas entrevistas, así como el histrionismo y dramatismo de su recital en escena y la frecuente y continúa referencia que hace a importantes músicos consagrados a los que suele hacer guiños nada disimulados.
Creen los allegados de Bunbury que el artista está triste, exhausto, falto de entusiasmo, colapsado en su faceta de músico y creador, e incluso agobiado con las deudas que ha generado la costosa organización de la gira Freak Show, una especie de Rolling Thunder Revue que Bob Dylan montó en mitad de los setenta y ahora ha repetido Bunbury con parte de sus amigos. Vale, todo eso puede ser cierto, pero me parece que ese paréntesis que anuncia y que para empezar ya le ha llevado a apartarse del mundo junto a su novia en Cuba, no es más que una manera novelesca de decorar los problemas creativos que tiene. Seguro que Bunbury conoce bien la biografía de Dylan, Bowie y Cohen entre otros, personajes cambiantes a los que creo que tantas veces quiere parecerse, y que han pasado por intensas y reveladoras experiencias entre periodos de su amplia obra musical. Ah, pero que yo sepa ninguno de estos tres fue tan poco profesional y dejó a los seguidores colgados en plena actuación.
Creo que Bunbury volverá, él sabrá cuándo. Volverá “nuevo”, dirá, esa será su publicidad, con la que alimentará una biografía para ensalzar la relevancia del personaje que ha creado. Intuyo incluso que su música dará otro giro, a lo mejor hacia la sencillez y la contención. Incluso creo que me gustará. En ese caso, seré el primero en aplaudirle.
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1 comentario:
Bueno tengo que decir que admiro a Bunbury y por lo tanto igual no soy objetivo en mi opinion pero creo que su retiro se debe a un cansancio fisico. Que este de vacaciones en Cuba o no es cosa suya y ademas viene a avalar la teoria de su cansancio, porque no me negaras que es un lugar idoneo para descansar cuando tienes pasta y una buena compañia.
Por otro lado, abandonar un concierto sin acabar si que me parece una falta de respeto hacia el publico. Y por eso es criticable el personaje de Bunbury, porque nos ha faltado al respeto a todos sus seguidores.
Pero otra cosa, que si imita a Dylan o a Bowie, a mi eso me da igual. Tampoco creo que lo haga. Pero aun asi es perfectamente aceptable que un artista se empape de sus idolos ( mira cold play y U2). Pero bueno es cosa de opiniones...
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