Recordar
ocupa un gran lugar, un trono de privilegio. Escoger uno de nuestros
mejores momentos. Revivir una emoción, un mundo de emociones que han
llegado lejos. En la isla: mojados de lluvia, ahogados en barro,
cubiertos de música. Primero nos creímos únicos, después nos
sentimos plenamente vivos, luego flotamos como espíritus en la
noche. “¿Podéis sentir el espíritu?”, nos gritaba aquel hombre
al frente de su grupo y hacía el amor con nosotros. “¿Podéis
sentir el espíritu?” No sé a qué fuerza o poder se refería él,
quizá al que poseía su voz y sus canciones entregadas a quienes le
adorábamos en el ocaso de la tarde y el calor de la noche. Yo aún
creo que se refería a lo que me unía contigo, a lo que nos unía.
Que bien que lo vivimos juntos, aquel espíritu, y aún nos conmueve
recordarlo.
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