sábado, junio 28, 2008

LIVE IN 58: DUFRESNE Y YO CON DYLAN, OTRA VEZ (Vigo, 27 de junio de 2008)

No hay quinta mala. Cinco veces nos hemos visto con Bob Dylan Dufresne y yo, cuatro juntos y una por separado. Hace un rato ahí arriba estaba él ante los teclados, un caballero engalanado con el gesto despistado, esquivo y distante, agrietado en el rostro, con la carne flácida, querido por una audiencia sin límites de edad; nosotros lo vivimos desde abajo, atrapados por su música, devorados por su leyenda. Bravo Dylan, gran concierto.

Su banda rueda a las mil maravillas. Son los músicos que dieron a luz Modern times y la carretera los ha mejorado en estos años. La banda de negro con el bajista Tony Garnier como escudero, el confidente del maestro. Combinan la contundencia con la dulzura, mecen el swing, agitan el rockabilly. Denny Freeman juguetea con su limpia guitarra, George Recile se reinventa con las baquetas, Stu Kimball permanece callado, sobrio y eficaz, y Donnie Herron le da a todo con un exquisita destreza, con el banjo y el violín como animosos complementos.

Dylan canta lo mejor que puede. Y se agradece. No se ahoga, no se atasca ni balbucea. Sus muecas y movimientos son un misterio, no sabes si está molesto o se siente cómodo (yo creo que esta vez sí le gustó la actuación y el público). Fue el tercer concierto de su larga gira española y de momento repite entre cinco y siete temas de los 17 que componen el repertorio. No fallan los clásicos lavados de cara, suavizados (Girl of the north country) o desbocados (Highway 61 revisited). Nuestro podio no es fácil de concretar: bien valdría It’s alright Ma (I'm only bledding) con medalla de oro; Things have changed, plata; y Ain’t talkin’, bronce.

Repertorio:

1. Leopard-Skin Pill-Box Hat

2. Lay, Lady, Lay

3. Lonesome Day Blues

4. Girl Of The North Country

5. The Levee's Gonna Break

6. Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again

7. Moonlight

8. It's Alright, Ma (I'm Only Bleeding)

9. Spirit On The Water

10. Things Have Changed

11. Handy Dandy

12. Highway 61 Revisited

13. Beyond The Horizon

14. Summer Days

15. Ain't Talkin'

16. Thunder On The Mountain

17. Like A Rolling Stone

Dufresne y yo fuimos testigos. Gracias Dylan. Una vez más.

miércoles, junio 25, 2008

DOS RELATOS

Llevo tiempo leyendo relatos, cortos, breves o medianos. Los intercalo con la lectura de una novela. Me gusta sumergirme en la corriente pasajera que se agita entre las fronteras de un relato o un cuento, entrar y salir rápidamente en una porción de universo. Algunos de Julian Barnes, Truman Capote, Anton Chéjov, Ian McEwan y Richard Ford han pasado por mis manos en los últimos meses. De Sam Shepard alabé algunos en este blog. Ahora, por sabia recomendación, puedo repetir elogios a Roberto Bolaño. Me paro un momento en un relato de cada autor admirado, dos pequeñas o grandes aventuras que me han conmovido

Shepard prescinde de título para contar en menos de veinte páginas, sin diálogos y con frases cortas, sin concesión a la lágrima ni a la compasión pero provocando en el lector una angustiosa sensación de sequedad en su garganta, los cuidados que una familia tuvo que dispensar a una persona enferma durante un año, un ser querido al que le revienta la cabeza una tarde y requiere de la cercanía de los suyos para seguir conectado, con o sin voluntad, a la vida. Este relato sensacional aparece en las últimas páginas de su breve y célebre colección Crónicas de motel.

En otro lado, pero no en un extremo opuesto ya que produce las mismas sensaciones, Bolaño pasea por los años de una joven incapaz de clavar raíces de ningún tipo en el relato Vida de Anne Moore, el que cierra su libro Llamadas telefónicas. Con breves intercambios de palabras sin saltos de párrafo, el autor chileno navega sin etapas de transición, sin tiempo para el reposo, por los días de zozobra en los que la frágil, indecisa y díscola protagonista salta de un país a otro, de continente en continente, de pareja a amante o de amigo a desconocido en busca de una felicidad sólo sugerida al alcance de los sueños.

martes, junio 24, 2008

GREATEST HITS 48: BOY WITH A COIN (IRON AND WINE)

A muchos nos encanta esta canción, este tipo y este disco: Boy with a coin, de Sam Beam /Iron and Wine, dentro de esa gigantesca obra de arte que es The shepherd’s dog. Cualquier sonido climático o estilo armonioso se da la mano amistosamente el uno con el otro si pasan por el filtro suave en el que navega la música sinuosa y emocionante de Iron and Wine. Incluso el flamenco (¿verdad Isra?, gracias).


Ole, maestro.

miércoles, junio 18, 2008

VOLUME ONE 143: SEEING THINGS (JAKOB DYLAN)

Para mí se ha echado a perder. Es algo duro decirlo pero es lo que me inspira escuchar ahora a Jakob Dylan, una sensación de decepción y de lástima por haber disfrutado antes que algo que ahora consigue dormirme. Quien fuera líder de The Wallflowers ha sentido que ha llegado la hora de tomar rumbos aparte. Se ha encerrado en el cuarto de baño y ha grabado canciones desnudas sin su banda al lado. Un ejercicio de intimismo escapista. Seeing things (Columbia, 2008) es el primer disco en solitario de Jakob Dylan, que este año compartirá con su ilustre padre el mismo productor musical, Rick Rubin.

Ni siquiera es garantía. Rubin se despoja de virguerías y envuelve con compacta discreción el paisaje acústico proyectado por Dylan y dos o tres músicos más que le secundan. Muy poco. Las canciones huyen de la memoria, pasan como animales desorientados una detrás de otra con gris funcionalidad. Dos, digamos, I told you I couldn’t stop y All day and all night, todavía soportan otra escucha. El quinto y último disco de The Wallflowers (por cierto, que nunca grabó con el mismo productor y tuvo a O’Brien y Burnett como comandantes de grabación) ya presagiaba apagones como éste.

Nota: 4/10

martes, junio 17, 2008

BONUS TRACK 47: EAT A PEACH (THE ALLMAN BROTHERS BAND)

Un tema de los Allman Brothers, uno en concreto, One way out, produce en mí distintas emociones: me anima a salir pitando, a escapar hacia lo desconocido; me despeja el tarro y me lleva a la carretera. Aparece interpretado en directo en el disco Eat a peach (Polydor, 1972), una obra sublime y magistral de la banda americana, un álbum que todo amante del rock tiene que incluir en su discoteca. Escuché el otro día en una emisora los primeros compases de esta canción, ese arranque de guitarras que parece un tren en marcha que toma velocidad, y acudí al disco para zampármelo de un bocado, para beberme también un trago revitalizador con la música de The Allman Brothers Band.

Qué tropa los Allman, cuánto gigante tocaba y ha tocado allí. El genio Duane en la guitarra, su escudero Dicky Betts, igual de grande, y años más tarde Warren Haynes, otro mastodonte. Esos percusionistas, Jaimoe y Butch Trucks, sincronizados como máquinas. Berry Oakley dando ritmo al bajo. Gregg, áspero en los teclados.

Eat a peach fue un disco especial, el cuarto de la banda, publicado a los pocos días de la muerte de Duane Allman. Un año más tarde se reunían los demás para grabar Brothers and sisters, otro discazo, y para empezar a estirar una carrera sin fin y sin casi caídas en el transcurso. Tres cortes, los que cierran el álbum, fueron los últimos en los que dejó sus dedos Duane. Antes, entre otros, se encadenan tres piezas en directo que reflejan la robusta camaradería musical del grupo enraizada en los lienzos más genuinos del blues rock. Mountain jam supera los 33 minutos, media hora larga que despierta a un muerto.

LIVE IN 57 / VOLUME ONE 142: VIVA LA VIDA

Es un grupo más en realidad. La chispa del éxito se le encendió pronto y la maquinaria de la industria y los mecanismos del mercado tardaron lo mismo en engullirlo. No descubrió fórmulas imposibles ni le dio la vuelta a los esquemas de la música pop, pero tiene algo especial este grupo en realidad, no sé, eso que enseguida hace crecer enjambres de seguidores y con la misma celeridad aumenta el rechazo en las publicaciones de rock que no tienen una gran empresa como sustento y sí exceso de 'talibanes': una grandeza que duele reconocer. Mírales, cuatro tíos bien de Londres llegados a la música después de Radiohead, tristes en apariencia y con letras y ecos de profundidad en sus canciones. No lo hacen mal, lo hacen demasiado bien.

No han tardado en tocar las nubes, ahora ya pueden bajar, regalar su música en la red y seguir vendiendo en masa aunque la crítica le tuerza la cara. Hacen ya lo que les da la gana, puede que lo tengan calculado: componer canciones que parecen huir de las radios, partir temas en dos, invertir sus crecientes ingresos en ajustarse a las órdenes de genios de la producción musical… y seguir siendo ellos mismos aunque parezca que han cambiado. La cagan en una canción, como siempre, pero el resto es un lujo, un ‘viva la vida’. Lo siguen haciendo bien.

Nota: 8/10

lunes, junio 16, 2008

SOUNDTRACK 64: AKI Y NIGHT, LA MARCA DEL DIRECTOR (O AUTOR)

¡El cine, ese vicio (cada vez menor)! Fijémonos en los llamados autores, cineastas con firma propia proclives a ser objeto de veneración, con sello inconfundible, potenciales creadores de escuela. Ellos también fueron alumnos, el cine es aprendizaje (industria, entretenimiento, arte y lo que uno quiera), aunque en su madurar han acabado por ocupar la tarima de los maestros. Escojo a un par de autores/directores opuestos, uno que no me gusta y otro que sí, uno europeo y otro americano, uno cuyas películas no faltan en los festivales y palmarés de solera y otro que no suele fallar en la cada vez más flaca taquilla internacional: Aki Kaurismäki y M. Night Shyamalan. He visto una película de cada uno en la última semana.

El finlandés Aki Kaurismäki, hermano menor del también director Mika, es el cineasta más exportable de su país. Da la impresión de que sus personajes transmiten la frialdad de carácter tradicional del pueblo escandinavo, por eso apenas hablan, gesticulan lo mínimo, se enamoran sin levantar una ceja o se enfadan con un bostezo. Son seres tristes, perdidos, sin casi aspiraciones, que deambulan a la espera de que el viento cambie sin saber hacia qué dirección. Caen en contradicciones y cometen estupideces con una naturalidad irritante. Pero qué idiotas son algunos, qué pasivas son algunas. Los ve uno actuar así y dice: “Este es un personaje de Kaurismäki”. El autor los enmarca en planos fijos, no mueve la cámara y ellos actúan como máquinas que parecen haber perdido el hilo de lo que les sucede. Sus películas son cortas, no llegan a la hora y media, eso es bueno. Pero no me gustan, ni Nubes pasajeras ni Luces al atardecer, ni Sombras en el paraíso ni Contraté un asesino a sueldo. A Aki Kaurismäki le aplauden los reporteros en los festivales.

A M. Night Shyamalan no le aplaude tanto la crítica en las premiers de sus películas. A lo mejor es porque aún no tenía 30 años cuando con El sexto sentido arrasó en recaudaciones sólo por debajo del episodio inicial de Star Wars. Aquel éxito incluso es ahora carne de parodia. Nació en la India, pero se crió en Philadelphia y tiene la nacionalidad americana. Creció viendo cine y haciendo cortos en su casa. Su admiración por Steven Spielberg se nota, pero al maestro no lo copia, sino que lo tiene muy presente en la dosificación de sustos y emociones, en el diseño de las escenas más impactantes o en la calculada y sutil planificación de la puesta en escena. Su cine, salvo sus dos primeras obras, se nutre de ideas paranormales para desmitificar su naturaleza fantástica o para desnudar la fragilidad del hombre ante las amenazas externas. Shyamalan sabe engañar al espectador, hacerle saltar en el asiento, abofetearlo con crueldad y presentarle un giro inesperado en el último momento (salvo en sus dos últimos trabajos). No me gusta La joven del agua ni El protegido, pero sí y mucho El sexto sentido, Señales, El bosque y El incidente.

sábado, junio 14, 2008

VOLUME TWO 40: dEUS

Si se repiten las monotonías y cada vez que escuchas algo nuevo te recuerda siempre a algo que te gusta o te disgusta sin la mínima emoción, no pierdas la esperanza, algo habrá en alguna parte que te provoque lo contrario. Si tu pasión por la música te pide un trago de pócimas novedosas con las que recuperar la confianza en las citas a ciegas, prueba con dEUS. A lo largo de un año, por ejemplo, son pocas las escuchas que desde el agrado o desagrado resultan impactantes realmente. Las que sí lo son te conectan con un nuevo músico o grupo, un nuevo amigo que crees que encuentras. Y dEUS, de quienes uno había oído hablar pero nunca tuvo la ocasión de escuchar, producen esa sensación. Seis discos componen su discografía a lo largo de catorce años. En medio mes he podido adentrarme con placer y cierto regusto en sus últimos tres trabajos.

Lo que más me ha conmocionado del rock camaleónico y un punto vanguardista de este grupo belga es que nunca sabes por dónde van a salir, no sabes qué sorpresa te puede deparar el tema siguiente o qué giro puede tomar una canción en la mitad de su duración. Ubicados en el corazón de Europa y quizá con las vías receptoras más abiertas a cualquier experimentación, parecen inidentificables. ¿Ingleses, escandinavos, yanquis? Nada de nada. Me queda media discografía por escuchar, pero con su otra mitad diría que dEUS no suenan a nadie y nadie suena como dEUS. Y eso me gusta de verdad.

Un poco del hard rock musculoso de Monster Magnet se puede distinguir cuando pierden la compostura. Si se tranquilizan podrían recordar otro poco a Stereophonics. Son dos conexiones, si cabe débiles, que hallo al dejarme tragar por sus hechizantes líneas de bajo, sus explosiones en mitad de canción o por el remolino ambiental que forman la variedad de trucos instrumentales.

Tom Barman lidera el grupo y lo mantiene a flote tras cambios en la formación. Me cuesta quedarme con su voz, moldeable sin cojear a cualquier perfil que tomen las canciones. The ideal crash (1999) es esquivo y sorprendente, juega con el oyente. Pocket revolution (2006) combina la vehemencia con la elegancia y Vantage point (2008) llega a un grado de madurez contagiosa con su variopinta gama de ritmos y colores. Un placer.

jueves, junio 12, 2008

GREATEST HITS 47: SOMETHING IN THE AIR (THUNDERCLAP NEWMAN)

Hace bastantes años, cuando mi discoteca empezaba a crecer a pequeños pasos y entonces la radio era el principal medio de acceso a los clásicos artistas y grupos de rock and roll, descubrí canciones que de algún modo sigo recordando con ingenua nostalgia. Entre las emisoras que bebían de los éxitos del pasado estaba Radio 80, que a la postre derivó en M80 y todavía continúa machacando sin descanso canciones de décadas pasadas hasta el punto de convertirlas en reliquias carentes de valor. En los tiempos de Radio 80 me impactaron temas como Eve of destruction de Barry McGuire, San Francisco de Scott McKenzie o la extrañísima In the year 2525 del dúo Zager and Evans, todos de finales de los sesenta y en plena era de rock ácido, la psicodelia, la guerra de Vietnam o las revueltas estudiantiles a ambos lados del Atlántico. Pero quizá la canción de atmósfera parecida que más me acompañó aquellos días fue Something in the air, de Thunderclap Newman.

Pasaron demasiadas estaciones hasta que me reencontré con este tema gracias a su inclusión en la película Casi famosos (2000), de Cameron Crowe, a quien seguro que también le hizo mella en su juventud. Las sensaciones que entonces provocaba en mí no se perdieron con el tiempo y Something in the air, de aquel grupo de tan corta existencia, sigue siendo una canción que a menudo me hacía sentir bien.

miércoles, junio 11, 2008

BONUS TRACK 46: THE UNFORGETTABLE FIRE (U2)

Brian Eno se ha metido en un estudio de grabación con Coldplay para producir el cuarto disco del grupo inglés. Hace dos décadas y media se dejó convencer por otra joven banda irlandesa, U2, para que produjera su cuarto disco de estudio. Prosiguen las comparaciones. Pero comparaciones y alusiones a la formación más nueva aparte, me propuse quitarle el plástico a The unforgettable fire (1985), uno de aquellos discos de U2 que me sabía de memoria de tanto hacerlos rodar en el plato cuando era un crío que se acercaba a la adolescencia. ¿Por qué Eno?

Cuentan los miembros de U2 en los recuerdos de su autobiografía en primera persona que tras el éxito que les supuso el álbum War y su posterior gira americana buscaban un sonido nuevo, no querían limitarse a canciones de simples acordes y se habían cansado de que siguieran comparándolos (¡qué gracia!) con otros grupos británicos. Les recomendaron a Eno, quien tenía entonces unas inclinaciones artísticas alejadas de la música y más centradas en el vídeo. Bono se encargó de insistir en hacerle cambiar de parecer. El vanguardista músico y productor accedió de todas formas a reunirse con el grupo en Dublín, aunque se hizo acompañar por uno de sus ingenieros, Daniel Lanois, para que en principio se encargara de la producción. El encuentro desembocó en un acuerdo para que Eno y Lanois guiasen mano a mano la producción. A ambos les persuadió además que el grupo decidiese llevar a cabo la grabación en el castillo de Slane y no en un estudio convencional, donde entre músicos y productores obtuvieron una acústica muy diferente a la de los discos anteriores. La asociación fue un éxito y Eno, Lanois y U2 han trabajado juntos, aunque no siempre, hasta nuestros días, incluso en el próximo disco que la banda pretende lanzar a finales de año.

Para mí The unforgettable fire marca el primer gran salto en la trayectoria de U2, más que el que estableció antes también el rocoso y atrevido War. Las tendencias ambientales de Eno se dejan notar en casi todos los cortes (salvo en el más comercial Pride) con el efecto de sus exploraciones instrumentales y sus malabarismos al frente de las máquinas. Las guitarras de The Edge expulsan aquí sus afilados sonidos (Pride), sus cabalgantes temblores (Indian summer sky), sus llorosas notas sostenidas (Bad); traspiran un clima que nunca han perdido y que Lanois se encargó entonces de prefijar como sello de identidad. Dos décadas y media después Brian Eno sigue siendo un gran prestidigitador de ambientes.

Una vez más escucho este disco mientras escribo estas líneas y en joyas de menor calado como Wire, Promenade o Elvis Presley in America me doy cuenta de que, ¡me cago en la hostia, qué bueno es!

domingo, junio 08, 2008

VOLUME ONE 141: HOME TO YOU (PO’ GIRL)

De regreso por los pastos del folk americano le presto atención renovada a ciertos músicos canadienses como Jason Collett o Kathleen Edwards, por cuyos discos asoman destellos, sólo destellos, de tímida brillantez. Un resplandor más duradero sale proyectado de Home to you (Nettwerk, 2007), el tercer álbum de una banda que acabo de descubrir, pero cuyos enlaces no me son desconocidos. Una componente de The Be Good Tanyas pasó por esta formación llamada Po’ Girl, compuesta por mujeres del espacioso, inabordable, rico y siempre interesante Canadá musical.

En Home to you subyace una variada gama de emociones, a las que corresponden tonalidades dispares en el apartado vocal y un diverso uso de instrumentos; algunos sólo salpican un tema en concreto, pero lo llenan de poderosa atmósfera o convierten en una colección de fotogramas de un drama costumbrista. Por ejemplo, un clarinete y una trompeta jazzísticas, un violín, una armónica chispeante. Allison Russell y Awna Teixeira son las principales compositoras del cuarteto, jóvenes de lindas voces, puro reflejo de la esencia unas veces monótona pero otras veces reconciliadora del género americana.

Nota: 8/10

GREATEST HITS 46: SHE’S A LADY (TOM JONES)

Si alguien busca a la mujer perfecta la puede encontrar en la canción de Tom Jones, aquella que dice que “ella es una dama”, que tiene “estilo” y “gracia”, que es “una bendición” porque “posse todo lo que siempre hemos querido”; aquella que tiene “algo tan difícil de encontrar” que por ello uno nunca “la quiere perder”.

En la voz y gestos de Tom Jones podría pensarse que esa fidelidad es caduca. Se intuye que el cantante galés pronto se cansaría de la dama perfecta e iniciaría nuevas conquistas con ese osado poder de seducción que expulsa su mirada penetrante, sus labios provocadores y el avance viril de su contorneo mientras canta. Menudo chulo el bueno de Tom. Siempre me cayó bien y sus grandes éxitos me bastan para admirarlo. Algún día me decidiré a entrar en los secretos de su obra, aunque no me canso de quedarme mientras con este She’s a lady, acompañado por esta simpática (por eso de la pinta) interpretación de 1974.

jueves, junio 05, 2008

VOLUME ONE 140: SAME OLD MAN (JOHN HIATT)

… y en esto que aparece John Hiatt con nuevas canciones. Otro veterano de la escena americana tiene disco y energía, aunque el tono de su último trabajo denota cierto reposo y arroja una mirada crepuscular hacia los tiempos superados y los recuerdos bien saboreados. Su regreso, sólo tres años después del también bonito Master of disaster, no puede ser más que una garantía, de todas formas.

Same old man (New West, 2008) devuelve a Hiatt al estudio, el de su propio hogar, con la compañía básica del bajo, la batería y las cuerdas huecas y metálicas de Luther Dickinson, salido de su primera travesía junto a los Black Crowes. Apenas se percibe una guitarra eléctrica en este disco lírico e interior, tierno, templado, idealmente repartido en once temas de no más de cuatro minutos y medio. Hiatt y su voz potente, su acento marcado, suenan volcados en los carriles por los que circulan sus hermosas canciones (On with you, Hurt my baby, Cherry red), sin miedo a que el paso de los días desgaste las curvas de la buena música.

Nota: 8/10

VOLUME ONE 139: NINE LIVES (STEVE WINWOOD)

En Steve Winwood todo vale: pastosa psicodelia o rockerizado jazz latino, blues artesanal o arduo pop sudoroso. Sin embargo, a mí me cuesta dejarme convencer por los trucos musicales del compositor británico; Spencer Davis Group me sabe a poco, lo que he escuchado de Traffic no me gusta, y el anterior disco del autor en solitario, About time (2002), me parecía intragable. No me impide una cosa ni otra cambiar de parecer respecto a Nine lives (Columbia, 2008), un disco cuya cuidada y elegante elaboración no se debe pasar por alto.

Winwood es un prodigioso músico. Su prematuro aprendizaje y su rica formación son, creo, las razones que lo convierten en un autor nada sencillo de atraer. Uno se da cuenta de que su música se asemeja a un trabajo arquitectónico y sus partes son bloques ensamblados calculadamente para que la construcción final no se tambalee. Esta es la sensación que produce Nine lives, su noveno disco, con nueve temas (extraordinarios Dirty city o Hungry man), que se incrusta poco a poco en el oyente a través de sus latinizadas percusiones para ganar en matices y despertar un indudable reconocimiento.

Nota: 7/10

martes, junio 03, 2008

LIVE IN 56: BATERÍA SIN SOLO, POR FAVOR

El virtuosismo del que presumen muchos músicos me molesta cuando no se cortan un ápice a la hora de exhibir con la mayor de las vanidades ante el resto de los mortales las acrobacias que acometen con sus instrumentos. Con el jazz al margen, en los años setenta no había prácticamente concierto de banda de rock que no dedicase unos plúmbeos minutos al correspondiente solo de guitarra o de batería. Era una costumbre y un vicio que, por un lado, magnificaba las habilidades de los músicos y, por otro, partía drásticamente el ritmo que llevaban las actuaciones. Incluso las mejores bandas de rock and roll de la época cayeron en esta tentación, como Deep Purple, Led Zeppelin, Cream, Rush o Grand Funk. He podido comprobar que bastantes años después también.

Todo esto viene al caso porque acabo de presenciar como un espectacular aunque tedioso solo de batería ha empañado un concierto que me he visto en casa (para verlo en vivo tendría que haber pagado unos 150 euros hace tres años además de haberme desplazado a Londres). Se trata de las noches que Cream dedicaron a unos cuantos acaudalados admiradores en el majestuoso Royal Albert Hall con motivo de una puntual reaparición de sus tres integrantes tres décadas después de haber tomado direcciones distintas.

Un cadavérico y marchitado Ginger Baker demuestra que la edad (69 años ahora) no ha mermado sus facultades rítmicas frente a la batería. Era Baker años atrás un baterista de atrevida innovación, al que tiempo después le gustó experimentar con las fusiones de estilos con resultados desiguales. Su trabajo en el Royal Albert Hall es sensacional, preciso, perfecto en ocasiones, como el de Bruce y Clapton delante de él, prodigiosos músicos en el templo sonoro que les acoge. Sin embargo, cuando en el tema White room se dedica a jugar con las piezas de su batería, no sólo adormece el ritmo del concierto sino que resulta tremendamente cargante. Lo mismo le ocurría a grandes de las baquetas como Iain Paice, John Bonham, Carmine Appice o Fito de la Parra.

Dicen quienes de esto saben que el mejor batería es el que no se deja ver tanto cuando toca, el que hace cosas perfectas sin que lo parezcan. Probablemente el que huye de los solos para darle prioridad a la música del grupo en bloque sobre cualquier exceso de onanismo.

domingo, junio 01, 2008

ROD A LAS TANTAS

Cut across shortly a las cuatro y media de la madrugada. Ningún palurdo la identifica, salvo yo y quien la pincha. Rod cobrando royalties. ¿? El colgado se deja balancear delante de Evan Rachel porque se la quiere trabajar. Y ella, pobre, se conforma con que le pase las manos por la espalda, chaqueta roja mediante. Si ella va al lavabo, él levanta el periscopio. Que no, que hoy no te la comes, gilipollas. Luego Sly, brazos tatuados, Ibáñez entra en escena, gorras y melenas rizadas, nada de vergüenza y una música que nunca muere. La de la decadencia, de todas formas.