El finlandés Aki Kaurismäki, hermano menor del también director Mika, es el cineasta más exportable de su país. Da la impresión de que sus personajes transmiten la frialdad de carácter tradicional del pueblo escandinavo, por eso apenas hablan, gesticulan lo mínimo, se enamoran sin levantar una ceja o se enfadan con un bostezo. Son seres tristes, perdidos, sin casi aspiraciones, que deambulan a la espera de que el viento cambie sin saber hacia qué dirección. Caen en contradicciones y cometen estupideces con una naturalidad irritante. Pero qué idiotas son algunos, qué pasivas son algunas. Los ve uno actuar así y dice: “Este es un personaje de Kaurismäki”. El autor los enmarca en planos fijos, no mueve la cámara y ellos actúan como máquinas que parecen haber perdido el hilo de lo que les sucede. Sus películas son cortas, no llegan a la hora y media, eso es bueno. Pero no me gustan, ni Nubes pasajeras ni Luces al atardecer, ni Sombras en el paraíso ni Contraté un asesino a sueldo. A Aki Kaurismäki le aplauden los reporteros en los festivales.
A M. Night Shyamalan no le aplaude tanto la crítica en las premiers de sus películas. A lo mejor es porque aún no tenía 30 años cuando con El sexto sentido arrasó en recaudaciones sólo por debajo del episodio inicial de Star Wars. Aquel éxito incluso es ahora carne de parodia. Nació en la India, pero se crió en Philadelphia y tiene la nacionalidad americana. Creció viendo cine y haciendo cortos en su casa. Su admiración por Steven Spielberg se nota, pero al maestro no lo copia, sino que lo tiene muy presente en la dosificación de sustos y emociones, en el diseño de las escenas más impactantes o en la calculada y sutil planificación de la puesta en escena. Su cine, salvo sus dos primeras obras, se nutre de ideas paranormales para desmitificar su naturaleza fantástica o para desnudar la fragilidad del hombre ante las amenazas externas. Shyamalan sabe engañar al espectador, hacerle saltar en el asiento, abofetearlo con crueldad y presentarle un giro inesperado en el último momento (salvo en sus dos últimos trabajos). No me gusta La joven del agua ni El protegido, pero sí y mucho El sexto sentido, Señales, El bosque y El incidente.
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