En
este momento, tras la crispación y la furia, tras la violencia y la
trampa, en el remolino del caos y la insensatez que a unos y a otros
ciega, solo me apetecía escuchar una buena canción, una canción
buena de verdad. Pero buena sin ambages, directa, buena por
naturaleza, buena en alguien que es bueno (o buena) de autenticidad.
Busqué a alguien de quien no suela acordarme, a quien poco acuda,
pero que al hacerlo me demuestre, así como quien no quiere, que es
buena entre las mejores. Así empezaba el gran álbum que es
Slipstream, de Bonnie Raitt. Para quien no sabe cómo acostumbrarse a
gobernar.
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