Se
van como todos, aunque nos negamos a asumirlo. No tiene cura, es lo
que hay, y no hay más. Los lloramos a nuestra manera, como a los
amigos de siempre y a la familia íntima. Se van. Como se irán algún
día Jagger y Richards, y Ronnie y Charlie, y…
Caminaba
despacio con el perro a mi izquierda y no era consciente de adónde
lo llevaba o adónde me dirigía. Pensaba en Tom Petty, un tipo al
que nunca he conocido, un músico al que he conocido toda la vida. Y
pensaba en los suyos, en Mike y en Benmont, sobre todo, comenzando a
añorarle…
De
Tom siempre me he fiado, ¿verdad? Le perdonamos sus discos más
flojos, que son pocos, porque los demás son demasiado buenos,
demasiado. Y de aquí y de allá empiezas a coger canciones y te
salen unas cuantas perfectas. Bendito sea el rock and roll, y te
arrodillas…
Walls,
The Refugee, American girl, Running down a dream, I won’t back
down, Crawling back to you, You got lucky, The waiting, The last DJ,
Running man’s Bible, Square one, Learning to fly, The trip to
pirate’s cove, Rhino skin, Room at the top, Mary’s last dance...
Nos
queda algo que nunca se marcha, su música. Y a mí, a nosotros,
aquella noche de junio en la Isla de Wight. Él allá a lo lejos, y
los Heartbreakers, sonando a gloria. Nosotros juntos abajo viviendo
nuestra gran noche, uno de esos momentos que valen una vida. Hasta
siempre amigo.
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