Robert
Redford tiene 81 años, Jane Fonda cumplirá 80 en diciembre. Desde
hace 51 años han trabajado juntos en 4 películas, la última de
este año, Nosotros en la noche (Ritesh Batra); antes fueron pareja
en El jinete eléctrico (Sydney Pollack, 1979), Descalzos por el
parque (Gene Sacks, 1967) y La jauría humana (Arthur Penn, 1966).
Redford y Fonda, estaréis de acuerdo, no son un actor y una actriz
cualquiera.
Estrellas
de primera fila entre los últimos años sesenta y toda la década de
los setenta. Guapos, sexys, grandes intérpretes, prestigiosos,
comprometidos. Redford es el actor invisible, el tipo que parece que
nunca actúa, que es como son sus personajes y se adapta sin
esforzarse y con gran eficacia a cada rol: fugitivo, esquiador,
ermitaño, aventurero, ladrón, presidiario, periodista, jugador de
baseball… Fonda es fuerte, impone con su mirada, con el vigor
elocuente de las mujeres que ha interpretado hasta 1990, prostitutas,
periodistas, esposas insatisfechas, hasta que abrió un parón de 15
años de inactividad.
Vi
sus películas hace tiempo, en un tiempo de idealismos primitivos en
los que creías que los actores eran como los personajes que creaban
y sus películas te iban a acompañar siempre. Ahora veo Nosotros en
la noche, un título que evoca conversaciones perdidas y momentos
únicos, y no puedo evitar entristecerme al ver a este hombre y esta
mujer tan mayores (tan guapos entonces, tan arrebatadoramente
entrañables hoy y con sus envejecidos rostros retocados) que se citan cada noche para acostarse el uno junto
al otro y hablar, simplemente hablar, de cómo han sido sus vidas. Y
añoro el valor de las palabras y de las experiencias sencillas.
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