Escuchaba
este disco hace unos días por primera vez y me atascaba tratando de
precisar a qué o a quién me recordaban
las canciones, cuándo
había sido antes aprisionado por el eco metálico de sonidos
y ambientes muy parecidos a estos.
No
conseguía hallar la respuesta. En algún lugar de la música
americana escuchada en los últimos cuatro o cinco años, me decía,
sin dar aún con el nombre y el apellido. Alguien que me había
gustado, y mucho, tenía que ser. Pero nada, que no aparecía.
Luego
leo que Joana Serrat,
que el año pasado me agradó con su álbum Cross
the verge,
grabó este
año en
Texas Dripping
springs
(Great
Canyon, 2017) junto a Israel Nash. Y
ahí está la respuesta, en Israel Nash, que ahora como productor de
Joana y prestando en el empeño a los que son sus músicos
habituales, consigue aclimatar
este disco a
los
arenosos
paisajes psicodélicos
que
sobresalían de trabajos
como Rain
plans
y Silver
season.
Guitarras
afiladas y las tenues y expresivas voces de Joana traducen esa
atmósfera a veces nerviosa
a
veces fantasmagórica llenándola de temas fascinantes (Come closer,
Farewell, Unnamed) que te arrastran por las piernas como fieros
remolinos.
No
suelo escuchar música de autores españoles (se llamen Joana, Enrique o Xoel
y sean de Vic, Zaragoza o A Coruña, cada
uno arropado en la bandera universal de la música).
Así que comprar música española es un acto que
desde hace bastante tiempo se ha convertido en excepcional.
Joana Serrat merece bien
el
gasto.
Nota: 8,5/10
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