A Little Honey (Lost highway, 2008) le falta homogeneidad, le falta airear su olor o enseñar la lengua para que sepamos a qué sabe. Para empezar, se hace muy largo; cuando las canciones superan los cuatro minutos ya están agotadas y las dos que van más allá de los seis minutos se eternizan de aburrimiento. La autora de Louisiana, por su parte, no acierta esta vez a calibrar el tono de sus canciones; ahora rockea, ahora blusea, ahora se enfada, ahora se hunde, ahora se ríe, ahora llora; la pereza habitual de su recitado parece incluso convertirse en dolor de estómago, especialmente en el tramo final del disco, soporífero. El peor de los despropósitos es que se fíe de su dudoso amigo Elvis Costello, cuya cancerígena aparición estropea una canción que prometía elogios.
No todo es censurable en Little Honey. Su primera mitad contiene algunos dignos testimonios, crudas canciones de las que transpira amargura, rencor o dolor, como Little rock star o Honey Bee. Otra más, Heaven Blues, se canta desde el fondo del local entre whiskis y naipes con la verja del local bajada, justo antes de que Lucinda digiera la resaca. Son destellos tras la niebla de una mujer a la que me gustaría volverle a escuchar otro Essence (2001).
Nota: 5/10
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