martes, octubre 28, 2008

LOS DÍAS CORTOS Y EL SURF

Puede que los expertos digan que las olas en la playa de mi ciudad y mi infancia alcanzan una altura decente para ser cabalgadas cuando el mar invita a ser abordado por los surfistas. La marea no estaba alta ni baja, el viento dejaba de ser manso y el cuello necesitaba ya la protección de una bufanda. Los pasos me invitaron a detenerme en la barandilla y mirar desde arriba los peces de neopreno entre la espuma. Las olas rompían lejos y parecía difícil encontrar el momento ideal para deslizarse en su garganta. Esperaron con paciencia agarrados a sus tablas y yo busqué entre cientos de canciones una de Jack Johnson o de Donavon Frankenreiter. Todo el año es verano cuando navegan despacio sus guitarras impermeables y las voces de seda.

Los relojes han vuelto una hora atrás hasta que dentro de medio año vuelvan a ser adelantados. Aquí, a las seis pide paso la noche y las calles se llenan de luces y brillo, de un ir y venir abrigado que sale y entra en los cafés y en las tiendas. Un café caliente y una lectura en el anonimato de una mesa, la compañía perfecta cuando las obligaciones no reclaman tu empeño. Lito escoge y Jack Johnson (mira por dónde) empieza a cabalgar. Los días son cortos y he de cumplir con el sueldo. Las noches son largas y tendré que perderme en sus curvas.

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