jueves, enero 17, 2008

VOLUME ONE 109 & 110: PAISAJES CON KRIS Y OLLABELLE

Las emociones aún frescas del concierto de Iron and Wine parecen impregnar mis siguientes escuchas, a las que les encuentro la siempre bien recibida condición de dibujar paisajes físicos con sus pinceles sonoros. No son iguales a los que surgen de la música de la banda de Sam Beam, aunque no andan lejos. Eso mismo he advertido en el último disco de Kris Kristofferson y el primero de Ollabelle.

Tenía conservado en la nevera desde hace tiempo This old road (New West, 2006), un sencillo trabajo del autor y actor texano Kris Kristofferson once años después de su anterior entrega de canciones originales. Decidí agenciarme primero un par de trabajos antiguos del músico, pertenecientes a los primeros setenta, de cuando el film Pat Garrett y Billy the Kid, antes de comprobar si el tiempo lo ha revitalizado o desgastado. La comparativa no es válida porque para This old road Kristofferson aparece casi desnudo, con la ocasional compañía del productor de la obra, Don Was, Stephen Bruton y Jim Keltner en otros instrumentos además de la guitarra del firmante. El disco, simple y llano, se limita a retratar las vivencias sencillas con un halo de nostalgia y de su sonido pacífico se propagan las imágenes de los forajidos crepusculares a caballo (como el propio Kristofferson), los caminos viejos y desiertos, las leyendas habladas y la jubilación al atardecer.

Nota: 7/10

Más vitalista y pictórico es Ollabelle (DMZ/Columbia, 2004), de Ollabelle, una banda de esas que descubres porque una consulta en una web de compra de discos te remite a un grupo o artista que el o los que conducen la página intuyen que si te gusta uno, te gusta también el otro. Este sexteto de New York que acabo de conocer, del que forma parte la hija de Levon Helm, Amy, me demuestra que en el fondo la buena música depende de la buena música y no de la calidad o el contenido de sus letras. Porque a lo largo de este primer álbum del grupo predominan las alabanzas al Señor, la exaltación de Jesús y la comunión de los fieles alrededor de su fe creyente (temas de los que me distancio un mundo). A ritmo de gospel arranca Ollabelle para irse transformando en una caja de dulces con sabor a folk-rock genuinamente americano, a blues rústico y tradición oral. Iglesias evangélicas, áridas llanuras, calor, pobreza y devoción componen el paisaje de su música exquisita.

Nota: 8/10

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