A lo largo de este blog ha quedado recalcada la admiración y el cariño que el autor siente por algunos músicos que contribuyen con enorme peso a que su pasión por la música no sólo se mantenga intacta, sino que siga creciendo. The Band son un ejemplo, una bendición reverencial.
Algo parecido a lo que hasta hace poco experimenté con los Byrds, escuchar seguidos sus primeros ocho discos de estudio, he llevado a cabo hace unos días con la Banda canadiense por excelencia. En concreto, repasé sus dos primeros álbumes, que ya conocía desde hace tiempo, y pinché por primera vez tres de sus siguientes cinco discos de estudio antes de la célebre despedida que en imágenes guardó para siempre Martin Scorsese en El último vals. Stage fright (1970), Cahoots (1971) y Northern lights-Southern cross (1975), de los que conocía temas sueltos, contienen todas las señas de identidad de The Band, matices y habilidades que se descubren como fuentes del country rock desarrollado por aquella época y en décadas sucesivas. Los dos primeros álbumes de su carrera tras girar con Dylan por primera vez y encerrarse en el sótano de Woodstock, Music form Big Pink (1968) y The Band (1969), son los más glorificados del grupo, pero estos tres trabajos posteriores no tienen nada que envidiar a las pistas de despegue de The Hawks cuando se transformaron simplemente en The Band.
Northern lights-Southern cross significó el regreso del grupo a las creaciones originales después de un par de años de conciertos y un disco anterior de versiones. Pero también le sirvió a la banda para modernizar sus técnicas de grabación y producción al introducir tenues pero para nada gratuitas pistas de sintetizadores, manifiestas en la jolgoriosa Jupiter hollow, por ejemplo. El sonido del disco no pierde en absoluto las líneas desarrolladas en las obras anteriores, ese perfil rural y rústico por el que desfilan perdedores y vagabundos, si cabe gana más carga sentimental gracias a las afectadas voces de Robertson (Acadian driftwoodod), Manuel (Rags and bones) y sobre todo Danko (It makes no difference). Como en casi todos los trabajos del grupo la riqueza de estos multiinstrumentistas no hace sino agrandar la perdurabilidad de su música.
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1 comentario:
Soy un absoluto fan de The Band, me vuelven tan loco, que cuando estuve en Nueva york, me pillé un coche para subir a Woodstock y buscar Big Pink (la encontré!!!!). Otra vez, en Londres, me encontré al teclista, Garth Hudson en el hotel (estaba de gira con los Mercury Rev) y es el único artista que me he encontrado y le he pedido una foto.
Me encantan, aunque para mí, este es el disco más flojo de todos, aunque las canciones que mencionas son realmente buenas.
Enhorabuena por tu blog y tu buen gusto.
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