El éxito tempranero de un(a) artista salido(a) como quien dice de la nada combinado con la lluvia de comerciales premios de prestigio que cae sobre su primer disco suele provocar cierto recelo en el melómano exigente. La miré a la cara (a su primer plano en la portada del álbum de debut) y pensé que esa chica linda de limpio rostro mofletudo no podía defraudarme. Alguien que no recuerdo me había dicho antes que las canciones de esa chica eran bonitas. Compré el disco a ciegas y me dejé perder durante unos días en la ternura de Come away with me (Blue Note, 2002), de Norah Jones. Ese éxito que tuvo la chica neoyorquina, hija del músico hindú Ravi Shankar, incrementó su popularidad, la acercó a músicos del jazz, del rock y del folk, pero no le garantizó más triunfales cifras de honor y ventas como los ocho grammys y los 18 millones de copias vendidas de su primer trabajo cuando dos años después publicó su segundo álbum, Feels like home (Blue Note, 2004). Ahora pasa por la casi siempre decisiva prueba del tercer disco, el que puede aclarar por dónde camina. Not too late (Blue Note, 2007), se titula.
Norah Jones es mucho más que una cara bonita con varios juveniles premios de jazz en sus vitrinas. La seguirán criticando por ello. Su música es lo que importa y también puede ser criticable. Si en 2002 empezaba Norah a combinar la ligereza del pop sobre las bases y los acentos cálidos del jazz vocal sentada a su piano (similar pero muy lejana a Billie Holiday) y en 2004 se inclinaba hacia el folk y el country sin salirse de los raíles del jazz, ahora en 2007 da dos pasos atrás con vuelta de regreso a la etapa anterior. Es un gesto de indecisión quizá, que deja a Norah Jones a medio camino de los clubes nocturnos para yuppies de gran ciudad y entrañables templos de música popular americana.
La delicadeza en los arreglos (Rosie’s lullaby), la relajación vocal (Wish I could) y la suavidad musical (Not too late) sigue empapando la música amable del tercer disco de Norah Jones. Las guitarras de Adam Levy y Jesse Harris cobran más repercusión (The sun doesn’t like you) que las teclas de la muchacha, de nuevo impecable delante de ese cálido y centelleante wurlitzer. Bonito, nada más.
Nota: 7/10
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