Doce años le contemplan y bien podría tener su contenido el copyright de 2007. Cuarenta y ocho tenía entonces la emperatriz del country, quizá espesa tras una serie de trabajos rutinarios desde mediados de los ochenta. Contra el cansancio y la repetición apareció el músico y productor Daniel Lanois, pulidor del mejor sonido de Peter Gabriel y U2, para rescatar a Emmylou Harris en el vigésimo disco de su carrera. Wrecking ball da completo esquinazo a los cánones del country cultivado con delicadeza antes por la artista de Alabama para escarbar en la superficie del rock americano; de hecho, su carrera posterior no deja de seguir las pautas sonoras e instrumentales marcadas desde 1995 por tan sutil y devorador trabajo.
Los tenaces métodos de Lanois y la abstracta atmósfera que emana de sus guitarras cubren los doce cortes del álbum. Harris firma a media dos, su productor otros dos. El resto, agárrate: Hendrix, Dylan, Young, Steve Earle, Lucinda Williams, Gillian Welch, Julie Miller, Anna McGarrigle. Y por las estrechas carreteras que sugieren las canciones cantan también y tocan Neil Young, Earle, Larry Mullen jr, Lucinda, las hermanas McGarrigle y la banda con la que Emmylou resucitó de entre las cenizas del country para convertirse además en una doncella del rock.
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