jueves, febrero 01, 2007

VOLUME TWO 25: JANE’S ADDICTION

Con la vista en el presente, el grupo de Los Angeles Jane’s Addiction puede compararse con un islote en el revuelto océano del rock de la segunda mitad de la década de los ochenta. Bastante culto y revuelo levantaron los Jane’s con su irrupción entre la mediocridad y la esperanza, entre los abusos contagiosos del pop y el tecno y la sana resurrección del hard rock o la aparición del llamado grunge. Por eso uno se pregunta, ahora que ha vuelto a pinchar los viejos y el más nuevo disco de Jane’s para escribir este post de recuerdo,… ¿a qué suenan?

Seguro que hubo y hay por ahí una banda muy pero que muy underground con un sonido en el que se inspiró Jane’s Addiction u otra que se podría considerar heredera de ella. El rock habría seguido evolucionando a mejor sin ellos, aunque hay quien apunta que gracias a Perry Farrell y compañía el rock se dio un lavado de estómago a finales de los ochenta. Ni sí ni no. No nos olvidemos tampoco del empujón que los Guns N Roses le dieron al género con el Appetite for destruction primero y los Use your illusion después.

Lo que no se puede negar es que con Jane’s Addiction estalló una bomba de efectos curativos a finales de una década que enseñó la peor cara de muchos músicos de primer nivel y que destapó un sinfín de pobres bandas de rock duro. Su música desconcertante puede irritar e hipnotizar, a veces es histérica, a veces produce una sedante sensación. Farrell parece un duende repulsivo, un drogado provocador con extraño encanto y las cuerdas vocales de un dibujo animado. Por detrás de él estruja su guitarra Dave Navarro, eficaz casi siempre pero con la filigrana como vicio, y un primer bajista áspero pero abrasador, Eric Avery. Y detrás se retuerce un salvaje Stephen Perkins entre platillos.

Su carrera no fue larga pero ha tenido un impacto permanente todavía hoy notorio. Una actuación en la sala Roxy de Hollywood en 1987 les sirvió de debut bajo un sello independiente. Contenía apuntes sobre temas futuros y una retorcida versión de Sympathy for the devil como postre. En Jane’s Addiction (Triple X) se distinguen sus señas: rock psicótico, punk psicodélico, sonidos siniestros y ecos góticos. Warner acudió como un lobo a contratarles y el grupo se hizo rico sin quitarse los trapos de encima con sus dos discos siguientes, Nothing’s shocking (1988) y Ritual de lo Habitual (1990). Ambos tienen dos memorables cubiertas diseñadas por Farrell con la imagen de esculturas humanas desnudas. El primero contiene petardos soberbios como Ted, just admit it, Mountain song o Idiots rule, ejemplos de la enfermiza sangre que corre por las venas del disco; el segundo es casi tan magnífico salvo por lo alargado que parece tras el monumental tema Three days pero su cara A es estupenda.

Con la fortuna en el banco, el grupo se disolvió al año siguiente. Farrell creó el itinerante festival Lollapalloza y montó el más difícil grupo Porno for Pyros junto a Perkins, mientras que Navarro tuvo tiempo para entrar y salir de los Red Hot Chili Peppers. El grupo volvió a unirse para grabar algunos temas nuevos de la irregular recopilación Kettle Whistle con el bajista Flea. Una nueva separación dio paso a los proyectos en solitario de sus líderes (lamentable el de Navarro, interesante el de Farrell) y en 2003 unieron de nuevo fuerzas para presentar material novedoso, Strays (Capitol), al que el productor Bob Ezrin (Alice Cooper, Pink Floyd, Kiss) le sacó un sonido demoledor que enlaza la crudeza de su obra de finales de los ochenta con la apabullante sofisticación del nuevo milenio.

Creo que una actuación en vivo del grupo en la actualidad serviría para calibrar la verdadera magnitud de un grupo único como Jane’s Addiction.

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