Las películas compuestas de episodios fueron muy populares durante los años sesenta y setenta en el cine francés e italiano. Algunas de ellas recogían ejemplos del modo de vida en grandes ciudades de esos países o reflejaban el carácter de sus ciudadanos a través de numerosas historias pequeñas, casi siempre independientes unas de otras aunque con un vínculo temático en común. Francia recupera ahora los films episódicos con la firma y la presencia de directores y actores de todas las nacionalidades en Paris, je t’aime, un homenaje batido a la ciudad de las luces a través del recorrido por 19 de sus barrios o lugares conocidos y otros tantos breves relatos que tienen el amor como vehículo de unión. Es el amor en sus múltiples variedades lo que mueve a cada director a proponer una reflexión universal mediante anécdotas y diálogos, bromas incluso. Corre por el film, ideado por el director francés de teleseries Tristan Carné, el amor imprevisto, el amor instantáneo, el platónico, el provocador, el ausente, el perdido, el recuperado, el sugerido, el carnal, el espiritual… Y pasean su cámara, en casos hasta su propio sello, Gus van Sant, Tom Tykwer, los hermanos Coen, Wes Craven, Alfonso Cuarón, Olivier Assayas, Isabel Coixet, Walter Salles y Alexander Payne entre los cineastas más conocidos.
Como suele pasar con casi todas las películas formadas por episodios acaban
siendo irregulares, y más cuando, como en este caso, confluyen directores tan peculiares, personales en el caso de algunos. Por eso hay capítulos que acaban perdidos en el recuerdo por su ingenuidad o su falta de garra, como los de Gurinder Chadha, Walter Salles o el disparatado chiste de Christopher Doyle, operador de Wong Kar Wai. Otros tienen su gracia, su miga irónica, como los de Coixet, Craven, los Coen o Richard Lagravanese. Y no se pueden olvidar tampoco otros episodios que sí dejan huella, como el desgarrador que filma Oliver Schmitz en Place des Fêtes, el melancólico de Alexander Payne por toda la ciudad y el vertiginoso, adrenalítico e imprevisible de Tom Tykwer, donde una actriz y aún muchacha maravillosa brilla con más fulgor que la propia París.































