lunes, noviembre 20, 2006

VOLUME ONE 40: 9 (DAMIEN RICE)

Su música es triste hasta el llanto. Sus canciones son bellas hasta el sobrecogimiento. La banda sonora de una ruptura, de la soledad, del abatimiento en un callejón sin salida. Un día te abrazarás a sus temas, al siguiente te entrarán las ganas de quemar sus grabaciones. Damien Rice.

A mediados de 2004 me recomendaron su primer disco, O; decían que era lo que más se escuchaba en aquel momento en Inglaterra. Faltó poco para que me llevara al sueño. A finales de aquel año me tropecé con una actuación suya por televisión en mi primer viaje a Londres. Sin conocer el nombre de aquel músico en vivo hasta el final del concierto me quedé boquiabierto con el afectado dramatismo y a la vez esperanzadora belleza de su repertorio. Damien Rice. Pero no me acordé de él hasta volver a escuchar un par de canciones de su primer álbum en la película Closer, con Jude Law, Natalie Portman, Clive Owen y Julia Roberts. Me sirvieron de segunda oportunidad y para congraciarme con el artista. Dos años después ve la luz el segundo disco de este autor irlandés, bautizado con otro título sencillo y difícil de olvidar, 9.

Y como entonces, necesité un par de sesiones seguidas de su material nuevo para saber valorarlo como se merece. En el caso de algunos músicos aún no sé si eso es bueno o malo, pero sí sé que es más satisfactorio percatarse casi al instante de lo bueno que es un disco si te fascina en la segunda escucha cuando en la primera te ha dejado descolocado. Damien Rice. Un tipo intenso al 200 por ciento, poseído por las entrañas de sus historias, un torbellino emocional.

9 corre el riesgo de apreciarse, por culpa de sus tres primeros temas, como una continuación sin reformas del contenido de O, acompañado de nuevo por la calmosa voz de Lisa Hannigan. Cierto. Superado este aperitivo, el álbum se transforma de forma progresiva desde la sutileza (Rootless tree) hasta el exceso (Coconut skins, Me, my yoke and I, digna de PJ Harvey) en una nueva banda sonora de la desesperación. Con la instrumentación sencilla y justa y unos arreglos esmerados, 9 no supone ninguna maduración en la breve carrera de Damien Rice, pero sí la constatación de lo paradójicamente hermoso que es sentirse bien con la tristeza.
Nota: 8/10

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