A través de
su pasión por la música y de la fuerte vinculación de los discos, las cintas
grabadas y las canciones con las etapas y momentos más significativos de sus
vidas, dos periodistas musicales se han abierto a la confesión y a la nostalgia
en sendos libros que he leído este año: Eric Spitznagel en En busca de los
discos perdidos (Contra) y Rob Sheffield en Vives en las cintas que me grabaste
(Blackie Books). Vivos y cercanos, entrañables y sinceramente emotivos ambos,
con lugar para el humor y para la oscuridad de la pérdida y el dolor. Necesarias
escrituras y lecturas para quienes no conciben la vida sin las canciones,
compañeras de viaje con las que conocerse a sí mismo y hallar respuestas.
Spitznagel se
mira en el presente y se compara en el pasado a lo largo del camino que inicia
para encontrar los vinilos de los que se deshizo, exactamente las mismas copias
que tenía en su habitación, con los mismos cortes gastados en el cartón y las
mismas rayaduras en el disco. Su aventura le cruza con el fanatismo del coleccionismo
música y le refleja en las inseguridades de la vida adulta.
Sheffield quita
el polvo a las canciones grabadas en los casetes que escuchaba con Renée, la esposa
que perdió en la plenitud de la vida. “Hay millones de maneras de unirse las
personas unas a otras a través de las canciones”, escribe hacia el final, tras curar
su dolor con el recuerdo de los conciertos compartidos y las alegrías en común,
al compartir el vacío de su soledad y abrirse a un futuro de esperanza en el
que le acompañará la magia del pasado.
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