Un
desafortunado accidente acabó con el disco duro del ordenador. Daños
irreparables. Miles de textos, fotos y archivos audiovisuales
perdidos. Con los días el enfado se fue mitigando y la resignación
dio paso a la tranquilidad. Hay males mayores. Entre muchas cosas que
guardaba (por eso de tener un control fiable de lo que los placeres
de la vida te van ofreciendo) había un documento con toda la música
que mi hermano y yo tenemos en nuestros hogares: los títulos de
todos los discos y el formato en el que los guardamos (LP, CD o mp3,
descartados los viejos casetes, que con el tiempo la mayoría han
sido reciclados en otro formato, y los discos promocionales o piratas
no oficiales). Gran parte de lo perdido es irrecuperable, pero este
archivo puedo volver a crearlo, poco a poco, a ratos cuando el
tiempo libre me lo permita,
hasta completar de nuevo los 4.000 y pico discos que entre ambos
tenemos, 4.000 y pico largos, una
colección generosa que
ahora al reunirla
en un
nuevo
documento me parece excesiva.
¿Teníamos
este
disco?
¿Volveré a tener ganas algún día de escuchar este
álbum?
¿Pero de verdad una
vez se
me ocurrió comprar o descargar
esto?
¿Es
esto digno de conservar? ¿Pasa algo si prescindo de esta obra? Nos
preguntamos en este repaso la
razón de nuestro coleccionismo, los motivos de nuestra pasión.
Probablemente
nunca más volvamos a escuchar ni la mitad de esta colección, en
parte porque dedicamos bastante tiempo a escuchar música nueva de
quienes ya conocemos o música con la que conectamos por primera vez;
pero que caray, esta música es nuestra y cada disco tiene su
historia propia en nuestra propia historia.
1 comentario:
Jesus Christ! 4000! ...
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